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Economía para Principiantes

La inflación no es buena para nadie

Los cálculos para el cierre del año, han ido aumentando hasta un 6%, lo que bien podría
resultar complicado.

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Una de las primeras cosas que aprendemos como entes económicos, es que la inflación
no es buena para nadie. A muchos de nosotros, ese primer encuentro lo vivimos en la
infancia, cuando de repente, de un día para otro, el dinero que habíamos ahorrado para
poder comprarnos unos tenis, o una bicicleta, ya resultaba insuficiente, por que la misma
había subido de su precio.

La historia de nuestros últimos 50 años, registran inflaciones anuales históricas, como la
de 1990, que llegó a alcanzar los 32.36%, lo que significa que, en promedio las cosas
subieron un tercio de su valor. Claro está que esas cifras no se parecen en lo absoluto a
las registradas en Venezuela en el 2020, cuyo aumento generalizado de precios, alcanzó
el 2,958.8%, es decir un 8% diario, lo que significaría que muchos de los productos
duplicarían sus precios cada quince días ¿podrían imaginar eso?

El principal objetivo del Banco de México es justamente el de mantener los niveles de
inflación en parámetros que no perjudiquen a nuestra economía, en especial a quienes
menos tienen. Para ello, un grupo de brillantes economistas diseño a mediados de la
década de los noventa, un instrumento de medición conocido como “Inflación
Subyacente”.

Para el Banco de México, cuando algunos precios varían de manera inesperada tienden a
alterar la trayectoria de crecimiento de los demás, distorsionando la medición general de
la inflación al no reflejar su comportamiento normal en el mediano plazo.
Para medir un nivel de inflación más estable, se calcula “la inflación subyacente que
elimina los precios más volátiles de la economía de la canasta del INPC, dejando sólo los
productos y servicios más estables”.

“La inflación Subyacente se define como el incremento de los precios de un
subconjunto de bienes y servicios en el Índice Nacional de Precios al Consumidor
(INPC) cuyos precios no están sujetos a decisiones de carácter administrativo,
estacionalidad o alta volatilidad”.

Esta ofrece mayor certidumbre al ser una mejor aproximación de cómo se comportarán
los precios en el mediano plazo para facilitar la planeación y toma de decisiones de
consumo, ahorro e inversión.

La inflación “subyacente” es la que más sufre la gente, pues agrupa a los productos que
más consume. No es lo mismo que suban de precio las tortillas, el jitomate y el gas, a que
suban de precio los paquetes vacacionales a Las Vegas. En este escenario podemos
incluir el reciente esfuerzo presidencial de controlar los precios del gas, ya que si el
mismo se dispara, generará aumentos secundarios en muchos otros productos que lo
requieren como insumo.

Los cálculos para el cierre del año, han ido aumentando hasta un 6%, lo que bien podría
resultar complicado, porque los esfuerzos de los últimos años por aumentar los niveles
salariales mínimos, inevitablemente se comparan con la inflación anualizada, y el
resultado es lo que conocemos como recuperación salarial, que este año, en el mejor de
los escenarios, será de un 87%. No esta mal, pero falta mucho para llegar a las metas
establecidas al inicio del sexenio.

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