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Beny Moré impuso a Pérez Prado (III)

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• En el café Sorrento, por el viejo Hotel del Prado, literatos y aspirantes a periodistas alternaban con el ‘León Dorado de las Barbas Blancas’, León Felipe.

Al hablar de mambo, no podemos olvidar a Dámaso Pérez Prado, su creador, y a su época, a lo que los maestros de la crónica Severo Mirón y Ricardo Valdez Olay coincidieron en afirmar que fue el Beny Moré quien impuso al ‘Car’e foca’, ya que éste siempre fue su músico de cabecera, y no al revés, como cree la gente.

“Recuerdo bien -dijo Severo Mirónque frente a la PGR había un mercado de discos, ahí en San Juan de Letrán, del cual era dueño un cubano de nombre Heriberto Pino, quien durante años fue protector de una de las mancuernas más fabulosas que ha tenido la música: Beny Moré y Dámaso Pérez Prado.” El bueno era Beny, muy aficionado a los aperitivos y a las mujeres, y quien acudía frecuentemente al café El Faro, ubicado en la calle de Uruguay, casi esquina con San Juan de Letrán, en donde se reunía con gente de teatro como Jesús Martínez ‘Palillo’ y Alfonso Brito.

La voz y presencia de quien fue llamado El Bárbaro del Ritmo, hizo toda una época en el ambiente de la farándula de los años 40 en México; Pérez Prado siempre estuvo a su sombra, él le hizo los arreglos a ‘José’ y ‘La Múcura’, entre otras canciones.

Esa circunstancia lo llevaría a relacionarse con Mariano Rivera Conde, en ese tiempo el hombre fuerte de la RCA, Víctor, y con mucho olfato para los artistas, tanto que cuando el Beny empezó a tener problemas, le dio el impulso final a Pérez Prado, quien al parecer vivía en un cuarto que le había alquilado Heriberto Pino.

LOAS A LAS AVENTURERAS

Una de las modas que surgieron en esos años, comenta Valdez Olay, fue la de cantar loas a las mujeres que se ganaban el pan con “algo más” que el sudor de su frente. En las viejas rockolas se escuchaban temas del momento dedicadas a las trotacalles. Agustín Lara inició la moda con “Aventurera”, y otros autores siguieron con la temática con referencia a la “Mujer de la calle”, “Perdida”, “Pecadora”, etc., que en voz de Fernando Fernández y con Los Panchos pasaron del acetato al cine.

Olay, con una sonrisa pícara, recuerda las tarifas que cobraban las “chicas de tacón dorado” de esa época en la calle del Órgano, de 1 a 3 pesos; las mejores se dejaban pedir hasta 8 pesos, las ambulantes de avenida Hidalgo y Santa Veracruz eran de 15 a 30 pesos; claro, en la casa de La Bandida -que no estaba en el área- había hasta de 150 pesos.

Los cafés fueron también muy importantes en esa época, los historiadores señalan que El Faro, El Árabe, El Jarocho, El Greco y El París llenaron toda una época en el ambiente artístico de México; incluso, El París fue fundado en los años 30 por una ex prostituta que guardó sus ahorros de los que ‘hizo’ en Cuauhtemotzín y le dio un toque literario.

“Javier Villaurrutia, Carlos Pellicer y Salvador Novo, se reunían mucho en el mencionado café, porque no les gustaba juntarse con la chusma de El Columpio. Eran muy ‘exquisitos y talentosos’”, reconocen los entrevistados.

ME ENTRENABA EN LOS PLEITOS: KID AZTECA

Futbolistas, cantantes, nadadores, poetas y, naturalmente, boxeadores, vivían a diario en El Columpio, como quien fuera el eterno campeón welter de box mexicano y de quien alguna vez comentaron que no fue campeón mundial porque no quiso: Luis Villanueva Páramo, el Kid de Tepito, quien luego fue nombrado el Kid Chino, por lo rasgado de sus ojos e internacionalmente conocido como Kid Azteca.

Conocido por este reportero años atrás en la calle de Obreros , en el barrio de Tepito, en donde fomentaba su “vicio”: el dominó, al comentarle en su última época del tema del reportaje sobre El Columpio, sólo suspiró, entre cerró los ojos y dijo: “Ahí estaban todos los que eran alguien y también los que querían ser, porque lo mismo se encontraba una bailarina de segunda tiple, que a Tongolele o Beny Moré en un cafetín, o simplemente echando tragos en El Tranvía (en la 16 de Septiembre).

“A mí siempre me ha gustado el dance, las viejas, el dominó y el box, y para poder obtener todo eso, pues nos íbamos al Waikiki, que estaba ubicado en el 19 de Paseo de la Reforma. Ahí encontrabas desde políticos hasta periodistas, como era ‘El Pito’, no, no, no, perdón, Joaquín ‘Pita’ Cabrera, que era un reportero de espectáculos muy popular, que nunca se supo en qué periódicos escribía, pero luego llevaba sus notas”.

-Campeón, ¿recuerda alguna anécdota durante sus visitas a la vida nocturna de México?

–¡Uy! podrías escribir la Biblia de nuevo, pero una cosa sí te puedo decir, que en una noche presencié 10 pleitos que se escenificaron en el Waikikí.

-Pero, campeón, eso iba contra la vida de un deportista.

–No, carnal, a mí me servía de entrenamiento, dijo con una carcajada.

Sin lugar a dudas, El Columpio tenía otros sitios para asistir, desde románticos hasta guapachosos. Quienes no querían ir al Waikikí se quedaban en El 33, de San Juan de Letrán, en donde tocaban El Batachá y Lobo y Melón, además de que fue el apogeo de las grandes orquestas, como Larry Son, Acerina y su Danzonera, El Pelón Riestra, Juan García Medeles, Ismael Díaz, Pepe Luis, José Sabre Marroquín y Emilio B. Rosado.

La acción del regente Alfredo P. Uruchurtu y su disposición de cerrar a la una de la mañana, por eso se denominaba la hora ‘U’, empezó a acabar

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