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Aeropuerto Felipe Ángeles, ¿capricho o factibilidad?

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Gianfranco Vidal

El 1° de diciembre del año pasado nuestro país entró en una era de grandes cambios y transformaciones, el presidente Andrés Manuel López Obrador no solo ganó con una holgada mayoría y respaldo ciudadano, sino que materializó un proyecto de nación alterno y distinto a la línea de la llamada “tecnocracia neoliberal”. Ganó el hartazgo y la división entre mexicanos, ganaron los ideales de un luchador social que caminó más de dos sexenios para llegar a la presidencia de la república.

Una de las principales propuestas del presidente fue la cancelación del aeropuerto de Texcoco, un proyecto de dimensiones faraónicas que traería consigo grandes beneficios económicos y sociales para el país, un proyecto que plasmaría sus resultados para las futuras generaciones. Sin embargo, los opositores a la realización del NAICM también presentaron múltiples pruebas y datos sobre la inviabilidad del proyecto.

Independientemente de la postura en torno al nuevo aeropuerto, ambos bandos coinciden en que es necesaria otra terminal aérea. El actual aeropuerto tiene capacidad para transportar 34 millones de pasajeros al año, cifra que contrasta con los 44.7 millones de pasajeros que utilizaron la terminal aérea en el 2017.

NAICM en Texcoco

Desde la década de 1990 los especialistas en aeronáutica visualizaron la saturación del actual aeropuerto, por tanto, el gobierno federal emprendió estudios de factibilidad para la construcción de un nuevo aeropuerto. Los estudios señalaron dos lugares donde sería conveniente la edificación del mismo, Zapotlán de Juárez en el estado de Hidalgo y la zona federal del ex vaso de Texcoco en el Estado de México. Por cercanía y por la inviabilidad para usos agrícolas del suelo texcocano se decidió arrancar el proyecto en Texcoco, sin embargo, ejidatarios y pobladores de comunidades aledañas se opusieron al proyecto por el arrebato de sus tierras.

Ante la imposibilidad de la realización del proyecto en 2002, se optó por la construcción de una segunda terminal en el actual aeropuerto, una solución que no resolvería la problemática de la saturación de las operaciones aéreas ya que tan solo 6 años después de su inauguración la terminal aérea se volvería a saturar.

Fue hasta 2014 cuando el presidente Enrique Peña Nieto relanzó el proyecto Texcoco. Diversos estudios de factibilidad realizados por universidades como el IPN y la UNAM, además de organizaciones internacionales como ARUP y MITRE, señalaron la opción de Texcoco como la más viable y la de mayores beneficios a largo plazo.

Algunos de los beneficios de la construcción del aeropuerto de Texcoco son:

  1. Construcción de cinco lagunas de regulación y rehabilitación de lagunas existentes, pasando la capacidad de almacenamiento de 13 a 45 millones de metros cúbicos en 2020.
  2. Rehabilitación del sistema acuífero en la zona metropolitana.
  3. Capacidad para transportar 70 millones de pasajeros anuales y 540 500 operaciones en su primera etapa en 2022.
  4. 3 pistas con longitudes de 4 a 5 km que permitan 3 despegues o aterrizajes simultáneos.
  5. espacio aéreo libre de interferencias.
  6. Detonaría el crecimiento económico nacional al ser un puente de conexión entre el sur y norte del continente, además de conectar Asia con Europa y Norteamérica.
  7. Creación de 1.4 millones de empleos para 2024.

Por otra parte, los opositores al proyecto argumentan el costo elevado de la obra, el cual traería consigo un desbalance en las finanzas públicas y en el ejercicio del presupuesto de la federación. Su mantenimiento sería igual muy costoso por el constante relleno del subsuelo del edificio terminal y la renovación del equipo hidráulico que evitaría hundimientos. Sería un ecocidio, se destruiría el único vaso regulador del valle de México y se afectaría tanto a la fauna como a la vegetación endémica del lugar.

Sin embargo, el principal argumento utilizado por la administración morenista para la cancelación del proyecto es la rampante corrupción. Argumento meramente político con fines electorales y que lucra con la imagen más que con la acción y utilidad misma.

Aeropuerto de Santa Lucía

El 25 de octubre del año pasado el presidente electo convocó a la realización de una “consulta popular” para la cancelación o continuación del aeropuerto en Texcoco. La legitimidad y los procedimientos de dicha consulta fueron duramente criticados y cuestionados, existía un claro sesgo a favor de la opción del “no”. Con menos del 2% de participación ciudadana se optó por el no.

El 3 de enero del presente año se canceló de manera definitiva el proyecto. Se tuvieron que liquidar contratos por más de 120 mil millones de pesos, mismos que deberán ser pagados durante los próximos 20 años.

Como propuesta alterna el presidente Andrés Manuel López Obrador decretó la construcción del aeropuerto en la base aérea militar de Santa Lucía, de esta manera se mantendría en funcionamiento el actual aeropuerto Benito Juárez, se rehabilitaría su infraestructura y se potenciaría el uso del aeropuerto de Toluca. El proyecto, plasmado en el Plan Nacional de Desarrollo, contempla la operación simultanea de 3 aeropuertos, con lo que se planea la solución del congestionamiento de la actual terminal aérea.

Algunos de los beneficios planteados del denominado aeropuerto Felipe Ángeles son:

  1. Se aprovecha la infraestructura aérea existente.
  2. Construcción de 5 pistas, lo que permitiría un flujo aéreo 77% mayor al actual.
  3. Precio mucho menor al proyecto de Texcoco, tan solo un aproximado de 70 mil millones de pesos, cifra contrastante con los 180,000 millones de pesos de Texcoco.
  4. Construcción en suelo firme.
  5. Menos impacto ambiental.

Sin embargo, diversos estudiosos, investigadores y organizaciones especializadas tanto nacionales como extranjeras, han señalado la inviabilidad del proyecto. En términos aeronáuticos no es posible la operación simultanea de 3 bases aéreas con las características geográficas del terreno. MITRE y demás organizaciones internacionales destacan la inviabilidad del proyecto.

Aunado a todo esto, aerolíneas como Aeroméxico y demás aerolíneas norteamericanas han dicho públicamente que no están dispuestas a su operación en tres aeropuertos distintos. La consolidación de estos proyectos traería consigo el desvío de aeronaves provenientes del norte y sur del continente que optarían utilizar aeropuertos más modernos y con mejor infraestructura, como es el caso de Panamá y Houston. En pocas palabras, México perdería su potencial como plataforma comercial del hemisferio.

Independientemente de la postura personal, es vidente el daño ocasionado, las cifras y los datos hablan solos. Esta decisión, meramente política y electoral, traerá graves consecuencias económicas, sociales, ambientales y políticas tanto en corto plazo como a largo plazo. Se optó por el México cerrado y proteccionista, de políticas públicas anticuadas y fines perseguidos con posturas ideológicas en vez de cifras técnicas y viables.

 

 

 

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