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Economía para Principiantes

El difícil arte de gobernar en las épocas de la pandemia

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Por más venturoso que queramos imaginar el futuro próximo, la realidad es que los indicadores duros -como lo son las cifras- y la percepción pública -que es aquella que se refleja en los ejercicios demoscópicos-, no nos acercan un milímetro a la esperanza de que pronto regresemos a nuestra vieja normalidad, o al menos a algo que se le parezca. Las expectativas de recuperación de empleo, traducidas como tener trabajo para aquellos quienes no lo tienen, la llegada a tiempo de las vacunas, la idea de que los maestros puedan volver estar frente a un pizarrón de clases, con alumnos enfrente, luce simplemente, impensable por ahora.

Nos he os dedicado a ver solo una parte de la historia y esa se ha centrado en la crítica hacia las autoridades en el manejo de las disposiciones para enfrentar la pandemia, pero la realidad es que, desde el inicio de la crisis, no existió un modelo previo o alguna proyección matemática que haya servido para enfrentar las dimensiones de lo que se nos vendría encima.

Es cierto que la curva de contagios no solo no ha disminuido, si no que estamos rompiendo récords en la curva de casos positivos. Es cierto también que las vacunas no se han aplicado al ritmo que se planteaba desde el principio, pero también lo es, que la toma de decisiones ha tenido que jugar con variables y presiones que cambian todos los días. La semana que recién terminó, la Jefa de Gobierno enfrentó una campaña organizada por el gremio de restauranteros, bajo la consigna de “o abrimos o morimos”, jugando con la consecuencia en materia de empleos que implicaría cerrar los restaurantes de la ciudad que no pueden abrir debido a las restricciones del semáforo rojo.

Como autoridad está una disyuntiva sin precedente: o continuamos con las políticas restrictivas que estrangulen la economía y sigan recortando empleos, o relajamos las medidas de confinamiento, permitimos la apertura gradual de algunos negocios o sectores de la economía, a cambio de que no se pierdan más empleos, el aumento en el número de contagios, podrá crecer exponencialmente. Por otra parte, si la decisión es cerrar negocios, implantar horarios que restrinjan la circulación de personas y automotores, la reacción social puede ser virulenta y muy rechazada socialmente. Es decir, estamos ante un escenario como el del cohetero: si el cohete truena, la gente silba, si el cohete se ceba, la gente silba también.

Claro que todos hablamos desde la barrera sin tener a nuestra cuesta la responsabilidad de la toma de decisiones, pero lo que, si debemos tener claro, es que no existe una sola salida y no hay decisión que afecte solo a algunos. Desafortunadamente, en esta ecuación no habrá ganadores posibles, y todos perderemos algo, sin que de ello debamos culpar a nuestras autoridades. Gobernar debe ser muy difícil en épocas de la pandemia.

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