Gianfranco Vidal
¿Qué tienen en común los líderes de las diferentes democracias de Occidente?, pueden existir múltiples respuestas ante este cuestionamiento, sin embargo, la característica fundamental es que unen a sus pueblos, gobiernan para todos y reconocen la importancia histórica y social de unir a una nación en torno a un proyecto común. Ahí radica el éxito de las grandes potencias del mundo.
Por el otro lado, los líderes populistas, tanto de izquierda como de derecha, utilizan a la división social como un instrumento político a su favor. Ellos polarizan, siembran odio y rivalidad, identifican a un sector de la población agraviado y legítimamente molesto al cual adhieren su discurso y retórica política, de igual manera, identifican a un enemigo común causante de todas las desgracias que aquejan a su sector. Dentro de esta descripción entran líderes como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Nicolás Maduro; el primero se dirige a un sector de la población norteamericana agraviado por la reformas económicas del neoliberalismo, población mayoritariamente blanca, su enemigo son los extranjeros que le han quitado a Estados Unidos su verdadera esencia y grandeza pasada; el segundo, es un líder de extrema derecha que cree en el libre mercado total y absoluto, no cree en la protección de las empresas nacionales ni en la protección al medio ambiente, su enemigo es una izquierda que le quitó el progreso a Brasil; finalmente, el dictador venezolano, utiliza de enemiga a la derecha y al imperialismo internacional personificado por Estados Unidos. Todos sabemos lo que ha pasado con estos tres países.
Sin embargo, el caso que más nos importa es el de nuestro país. Recientemente el presidente Andrés Manuel López Obrador, llamó a la población a definirse políticamente, o se está con él y con el cambio que lidera su proyecto de nación, o se está en su contra y por ende a favor de sus adversarios naturales. Para el presidente no existen medias tintas, no hay una escala de grises, o se es blanco o se es negro. Sin embargo, estas declaraciones son peligrosas y divisorias, una democracia como la nuestra, en un país tan diverso y pluricultural no puede dar lugar a solo dos maneras de pensar y de ver el país. Justamente el valor fundamental de la democracia es la pluralidad que la caracteriza, es válido estar a favor o en contra, pero también es válido coincidir en algunos puntos y no en otros, se vale permanecer neutral.
La línea discursiva de nuestro mandatario siempre ha sido igual, durante la campaña le habló a su electorado, a los pobres y a las masas populares, poniendo de enemigos a la clase media que paga impuestos y a la plutocracia neoliberal que solo saqueó al país, se ve lo malo y se borra lo bueno, a partir de ahí se ha construido su discurso y su escenografía política. Cuando empezó su gobierno muchos tuvimos la esperanza de que el discurso divisorio iba a terminarse y sería sustituido por un discurso conciliador y unificador, para sorpresa de todos no fue así, no cabe la menor duda de que se aligeró en grado mayúsculo el discurso, pero no desapareció por completo. Muchos vimos esperanza en los diálogos sostenidos entre el presidente y los lideres de las cámaras empresariales del país, los directivos de las grandes empresas internacionales y demás, sin embargo, conforme fueron pasando los meses se fue diluyendo este rayo esperanzador que fue sustituido por el discurso de las definiciones, se cerró la llave conciliadora y unificada.
El año que entra, 2021, será un año decisivo para México, se renovará la Cámara de Diputados y varias gubernaturas, es el año en el que se verá si la confianza en Andrés Manuel persiste o revira. El presidente esta preocupado, sabe lo que está en juego, si pierde la mayoría en la cámara habrá perdido su gran oportunidad histórica. No es coincidencia el discurso de las definiciones, es su mejor arma política, no son coincidencia los eventos ocurridos en Jalisco contra el gobernador Alfaro, no es coincidencia la publicación del supuesto BOA “Bloque Amplio Opositor”.
Estamos en un momento de coyuntura histórica, tenemos una pandemia como nunca, la peor crisis económica en más de cien años, los niveles de violencia por los cielos, un presidente inexperto y un entorno internacional extremadamente volátil. Esta en juego el futuro de la democracia mexicana y el liberalismo de Occidente, es tiempo de unión y no de división.
