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¡Sigan avivando el chiquero!

Esa es la lógica de nuestra clase política. Lo hizo el PRI por más de 70 años, el PAN en sus dos sexenios y el PRD hoy transformado en Morena como partido oficialista.

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Estamos a dos semanas de que arranque el año electoral y la clase política se instaló ya en la batalla. Esta semana quedó claro que el 2021 es lo que más interesa a los gobernantes y a su oposición y que el impacto de una pandemia inédita que ha dejado un escenario catastrófico de 60 mil muertos en el país, como lo pronosticó el vocero del gobierno federal en realidad no les importa. No, no les importa que su policía arrebate su modo de subsistencia a una pobre mujer de la tercera edad y su mercancía; sus triciclos a comerciantes que buscan una salida a la crisis en Polanco; que un empresario de Sonora baje las cortinas de su negocio en medio de lágrimas.

Y tampoco les importa tu inseguridad (arréglatelas a patadas en la combi); ni el desempleo -si te veo en la calle te aplico la fuerza del Estado, esa que sólo existe para los débiles pero se acobardan en utilizar contra los poderosos, sean legales o ilegales-.

Lo que les importa es que quede posicionado el discurso, la palabra del mesías convertido en maestro de ceremonias surgido del pantano de Macuzpana. El Presidente de la República ha establecido esa agenda y desde la pista del “Palacio Circus” decidió romper el pacto de impunidad que habría acordado con Enrique Peña Nieto. Abrió la cloaca de la corrupción del pasado y mostrar en cadena nacional el tamaño de las raterías que cometieron los gobiernos que le antecedieron.

La arrogancia y soberbia del Presidente le hizo pensar que su aventurada cruzada dejaría a sus adversarios en el suelo pero no fue así y, como suele decirse “quien a video mata, a video muere” y el jueves se difundió un video en el que Pío López Obrador, hermano del Presidente, recibía dinero del operador político del gobierno de Manuel Velasco en Chiapas en 2015 David León, a quien Andrés Manuel López Obrador premió años después con un cargo de primer nivel en el gobierno federal.

Dirán que no hay punto de comparación, que los montos de los colaboradores del PAN recibiendo bolsa con cientos de miles de pesos por parte de un ayudante de Lozoya no pueden equipararse con unos cuantos miles pesos que recibió Pío López Obrador, que los recursos de Odebrecht fueron producto de extorsiones y que el dinero que se entregó al hermano del Presidente fueron “aportaciones” para un movimiento social como en el que se gestó Morena… lo que quieran.

Al final del día, todas estas conductas son constitutivas de delito, grande o pequeño, pero delito al fin y como tal deben ser castigadas. Claro que la historia de este país -y esta vez no será la excepción- nos dice que luego del escándalo público en la barandilla del Ministerio Público, los hechos se olvidaran con el tiempo y a los protagonistas no solo se les perdonará, sino que hasta años más tarde se reciclen. Nunca se hace justicia en la mayoría de los casos, pues lo único que le importa a quien está en el poder, no es sancionar una ilegalidad sino afectar al contrincante, desprestigiarlo, debilitarlo y denostarlo para arrebatar votos.

Esa es la lógica de nuestra clase política. Lo hizo el PRI por más de 70 años, el PAN en sus dos sexenios y el PRD hoy transformado en Morena como partido oficialista. Todos son iguales, no hay diferencias y por eso no debemos distraernos con un nuevo capítulo de esta deplorable novela para dejar de atender lo que realmente importa: la vida de todos los mexicanos: los que caen abatidos diarios por las balas de la violencia; las mujeres que son asesinadas; los niños víctimas de violencia, las niñas desaparecidas; los ciudadanos que son asesinados por los delincuentes en el transporte público; los pueblos y ciudadanos a merced del crimen organizado; las familias en los linderos del hambre.

El contexto preelectoral del año 2021 en el que se renovarán más de 21 mil cargos de elección popular es la principal preocupación del gobierno y de una oposición que opera cada vez más de comparsa del político tabasqueño y quien busca que su pretenciosa “cuarta transformación” se consolide y no pierda la mayoría que hoy tiene en la Cámara de Diputados. Para su mala fortuna, una inesperada pandemia provocada por el coronavirus impactó a la economía nacional y eso
golpeó severamente a los más necesitados a quienes los programas sociales de
gobierno les quedaron muy cortos.

Pero más allá del impacto económico, está el trágico saldo que esta pandemia nos ha dejado. Sólo quienes han padecido en su entorno familiar o el más cercano el dolor de perder un ser querido por la impericia del sector salud para atender a las víctimas de esta enfermedad, saben la gravedad que representa la emergencia sanitaria. Sería injusto decir que el gobierno es el culpable de que tengamos más de medio millón de enfermos y 60 mil muertos, pero no podemos soslayar que la estrategia implementada para enfrentarla no fue la adecuada y así lo ha determinado la Organización Mundial de la Salud.

De acuerdo con el organismo, la estadística de casos que reporta nuestro país está “subrepresentada” y no es reconocida en toda su extensión como lo expresó en conferencia virtual el pasado viernes el doctor Mike Ryan, Director Ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS.

En una reunión informativa en Ginebra, Ryan sostuvo que “la positividad de las pruebas en México es muy alta, cerca del 50 por ciento a veces. Eso significa que muchas, muchas personas no son diagnosticadas o son diagnosticadas tarde. Esto está teniendo un impacto diferencial en el país. Hay una gran diferencia de mortalidad entre los distritos más ricos y las municipalidades más pobres”. El experto detalló que la población más pobre tienen casi el doble de probabilidades morir de por el Covid-19, en comparación con quienes viven en lugares con mejor calidad de vida.

México reportó el lunes 3 mil 541 nuevos casos de coronavirus, elevando a 563 mil 705 la cifra total de contagios confirmados, de acuerdo con datos divulgados por autoridades de Salud y 60 mil 800 muertos, pero esos datos no son la prioridad para el gobierno.

En esta semana el Presidente continuará con su agenda electoral, luego de su estratégica y atropellada gira que realizó por los estados panistas donde se plantó retador frente a los gobernadores para mostrar quién es el que manda, aunque fue descalabrado por el queretano Pancho Domínguez y en medio de los videoescándalos que embarraron a su partido, a su familia, a su movimiento y a él mismo, el próximo miércoles realizará una segunda gira, esta vez por el estado priísta de Coahuila, el panista de Durango y para cerrar con el gobierno de “El Bronco” en Nuevo León, estados en los que volverá a presumir una “excelente relación con los gobernadores”, sin hacer un alto en el camino y atender lo prioritario, sin hacer a un lado su agenda personal, con ese interés mezquino de consolidar su proyecto, avivando el chiquero de nuestra clase política.

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