Por Arturo Paramo
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Que Andrés Manuel López Obrador haya sido electo y sepa que el 1 de diciembre entrará en funciones no significa que deje de estar en campaña.
Más allá de la gira del agradecimiento que iniciará en un mes en Nayarit, o que promete que su presidencia será itinerante, las intenciones del tabasqueño son más profundas.
El Presidente Electo diseñó la nueva forma de distribuir los recursos de programas federales que le garantizará tener el pulso de lo que sucede en cada vivienda del país.
No es metafórico.
El pasado sábado Olga Sánchez Cordero dio a conocer que en lugar de los cientos de coordinadores de los programas sociales que desplegaban las dependencias federales, ahora habrá un solo delegado nombrado por él en cada estado que dirigirá el reparto de recursos federales.
Cada uno de estos delegados estará apoyado por delegados regionales. En total serán 264 delegados regionales en los que se incluyen los de zonas rurales, zonas urbanas y etnias.
Estos delegados regionales deberán organizar censos casa por casa para conocer las necesidades de cada familia, desde becas, personas de la tercera edad, discapacitados, etcétera.
Esto es, López Obrador tardará un tiempo en hacer los censos y sistematizar la información para luego aplicar los recursos.
Esto, parece, echaría por la borda todos los esfuerzos previos de dependencias como la actual Desarrollo Social a través de padrones de beneficiarios, o el INEGI que ya tiene esos datos sistematizados a través de los censos y conteos de población que realiza periódicamente.
Lo que el próximo gobierno intenta es seguir en campaña, mantener el contacto directo con la población, y en nombre directo de López Obrador entregarles los satisfactores que necesitan.
Así, la presencia del tabasqueño será constante y estará en ruta hacia la anunciada consulta de revocación de mandato de 2021.
Esta estrategia, afirmó Sánchez Cordero, se realizaría tratando de no confrontarse con los gobiernos estatales y municipales que no sean de Morena, y buscando en la medida de lo posible tener una relación “tersa” con ellos.
Pero López Obrador no sabe de tersuras.
En los hechos es una estructura personal, que buscará llenar todos los espacios políticos, públicos que tenga disponibles.
A esta estrategia se suman las reuniones en materia de seguridad pública que los gobernadores y alcaldes de Morena deberán sostener cada mañana y de las que darán cuenta al tabasqueño.
López Obrador está dispuesto a acaparar la atención mediática y estar presente en cada hogar mexicano en los próximos seis años como ninguno antes lo ha hecho, y eso le conllevará un costo de la misma magnitud.
Si a tres meses y medio de tomar posesión ya dicta instrucciones al gobierno actual sobre cómo debe ser heredado el poder, si ya acapara la agenda pública con apariciones a diario, si ya anunció que generará una estructura personal por todo el país, si anuncia consultas para los temas del Aeropuerto, de la Pacificación, de la Reforma Educativa, deberá estar también listo para tener que pagar el costo de semejante despliegue.
Tal vez ese golpe de realidad sea el que obligó a Andrés Manuel López Obrador a aceptar que su seguridad personal es tema prioritario.
Cómo se adelantó en este espacio, el presidente electo no será resguardado por el Estado Mayor sino por un equipo propio, de profesionistas, que tendrán un curso de capacitación y, sobre todo, deberán tener lealtad absoluta hacia López Obrador.
Es eso lo que el tabasqueño más valora: la lealtad. Por ello dejará la política social en sus delegados personales, más leales que capaces. Al tiempo.
