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AMLO, acurrucado por militares

En el Senado se concentra, casi en su mayoría, el punch político de México.

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Hugo Morales Galván

La mayoría legislativa de Morena en el Senado de la República tiene la oportunidad histórica de convertirse en un contrapeso del Poder Ejecutivo, una vez que en la Cámara de Diputados Mario Delgado renunció a esa posibilidad y logró que fuera aprobado el polémico Dictamen sobre la Guardia Nacional, contrario a derechos humanos en México. Y ni así dio gusto al Presidente Andrés Manuel López Obrador. AMLO no quiere medias tintas en sus amoríos militares: quiere a las Fuerzas Armadas en las calles permanentemente e interviniendo en delitos del fuero común, lo cual está prohibido por la Constitución actual.

En el Senado se concentra, casi en su mayoría, el punch político de México. Mujeres y hombres han pasado por trincheras de gobierno, de partido, legislativas, sindicales, campesinas y de la sociedad civil organizada. Sin embargo, y pese a sus antecedentes, legisladores de Morena muestran que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) dejó montada una estructura política de sumisión y la reproducción de la cultura política del levantadedos. El dedo levantado, sustituye el argumento ofrecido en tribuna.

Nadie quiere contrariar a López Obrador. El voto masivo a su favor propició el oleaje que permitió a anónimas y anónimos –perfectamente desconocidos, salvo por sus antecedentes públicos de saltar de partido en partido (en su mayoría del PRI)– lograr un cargo de elección popular. Por AMLO son diputados, senadores, alcaldes, regidores, gobernadores, funcionarios municipales, estatales o federales.

En corto, hay quienes, de esa mayoría legislativa política o legislativa, hacen mueca de desaprobación ante lo dicho o hecho por el titular del Ejecutivo Federal. Pero en público callan y se someten.

En el tema de la Guardia Nacional sus grados de sumisión fueron excelsos. Hubo quienes antes del 2 de julio, peleaban por el regreso gradual de los militares a sus cuarteles y por el fortalecimiento policial (depuración, capacitación, sanciones si fuera el caso), para mantener la paz social y lograr la plena pacificación del país en el mediano plazo.

López Obrador y sus seguidores dejaron pruebas públicas de sus posturas anti-militares. Hasta que el Presidente mexicano decidió acurrucarse en los brazos de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Secretaría Marina Armada de México. Corto de visión institucional y sin perspectiva de Derechos Humanos, resolvió crear una Guardia Nacional contraria a lo señalado en la Constitución, y en esa ruta va acompañado por su partido y sus legisladores y aliados (en realidad apéndices de Morena).

La presión de la sociedad civil organizada especializada en derechos humanos, así como de investigadores, especialistas, analistas, e incluso representantes de organizaciones nacionales e internacionales (OACNUDH, Amnistía Internacional, por ejemplo), obligó a Mario Delgado a convocar a audiencias públicas de simulación. Quienes participaron dieron uno y otro y otro argumento de por qué no es conveniente la intervención militar en tareas de seguridad pública.

Desde el 2006 que inició este proceso aumentaron las denuncias de violación a los derechos humanos, la Sedena y la Semar concentran más del 70 por ciento de las recomendaciones de la CNDH por violación a derechos humanos; los mandos militares encubren masacres: Tanhuato, Tlatlaya, Nuevo Laredo, Ayotzinapa, y en los hechos promueven la impunidad porque no aceptan el poder civil. No hay organismo internacional de Derechos Humanos que no haya recomendado al Estado mexicano retirar a los militares de las calles.

Fueron audiencias de sordos. Salvo mediana oposición de Tatiana Clouthier, nadie de Morena tiene argumentos sólidos para defender la militarización. Balbucen incoherencias. De nada valieron las “audiencias”. Motu Proprio, Morena retiró un cuarto transitorio a propuesta de Pablo Gómez, lo cual enfureció a López Obrador. El transitorio impide a las Fuerzas Armadas intervenir en asuntos del orden común.

López Obrador quiere que los militares ocupen todos los espacios de la vida pública. La politización de las Fuerzas Armadas es contraproducente. Ganan espacios públicos y presupuesto (como nunca antes en la historia) y no querrán volver voluntariamente a sus cuarteles. ¿Qué argumenta Morena? Andrés Manuel “es un buen hombre”, “no haría mal uso de los militares”. Legislan para un hombre, no para una nación. Su Presidente no será eterno. Estas reformas permanecerán y serán de uso del PRI o del PAN, si un candidato suyo gana la Presidencia de la República.

¿También serán hombres buenos? Los levantadedos se perderán en el anonimato de donde provienen. El dolor de las víctimas acompañará este error que Morena está a punto de cometer en el Senado de la República.

Para dar gusto a un “buen hombre”. País surrealista.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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