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INTERSECCIONES / Amenazas y espaldarazos

Después de la boda real que nos han tenido en ascuas toda la semana, nos quedamos de nuevo con preguntas nimias y personajes predecibles: Trump y Netanyahu, Irán y las sanciones, una Unión Europea en pedazos y la indescifrable esfinge china.

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Por Fulvio Vaglio

@vaglio_fulvio

La semana pasada Kate Bolduan de CNN le preguntaba a Richard “What-A-Profitable-Day” Quest qué impacto podría tener en la economía internacional el retiro de Estados Unidos del acuerdo nuclear sobre Irán. Con la relativa distancia que nos otorga el tiempo transcurrido, la conexión entre estos acontecimientos ya es más clara. Trump reiteró la decisión de mudar la embajada norteamericana a Jersulalén el 6 de mayo y un día después hizo su anuncio sobre el acuerdo nuclear.

Francia, Alemania y Reino Unido (los tres países europeos que se habían hecho cargo de las negociaciones con Irán juntos con Estados Unidos, China y Rusia) reaccionaron inmediatamente declarando que la Unión Europea trabajaría para salvar el acuerdo. Sin embargo, las perspectivas no son tan róseas, principalmente porque el problema nuclear en Irán no es más que el pretexto para una iniciativa norteamericana mucho más amplia.

En su declaración del 8 de mayo Trump anunció el recrudecimiento y la ampliación de sanciones contra todas las empresas, a nivel mundial, que operen en dólares con instituciones iraníes (gubernamentales o no). Este es un golpe directo e intencional a la Unión Europea y, en particular, a los países de la “zona euro”. El ochenta por ciento de las transacciones internacionales funciona en dólares; además, Estados Unidos es el primer recipiente de negocios de Alemania y el tercero de Francia. El chantaje económico norteamericano sobre las empresas de estos dos países puede ser asfixiante, sobre todo porque los bancos norteamericanos han empezado a bloquear las transferencias necesarias para dar vida a negocios que ya habían sido estipulados y firmados, y sólo esperaban la disponibilidad de efectivo para ponerse en marcha.

No se trata sólo de empresas que estén directamente involucradas en el enriquecimiento de uranio o en la venta a irán de equipo para la industria nuclear: firmas que trabajan en la industria de la alimentación (como la francesa JAC), o en el transporte internacional (como Airbus), o en la producciones de partes electrónicas para celulares (como la china ZTE) son igualmente susceptibles de ser sancionadas (con penas que pueden ascender a miles de millones de dólares: lo ha probado en carne propia el banco francés Paribas); la Secretaría norteamericana del Tesoro podrá decidir si aplicar las sanciones o no; ya ha sucedido en los día pasados cuando ZTE ha sido graciosamente exentada, por ser china o por “buena onda” no se sabe.

La lógica distorsionada, pero efectiva, tras estas operaciones se llama “extraterritorialidad” y, siento decirlo, no es un invento reciente de Trump; la aplicaron los Estados Unidos desde hace muchísimos años (por lo menos, desde el embargo contra Cuba). Desde entonces, los países europeos declararon que era, más o menos, un acto de piratería comercial, pero nunca hicieron mucho ruido en la Organización Mundial del Comercio.

El caso es que ahora empiezan a tener miedo: admiten que este enardecimiento de la política norteamericana se veía venir desde el boicot los Estados Unidos al Acuerdo Trans-Pacífico, el retiro del tratado de Roma sobre calentamiento global y la amenaza de bloqueo de fondos a la UNESCO. La secuencia de estas iniciativas, recalcaron los expertos en un debate del programa “C Dans l’Air” de France Télé 5, sólo demuestra que, más allá de la retórica que presenta a Trump como un “loco furioso”, los pasos de Estados Unidos en materia de economía internacional son consistentes y corresponden a una estrategia con décadas de historia.

El mensaje es constante y consistente: no se tolerará ningún desafío al poder del “rey dólar”; personajes culpables de lesa majestad han caído, desde Sadam Husein y Muamar Gadafi, hasta Dominique Strauss-Kahn. Hoy el pronóstico que hace Philippe Dessertine del Instituto francés de Alta Finanza es bastante desalentador: la debilidad de la Zona Euro no es (por lo menos, hasta ahora), económica sino política: la Unión Europea no ha logrado consolidar un bloque homogéneo y por eso es vulnerable a las amenazas y los chantajes divisivos norteamericanos.

Una respuesta a la hybris norteamericana difícilmente vendrá de la Unión Europea, por mucho que ahora Macron, Merkel y el Presidente de la Comisión Europea Donald Tusk hagan lo mínimo debido, es decir, decir que no se rendirán a la pretensión de Estados Unidos de convertirse en el “policía económico” del mundo. Quizás venga de China, aunque tampoco ésta es una buena noticia para Europa: el ministro de economía de Irán acaba de declarar que, si la europea Total cede a la amenaza y se retira del mercado iraní, la china CNPC está lista para tomar su relevo; y desde algunos años Xi Jinping tiene entre sus objetivos económicos la creación de un “súper yuan”, para lo cual se prepara adquiriendo (en dólares) parte de la deuda comercial norteamericana.

Dessertine ha recordado que hace varios años, cuando los miembros de la Unión Europea estaban reunidos para evaluar una estrategia conjunta frente al dólar, el que se presentó para reiterar que la posición del dólar no era negociable fue el Secretario de Defensa norteamericano. Este pasado 14 de mayo, a la inauguración de la Embajada de Estado Unido en Jerusalén, estuvo presente, junto a “Jarvanka”, el Secretario del Tesoro Steve Mnuchin. ¿Así o más claro?

Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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