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Secuelas de una operación al corazón

Traumas, de la mano de autoritarismo, soberbia, incapacidad y ceguera

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Luis Repper Jaramillo

En diciembre de 2013 Andrés Manuel López Obrador, por segunda vez candidato por el PRD a la Presidencia de la República, sufrió un infarto al miocardio que obligó a ser intervenido quirúrgicamente del corazón.

Su padecimiento, obstrucción de una arteria coronaria, a causa de placas de colesterol y coágulos, que generaron el episodio cardiaco.

La labor de cardiólogos y especialistas fue exitosa y pronto fue dado de alta… pero esa experiencia tendría sus riesgos a futuro.

Días inmediatos al impacto intervención, post cirugía y recuperación dejaron muchas dudas sobre el restablecimiento al 100 por ciento de su salud y daños colaterales.

Se desconoce, pese a la petición de información de un particular, sobre las causas, acciones, consecuencias y recuperación absoluta de su salud, ante el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), que no resolvió, hasta qué grado habrá o hay daños colaterales, pues el corazón es el motor que mueve al cuerpo humano, sus consecuencias en el cerebro u otros órganos vitales. A la fecha esa información sigue reservada.

Ante tal situación e inestabilidad emocional, psicológica y actitud beligerante de Andrés Manuel candidato, presidente electo y constitucional, nos interesó saber, para entender esa “personalidad” soberbia, arrogante, egocéntrica en cuyas manos está el destino y futuro de más de 126 millones de mexicanos, que padecemos las crisis social, económica, de seguridad, abandono, pobreza, etc. que sus arranques y ocurrencias puede ser consecuencia de ese episodio cardiaco de 2013.

Hurgando en textos, charlas, consultas, citas, con especialistas en medicina, psicología, psiquiatría, descubrimos muchas razones de la “personalidad” del inquilino de Palacio Nacional, tras su episodio traumático.

Desde luego no soy practicante de las tres especialidades mencionadas, pero sí, tengo la capacidad de buscar a los expertos, entender sus explicaciones, relacionarlas con la “actitud”, acciones, reacciones, actuar de quien ocupa el tema.

Andrés Manuel López Obrador es un paciente postinfarto y cirugía por lo que interesa saber cuánta hipoxia (disminución del oxígeno disponible para las células del organismo, que produce alteraciones en su normal funcionamiento, al no poder obtener la energía necesaria de los elementos (carbohidratos, grasas y proteínas) mediante las reacciones oxidativas correspondientes) tuvo durante la fase aguda y cuánto le quedó posteriormente. De acuerdo a los estándares de oxígeno, puede calcularse el problema mental que pudo haberse agravado.

Sus reacciones agresivas, soberbias, contestatarias, inconformes lo hacen una persona diferente posterior a la intervención quirúrgica; a lo que se suma estar en medio del poder político, económico, social que altera su estrés. De ahí su irritabilidad, rechazo, acusaciones contra quienes no opinan igual que él, cuestionan su gobierno; agrede a los triunfadores, exitosos, quienes tienen fortunas (delincuentes de cuello blanco, mafia del poder, conservadores, etc.). A los periodistas que exhiben, divulgan, analizan, opinan y califican sus errores, de inmediato la agresión, descalificación, epítetos peyorativos como Prensa fifí, chayotera, mafia de la información, pasquinera, conservadora, fantoche, sabelotodo, hipócrita, doble cara, vendida, alquilada, de cobre, etc.

Al haber un infarto al corazón, éste ya no bombea sangre de manera eficiente, disminuyendo el flujo a los órganos, algunos muy sensibles, a falta de oxígeno, por ejemplo al cerebro o la retina, quedando el paciente con daño cerebral o ciego.

La ausencia de información precisa sobre la salud post operatoria de Andrés Manuel, evita saber en realidad si en el infarto hubo paro cardiaco y cuánto duró. Lo que sí es visible, comparando videos antes y después de la cirugía, el letargo al hablar y reaccionar.

Le es difícil generar ideas nuevas, sólo se va a la información que almacenó en el cerebro tiempo atrás. Por eso en sus mañaneras habla o refiere mucho a la historia, sin aceptar dialogo con la prensa. Incluso, cuando hay algo nuevo evoca el pasado. Son sus reservas mentales.

El ciudadano que pidió al INAI información sobre el tema, incluía diagnósticos sobre potencial parálisis facial, enfermedades crónico degenerativas, insuficiencia cardiaca, cardiopatías, padecimientos respiratorios e hipertensión. El resultado de la consulta fue cero. Nadie sabe, nadie sabrá.

A que está expuesto el paciente que fue intervenido del corazón, como es el caso, a Hipoxia Cerebral, enfermedad que afecta las partes más grandes del cerebro: los hemisferios, cuyos efectos secundarios pueden ser: impedimento de movilidad (parálisis) de músculos de la respiración, Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que ataca el Sistema Nervioso Central, dañando células nerviosas (neuronas) alojadas en el cerebro y la médula espinal. Sus consecuencias se manifiestan en no caminar o correr, escribir o hablar con soltura y fluidez (ya lo notamos).

Se padece cuando el sujeto sufrió un paro cardiaco, sufre arritmia, presión arterial muy baja.

La sintomatología de esto se manifiesta en falta de atención, desaciertos, pérdida de memoria, disminución en la coordinación motriz. Cabe señalar que las células cerebrales son muy sensibles a la privación de oxígeno y pueden comenzar a morir dentro de los 5 minutos posteriores al corte de oxígeno.

Ya hemos comentado sobre el estado esquizofrénico de Andrés Manuel, como resultado de problemas neuronales, que manifiesta con su comportamiento agresivo contra todo y contra todos quienes le debaten, corrigen, aconseja, exhibe, divulga sus carencias e incapacidades. Su reacción es inmediata “yo tengo otros datos”, “conservadores”, “golpe de Estado”, “no estaba enterado”, “fifís”, “mafia del poder”, y decenas más. De hecho lo manifiesta cada mañanera cuando es cuestionado por algún reportero, al considerar una pregunta incomoda, libre, o sugerencia. Al instante se irrita, desubica de la realidad y alude al pasado (su inventario cerebral), cambia el semblante, abre enormes ojos y de inmediato, en tono amenazante, con su dedo índice, señala al interlocutor, y con largas pausas orales, remonta a los sexenios de Calderón y Peña Nieto, agrede con sus respuestas, esquiva la verdad y, malévolamente introduce otro tema como béisbol, humanismo, conservadurismo, para no contestar la pregunta.

Ahí surge su esquizofrenia paranoide, cambio de comportamiento, retraimento, estado de ánimo bajo abatido. Este síntoma le ha provocado, además, cambios en las relaciones afectivas con los amigos y con la familia.

Le surgen pensamientos erráticos como que la gente lo observa, vigila, o de plano, que alguien quiere darle Golpe de Estado a su fallido gobierno. Lo angustia e irrita.

En su paranoia están presentes la ansiedad, nerviosismo, irritabilidad, por eso no se concentra y estalla su sentimiento de incomprensión.

Por eso es común, durante las 2 horas que dura su mañanera, observar a López Obrador, ya en el atril y pasos atrás, cuando alguien más utiliza el micrófono, con las manos en ambos bolsillos del pantalón, encogida su figura, ahí se sostiene, que demuestra falta de voluntad, desconfianza, reticencia e inseguridad al enfrentar a los reporteros, cuya única misión es cuestionarlo sobre los temas prioritarios del día o la explicación de hechos lamentables como el “culiacanazo”, el asesinato de integrantes de la familia Lebarón, la crisis de inseguridad, recesión económica de México, etc.

Para contrarrestar esos momentos de angustia, saca de su ser, otra patología arraigada, su egocentrismo, muy a flor de piel, pues cree saber de todo y hacernos creer que tiene una opinión firme y fundada (yo tengo otros datos). Presume ser superior, no acepta consejos (como el caso de la mañanera del 7 de noviembre) cuando una reportera al micrófono le sugirió ¿se compromete hoy aquí a utilizar un lenguaje que no estigmatice al periodismo?

Ipso facto, como lanzado por un resorte, no pasó ni un segundo… y atacó “nunca he utilizado un lenguaje que estigmatice a los periodistas”… ¡qué flaca memoria, Andrés, o te escondes en tu soberbia, arrogancia y maldad! Claro que tienes estigmatizados a quienes ejercemos esta hermosa profesión y a sus medios. Ahí te van tus calificativos a lo que hacemos: “hampa del periodismo”, “propaganda”, “chayoteros”, “prensa fifí”, “fantoches”, “conservadores”, “sabelotodo”, “hipócritas”, “doble cara”, “prensa vendida, alquilada”, “manipuladores”, “pasquines”, “mostraron el cobre”, prensa inmunda”, dicho por ti, como candidato, presidente electo y constitucional, en discursos, chacaleos, respuestas, redes sociales, entrevistas, mensajes vidoegrabados… a voz en cuello. Hay testimonio de todos, López.

Te muestras superior e intentas controlar siempre la situación. En pocas palabras y lo califico: Andrés Manuel tienes personalidad tóxica, sólo te agradan los elogios, menosprecias lo que los demás opinan.

Finalmente, y con ello lamento ¿cómo es posible que alguien con estos traumas mentales gobierne México.

López es discutidor, con sus palabras nos ahoga. En su afán de contrastar y discutir sobre todo, resulta pesado, nos confirma las dudas que tenemos sobre la Transformación de 4ª y lo peor nos responsabiliza de sus errores. Le agrada envolvernos en su nube tóxica, dándose aires de superioridad y grandeza, que pone límite a nuestra paciencia.

En su mañanera muestra egocentrismo con afán triunfalista. Quien lo contradice, utiliza como defensa sarcasmos, epítetos, críticas personales (comandante Borolas, señoritingos, etc.) calificativos peyorativos y descalificaciones.

 

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