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Aniversarios en Alemania

Tres películas alemanas sobre un pasado que este año cumple medio siglo.

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Por Fulvio Vaglio

Un drama de 1975. Una comedia exhilarante de 2001. Un docudrama de 2008. Tres documentos con los que la cinematografía alemana ha hecho la cuenta con los años de la contestación. El drama y la comedia han hecho bien su tarea; el documental, en mi opinión, mucho menos.

El drama es de Volker Schlöndorff y Margarethe von Trotta, casados en aquel momento; se titula El honor perdido de Katharina Blum y fue extraído de la novela homónima de Heinrich Böll. Desenmascara la falta de escrúpulos de la prensa oficialista y amarillista, cuyo héroe epónimo era Axel Springer y cuyo retoño principal fue el Bild, un tabloide que empezó a salir en 1952 y se mantuvo como el periódico de mayor tiraje tanto bajo los gobiernos conservadores de la segunda posguerra, como durante la primera fase de la socialdemocracia en el gobierno (1969-1982).

El Bild no era solo: aunque no formó nunca pare de la cadena editorial de Springer, las mismas críticas (y hasta más fuertes), apuntaron hacia Der Spiegel, un semanal fundado en 1947: en el periodo más candente del conservadurismo alemán, la revista fue a menudo citada como ejemplo de la que Hans Magnus Enzensberger llamó la “objetividad pretendida” (y, obviamente, nunca lograda); por una vez, tanto los conservadores como los socialdemócratas fueron de acuerdo en condenar al semanario: Franz Josef Strauss lo llamó “la Gestapo  de nuestro tiempos”; Wllly Brandt fue más allá y lo llamó Scheißblatt, “periódico de mierda”.

Fue acusado de mantener dos raseros distintos para los políticos del momento (a los que involucraba con saña en escándalos de todo tipo, verdaderos o inventados) y a los ex nazi y ex SS, cuyo pasado no revolvía a fondo y trataba con ojo benigno. Con estos antecedentes, no es difícil entender que ambas publicaciones fueran objeto de ataques virulentos durante la contestación estudiantil de 1966-69 y de la represión que los siguió.

En la novela de Böll y en la película de los esposos Schlöndorff-vonTrotta, no cuesta trabajo reconocer el Bild: inmediatamente ante de los créditos finales, un disclaimer sarcástico no recuerda que cualquier referencia al Bild-ZEITUNG “no es intencional, sino sencillamente inevitable”. La protagonista, Katharina Blum, es sospechosa de haber dado refugio en su casa a un peligroso terrorista; en efecto, Katharina se ha enamorado de un joven anarquista (Ludwig Götten) que acaba de conocer en un reventón, y ha pasado la noche con él, sin saber que Ludwig era seguido y espiado por la policía.

Un periodista escandalístico (Werner Tötges) se lanza sobre el scoop, falsificando declaraciones de los que conocen bien a Katharina, incluyendo a su propia familia: con la ayuda de la policía, logra manipular la información, presentando a la muchacha como una mentirosa (los amigos la conocen como “la monja” por su estilo de vida recatado), representante de una juventud desviada por ideas marxistas y la fascinación de la lascivia.

Tötges acaba con su reputación: al final Katharina le tiende una trampa: se finge dispuesta a negociar una entrevista exclusiva a cambio de bastante dinero; Tötges cree tenerla en sus manos y le pregunta sin ambages si se va a acostar con él antes o después de la entrevista; Katharina le dispara y lo mata. En la penúltima escena de la película, Ludwig y Katharina se cruzan en el pasillo de la cárcel y se funden en un abrazo ante de que los separen para llevárselos en direcciones contrarias.

En el epílogo, el dueño del periódico pronuncia la oración fúnebre sobre el ataúd de Tötges, condenando ese asesinato como un ataque a la libertad de prensa y a la “joven democracia alemana”.

La comedia de 2001 (Qué hacer en caso de incendio, de Gregor Schnitzler) bien podría llamarse Once años después. En 1988, un grupo de anarquistas berlineses tenía la costumbre de poner bombas caseras en edificios deshabitados de zonas residenciales: la película inicia con una bomba que no explota. Han pasado once años y el grupo se ha desmembrado: sólo Hotte (el otrora jefe del grupo, que hay perdido las dos piernas cuando un vehículo-hidrante de la policía le pasó encima) y su amigo Tim se mantienen en la militancia radical contra el sistema; los otros han rehecho sus vidas, algunos muy bien, otros más o menos, pero todos alejados de los ideales de sus años de juventud.

De repente la bomba explota y la policía, pensando encontrarse frente a un nuevo brote del virus revolucionario, decide intervenir los focos de resistencia que no han dejado de vigilar; en uno de los edificios (precisamente el habitado por Hotte y Tim) encuentran cajas que, mientras sean peras o manzanas, llevan al depósito en un sótano de la comandancia; las cajas contienen una colección de videos, que el grupo de anarquistas había grabado, como testimonio para las futuras generaciones.

Ahora todo el viejo grupo debe regresar a la ilegalidad para recuperar o destruir los videos antes de que la policía pueda examinarlos; para eso tienen que introducirse en los sótanos de la comandancia: para Hotte y Tim es un regreso glorioso a sus andadas, pero para los otros significa poner en peligro las vidas cómodas, si no felices, que se han reconstruido. No les cuento el final: toda la película es recorrida por una vena de humor inteligente y cáustico, y vale la pena verla.

El docudrama se llama El complejo Baader-Meinhof, es de Uli Edel (el mismo que, antes, nos había regalado Última salida a Brooklyn y El cuerpo del delito) y trata de reconstruir el origen, la culminación y la derrota final de la banda terrorista alemana conocida como RAF (Fracción del Ejército Rojo), desde las protestas estudiantiles de 1967-68, hasta el debut de la banda como asaltantes de bancos a partir de 1970, la alianza progresiva con los guerrilleros palestinos (pasando por la masacre de atleta israelíes en Múnich, 1972), la detención de la llamada “primera generación” de la banda y el proceso (1975-77).

Si bien no lo afirma del todo explícitamente, Edel deja entender con suficiente transparencia que los “suicidios” de Ulrike Meinhof (noche entre 8 y 9 de mayo, 1976), Andreas Baader, Gudrun Ensslin y Jan-Carl Raspe (noche entre el 17 y el 18 de octubre de 1977) fueron, en realidad, asesinatos extrajudiciales.

Los recuentos que se hicieron, tanto del proceso, como de los presuntos suicidios, dan mucho que dudar acerca de la versión oficial, según la cual los cuatro habían decidido suicidarse la misma noche, para crear una opinión pública hostil al gobierno de Helmut Schmidt). Cuatro, porque a Baader, Ensslin y Raspe hay que agregar Irmgard Möller, que intentó “suicidarse” clavándose cuatro cuchilladas cerca del corazón y sobrevivió.

Aun así, la reconstrucción de aquellos días cita y presenta anécdotas reales, pero omite cosas que hubiera importante citar: por ejemplo, la coincidencia, a decir poco extraña, entre la decisión del gobierno alemán de tomar por asalto el avión secuestrado por los palestino y detenido en Mogadiscio: ese asalto y el “suicidio” de los cuatro prisioneros en la cárcel de altísima seguridad de Stammheim sucedieron en las primeras horas de 18 de noviembre; unas horas después otro comando de la RAF mató, en represalia, a Hans-Martin Schleyer, el dirigente de la asociación alemana de empresarios (otro ex nazi) que habían secuestrado para forzar el intercambio con los reclusos.

O, para proporcionar otro ejemplo, el clima de intimidación y condena anticipada en el que se desarrolló el proceso, con el cateo policial a las oficinas de los abogados de la defensa (y la detención de varios de ellos), y con las declaraciones del Ministerio Público Federal, Siegfried Buback (ex nazi), según el cual “gente como Baader no merece un proceso justo”.

Se cita, pero sin ubicarla en la dialéctica de los procesos, la encuestan según la cual uno de cuatro jóvenes alemanes, al comienzo de la actividad de la RAF, se decía favorable a ellos: cómo cambió la percepción pública del grupo armado en los años sucesivos, y qué influencia tuvieron los medios, Bild y Spiegel a la cabeza, sobre este cambio, el documental no lo dice: y sería fundamental.

El documental no parece reflexionar de manera convincente sobre ese episodio reciente de la crisis de las izquierdas alemanas (y no sólo alemanas): como consecuencia, se mueve constantemente en la línea delgada que separa el reportaje del panfleto: casi siempre se mantiene en el primero, pero a veces, inevitablemente, roza el segundo).  Muchos enfrentamientos a fuego (quizás demasiados); poco sobre los conflictos ideológicos y pragmáticos entre los encarcelados en Stammheim; muchas referencias a Vietnam y al conflicto árabe-israelí, pero hechas casi en passant, como para decirnos: ¿qué quieren?, eso es lo que se vivía en aquel momento. De un documental, me hubiera esperado más.

Ojalá que este 2018 salga una reflexión más profunda sobre los acontecimientos de hace cincuenta o cuarenta años y sobre lo que realmente representaron: parálisis de la fantasía política, impotencia generalizada, huidas hacia adelante, asesinatos disfrazados de suicidios y suicidio político de una generación disfrazado de lucha armada.

 Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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