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AMLO, hacia el 2030

El poder no se comparte y no se gana para perder, son principios básicos de toda lucha política electoral…

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Hugo Morales Galván

Llegó el día que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) esperó más de 20 años. Inicia el principio de los sueños de más de 30 millones de personas quienes fastidiadas por los gobiernos del PRI y del PAN, y a nivel de local del PRD, lo catapultaron con una votación inédita a instalarse en Palacio Nacional. Nunca un cambio presidencial había suscitado tanto morbo e interés político en México, como la unción del tabasqueño.

En el mediano plazo, habrá que pensar en una reforma constitucional que permita acortar el tiempo entre el triunfo de un candidato presidencial y su toma de protesta. Es mucho el desgaste político del ganador, y mucho más aún la negligencia ausencia de quien termina su mandato. En concreto, después de julio pasado el país no mejoró en ningún aspecto. Muy al contrario, empeoró, y Enrique Peña Nieto y su gobierno desaparecieron, dejaron que el peso de la gravedad cayera sobre quienes se harán cargo de la administración federal durante los próximos seis años.

Pero el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se va a extender al menos durante los próximos dos sexenios. Puede que la 4ª. Transformación se convierta en la 4ª. Decepción, pero para que eso suceda va a pasar mucho tiempo; mucho más del que imaginamos. No tanto porque en realidad vaya a generar cambios estructurales para una nueva Nación, sino porque son muy profundas las heridas y el dolor causados por los sucesivos gobiernos priistas y panistas, o perredistas. El resentimiento y la impotencia serán un generador de legitimidad para el nuevo gobierno. Todas sus acciones serán justificadas, así se traten de un error. 

Varios factores permiten suponer que el gobierno de AMLO tendrá una continuidad en el tiempo. Aunque se retire del servicio público, en su entorno se recreará una especie de maximato callista de donde con su anuencia decisiva, habrá de surgir su sucesor o sucesora. Seguro, faltan seis largos años, pero llegado el momento, Claudia Sheimbaun, Ricardo Morenal o Marcelo Ebrard, sabrán resolver sus diferencias y aún con el desgaste del ejercicio de gobierno, tendrán la fuerza necesaria para un segundo mandato presidencial de Morena.

No hay enemigo posible ni visible en el mediano y largo plazo, que pudiera arrancarles triunfos significativos y poner en riesgo el proyecto lopezobradorista. 

La oposición sufre una penosa descomposición. No alcanza a entender lo sucedido. Tanto que, en su inanición política y económica, se sigue peleando por mendrugos de pan. No se resigna a perder los espacios públicos y la vida de lujos, adquiridos bajo el amparo de la riqueza mal habida y la corrupción. Ha perdido base social y difícilmente podrá recuperarla sin el dinero de la administración pública y los recursos provenientes de la corrupción (ambulantaje, reclusorios, moches, diezmos por obra pública y contratos) con los  que nutría sus clientelas político-electorales.

En contrapartida, Morena tendrá las arcas, los proyectos sociales y el discurso legítimo para mantener y acrecentar el voto popular.

En ese escenario, salvo el Movimiento Ciudadano, que se ha convertido en una fuerza emergente, sin el descrédito del PRI, del PAN o del PRD, no se vislumbra en el mediano y largo plazo quién pudiera poner en riesgo el proyecto político de Morena en los tres niveles de gobierno y en su expresión legislativa.

Andrés Manuel López Obrador y su proyecto se perfila para gobernar al menos hasta el 2030. Difícil de pensar en este momento en una posible relección. Pero con el sometimiento total de la militancia y la dirigencia de Morena, no sería descabellado pensar en una reforma constitucional que permitiera su prolongación mediante una reelección.

Sin embargo, no será necesario. Su peso político es de tal magnitud que quien lo sustituya en el 2024-2030, lo hará con sumisión plena, aún con perfil propio, salvo que quiera caer de su agrado, y sea el propio el tabasqueño quien lo lance al Circo Romano para ser sacrificado por sus seguidores, que son más de los 30 millones de votantes.

El poder no se comparte y no se gana para perder, son principios básicos de toda lucha política electoral. Así lo ejecutó el PRI, así lo entendió el PAN, así lo practicó el PRD. Morena no descubrirá nada nuevo, sólo que ahora tiene todo para gobernar, mínimo, hasta el 2030 o más.

El Maximato callista se vistió de color vino.

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