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CDMX

Atentar para callar, no detendrá la labor del periodista

El comunicador está solo. La autoprotección nuestra defensa

Por Luis Repper Jaramillo*

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¡Ya basta! Está demostrado que a los gobiernos federal, estatal y municipal les importa madres la vida de los periodistas, como a nosotros la de los infumables (y me quedo corto con el calificativo) políticos y gobernantes, responsables intelectuales de los asesinatos de colegas a lo largo del país.

Nuestra única arma, para exhibir, denunciar, señalar, culpar a estos cobardes, es la pluma, la palabra, la opinión y la nota. De manera miserable, esta basura pública, saca ventaja de su rencilla porque el reportero, columnista, comentaristas, es visible, saben en dónde estamos, qué hacemos, cuál es nuestra rutina diaria; en cambio ellos (como cobardes) se esconden en el anonimato, tras el escritorio, detrás de un séquito de guarros, no se ensucian las manos, pagan a sicarios para ejecutar la acción.

¿Y la autoridad? Omisa, cómplice, indiferente, pese a crear en la PGR una “fiscalía” burocrática que no resuelve nada. Pomposamente se hace llamar Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión, que de entrada nada nos dice. Se entiende (por su nombre) que nos “defenderá” contra quien atente a nuestra Libertad (un derecho constitucional) de Expresión (o sea lo que digamos, escribamos u opinemos), pero nunca precisa que es para garantizar la integridad física de quienes ejercemos esta maravillosa profesión de periodista.

Pero el nombre es lo de menos, entérense de la fantasiosa definición de lo que hace este ente extraído de un escritorio de la PGR (cito textual. Una lindura) es la autoridad encargada de dirigir, coordinar y supervisar las investigaciones y, en su caso, perseguir los delitos (perseguirán los delitos, no a los delincuentes) en contra de quienes ejercen la actividad periodística o se cometan en razón del ejercicio del derecho a la información o de la libertad de prensa y expresión (fin de la cita)

Bueno… pues esta Fiscalía –de pacotilla- ha sido incapaz de detener los asesinatos de profesionales de la información en México. Para consignar la escalofriante cifra de atentados fatales, mencionaré un dato oficial de la Federación Internacional de Periodistas. En los últimos 27 años, han sido masacrados en el mundo más de 2 mil 300 periodistas.

La propia FIP describe que en México de 1990 a la fecha han sido asesinados 130 colegas, y lo más terrible, ¿saben cuántos casos ha resuelto y consignado a los autores materiales esta “bendita” Fiscalía: 3… Leyó bien, sólo 3 de 130 ha esclarecido la PGR… Para llorar y asustarse.

Quizá el caso más sonado, sin minimizar los demás, es el del Columnista Manuel Buendía, quien durante 26 años escribió para Excélsior su  “Red Privada”. La noche del 30 de mayo de 1984 cuando salía de su oficina, fue acribillado de 5 balazos en la espalda, por un sujeto de corte militar, quien después de consumar el atentado, subió a una motocicleta en donde el cómplice lo esperaba y huyeron.

Tiempo después se detuvo al sicario, pero el autor intelectual quedó en la vergonzante impunidad. Ese fue uno de los primeros homicidios –sin resolver- en contra de periodistas.

Otro negro episodio en contra nuestra fue el atentado al propietario del Semanario ZETA, de Tijuana, Baja California, Jesús Blacornelas, quien el 27 de noviembre de 1997, fue  emboscado, por el Cártel de los Arellano Félix, en donde  murió su escolta/chófer; él salvó la vida, pese a haber recibido 6 impactos de metralleta. La oportuna intervención de médicos de la Cruz Roja local, impidió su muerte, Blancornelas, fue víctima del narcotráfico por lo que escribía en su semanario.

Así puedo citar varios casos, pero estos emblemáticos muestran la fragilidad del gremio  cuya labor incomoda a mafiosos, gobernantes, políticos (que es lo mismo) y regularmente queda en la más estúpida impunidad.

Veracruz, en el sexenio del prófugo de la justicia mexicana, el priista, Javier Duarte de Ocho, se convirtió en el Estado más peligroso para ejercer el periodismo. De 2011 hasta el día en que este sujeto huyó (2016) fueron asesinados 19 colegas, (cifra estrujante, pero real) por diversas causas; la principal: divulgar los excesos, corrupción, impunidad, nepotismo, etc. del codicioso ex gobernador.

Todas sus raterías las conocía su partido el PRI, el Gobierno Federal, la Secretaría de Gobernación, de la Función Pública, la Cámara de Diputados, la Auditoría Superior de la Federación (que depende de la Cámara baja), pero fueron omisos… y hasta cómplices al facilitarle la huida.

Esto es el aderezo de su corrupción. Pero el tema hoy es los asesinatos que ordenó o los que ignoró cuando detentaba plenamente el poder y control del Estado. Al respecto la Casa de los Derechos de los Periodistas AC, responsabiliza al Duarte de Ochoa, de haber convertido a la entidad en un infierno para los comunicadores, pues a lo largo del Estado grupos de sicarios se dedicaban a “cazar” reporteros, para ejecutarlos “por la forma de manejar su información”

¿Por qué si para la sociedad es fundamental y reconoce la labor del periodista, los políticos, delincuentes mayores y gobernantes lo ven como una amenaza? Sencillo, porque el reportero al investigar, el Columnista al desenmascarar, el medio, al no callar las tropelías de éstos, descubren su infame actitud. Al saber que un comunicador es solitario, indefenso, vulnerable, que no porta armas, les es fácil atentar para silenciar. Duarte de Ochoa dio muestras de ello, y en su conciencia está el asesinato –por sus órdenes- de 19 periodistas que sólo cumplían su deber.

De suyo, los grupos Colegiados de Periodistas como la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT), Comunicadores por la Unidad (CxU), Club Primera Plana (CPP), Academia Mexicana de Comunicadores y Periodistas (AMCy P) otras del interior del país, pugnamos por la unidad del gremio como autodefensa, ante la incapacidad, desinterés, colusión y desvergüenza de las autoridades oficiales y legislativas, que existen como mero protocolo, escenografía, justificación presupuestal, o interés personal, pues ninguno ha sido capaz de implementar un programa de protección contra las amenazas, acciones y asesinatos de periodistas.

No nos engañan, “estos moles” mal preparados hemos comido muchos; tenemos experiencia. Comisiones van, vienen, fueron de Diputados, del Gobierno Federal, de Gobernación y todo ha quedado en absurdos intentos. Más de 130 periodistas asesinados de 1990 a la fecha, es muestra de la nulidad oficial para frenar, desalentar, inhibir los atentados.

En sus promesas, discursos, ofertas, diputados, funcionarios públicos, políticos asignados para prevenir estos actos, mienten, alharaquean, presumen que harán su mayor esfuerzo para paliar (no resolver) este mal, como el triste papel que desarrolla en San Lázaro, la Comisión Especial de Seguimiento a las Agresiones a Periodistas y Medios de Comunicación, que ni siquiera han expedido una Ley al respecto, existe una propuesta panista, pero está en la “congeladora”.

Esto nos tiene sin cuidado, es la verdad, porque el freno a los asesinatos contra periodistas no se detendrá por decreto, o porque un iluminado diputado tuvo la ocurrencia de crear una Ley que nos cobije… ¡Pamplinas!

No queda más que la autodefensa y autocontrol; estos es, que cada informador notifique, avise, entere a su jefe inmediato, detalles de su investigación, con nombres y lugares. Que  Columnistas, conductores, analistas, editorialistas, comentarista, estén consciente y comunique a sus familiares, amigos, directivos en donde escriben, participen, colaboren los temas a desarrollar con la idea de que en caso de sufrir un atentado, todos sepan o tengan idea de quién puede ser responsable.

Además el lector, televidente, cibernauta, radioescucha, tendría también un panorama real del evidente agresor. Esto como mera referencia, pues quienes nos siguen están distantes de ser testigos para declarar en caso de un atentado contra quien expresa su opinión.

El periodismo es fascinante, lleno de adrenalina, mal pagado, pero un vicio para quienes abrazamos esta hermosa profesión… Riesgos existen, pero caer producto de una bala disparada por un asesino a sueldo de alguien a quien incomoda nuestra opinión, no está en el guion diario de nuestra actividad. Las balas no callan la verdad; tampoco pretendemos ser héroes, sólo testigos y narradores de una realidad que lacera, que daña, que humilla, que hiere a la población por el enfermizo deseo de riqueza y poder malhabidos de políticos, gobernantes, delincuentes y deshonestos que hacen del quehacer público su botín.

¡Basta ya! de asesinar periodistas por el sólo hecho de decir la verdad; esa es nuestra ética, nuestra moral, nuestro compromiso social, nuestra convicción, estos atributos no tienen precio, no valen una casa, un botín, un viaje, un auto. Nuestra conciencia profesional no se vende, no está a remate, menos se alquila al mejor postor.

Lamentablemente el asesinato de Manuel Buendía no será el primero, ni el de Miroslava Breach (corresponsal en Chihuahua de La Jornada) el último, deseo que no haya más, pero la realidad marca, que los periodistas de todo el país seguiremos como siempre con nuestra actividad… y si ésta afecta intereses, estamos conscientes que habrá reacción negativa; es nuestra naturaleza desenmascarar porquerías, así somos y así seguiremos.

Ojalá las autoridades tengan un poco de materia gris e implementen algo diferente para detectar posibles ataques contra quienes divulgamos la verdad, la opacidad, la corrupción y el mal quehacer político.

Ahí está la sugerencia, ¿tendrán capacidad de asimilarlo? Y que conste, es pregunta

 

*Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) y de Comunicadores por la Unidad (CxU).

 

*El periodista Luis Repper Jaramillo publica todos los sábados.

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