Arturo Páramo
En la historia moderna del país no se había registrado un momento tan sui generis como el que hemos vivido los últimos cuatro meses de 2018, cuando un gobierno entrante ha desatado un periodo de tal hiperactividad que el futuro del nuevo régimen y del país están en el terreno del pronóstico reservado.
La tan anunciada Cuarta Transformación ha sembrado nuevas ideas, conceptos, propuestas y visión de futuro que han sido difíciles de asimilar, de digerir y su instrumentación aún está por verse.
El entorno de La Cuarta ha estado sembrado de consultas fuera de la ley cuya validez está sustentada en la imperativa necesidad de dejar claro que quien ya manda en este país despacha en la Calle Chihuahua de la Colonia Roma y no en Los Pinos.
La compulsión por tocar todos los rubros de la vida nacional lleva a propuestas tan poco claras como una Constitución Moral, el manejo de conceptos como “justicia transicional”, o la “democracia familiar” que pueden ser incomprendidos o mal ejecutados.
“La tormenta ya está pasando”, dijo prematuramente López Obrador tras el anuncio de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en Texcoco. En realidad era la llovizna que precedía al huracán.
Una persistente caída en el valor del peso frente al dólar, pérdidas para los trabajadores que tenían su dinero invertido en las Afores, la debacle en apenas unas horas de la Bolsa Mexicana de Valores por la ocurrencia de Ricardo Monreal de reducir o cancelar las tasas de interés de bancos, sólo son un recordatorio del delicado equilibrio que tiene la economía nacional.
Respecto a la propuesta de Plan de Paz y Seguridad, ésta no ha dejado a nadie satisfecho fuera de Morena y del equipo de López Obrador.
Las organizaciones sociales con un largo camino en la defensa de los derechos humanos, del estudio y asesoría en materia de seguridad pública, y del análisis académico, junto con organizaciones tan importantes como Amnistía Internacional, la Comisión Interamericana de derechos Humanos, y la ONU, han rechazado la creación de una policía militar disfrazada de Guardia Civil Nacional y van a controvertirla ante las instancias judiciales que sean necesarias.
La reunión del domingo pasado con miembros de las fuerzas armadas ratificó los miedos expresados por las 150 organizaciones reunidas en el colectivo #SeguridadSinGuerra.
Una batalla más se anunció este fin de semana cuando los gobernadores panistas anunciaron su enérgico rechazo a los recientemente nombrados superdelegados que, aseguran, los deja como simples adornos o “invitados” a las mesas de trabajo que encabezarán por la mañana en cada entidad.
Desde Jalisco se puede estar gestando la esperada oposición articulada y consistente en contra López Obrador, encabezada por el gobernador Enrique Alfaro.
El futuro está lejos de ser la tersa transformación nacional ofrecía por López Obrador. El inicio de sexenio de pronóstico reservado, con un presupuesto que está en proceso de elaboración y que aún deja dudas sobre el alcance de la llevada y traída austeridad republicana. No hay cifras, no hay un anteproyecto concreto del nivel de recorte al gasto, de las miles de plazas laborales que se perderán. Miles huyeron de la administración pública antes de ver reducidos sus salarios.
Una más. Los anacrónicos dirigentes sindicales charros o no, oficialistas o no, siguen ahí y no se irán: Romero Deschamps, Víctor Flores, Agustín Rodríguez, Francisco Hernández, Martín Esparza; el retorno de Napoleón Gómez Urrutia, y el anunciado retorno de Elba Esther Gordillo. Ninguno será combatido por el gobierno. Se convertirán en aliados de La Cuarta.
El anuncio de un “amnistía de facto” para los presuntos responsables de actos de corrupción significó un duro golpe a los pilares mismos del lopezobradorismo y tuvo alcances de traición para algunos de los seguidores del tabasqueño.
Demasiado ruido, muchos frentes abiertos, de nueva cuenta una abierta polarización y confrontación, y caos a punto de estallar en torno a un gobierno que aún no inicia y que está en el terreno del pronóstico reservado.
