Jorge S. del Villar
Acabo de visitar la exposición “Las Huellas de Buda”, en el Museo de Antropología. Me atrevo a afirmar que es de las mejores exposiciones temporales acerca del budismo a nivel internacional en tiempos recientes. Lo digo como historiador del arte, pero también como economista.
La osada afirmación que emito no se debe a la calidad tanto histórica como estética de las piezas maestras que se exhiben, ni al exuberante número de ellas. Lo que hace única a la exposición es la brillantez de quienes, con limitados recursos, la montaron.
La genialidad consiste en que enseña desde a una persona que nunca ha visto una pieza de arte budista, hasta a un experto en la materia, en una perfecta ilación, lógica y narrativa.
Vale la pena leer las epígrafes de todas las piezas, pues te van sumergiendo no sólo en el conocimiento sino en la experiencia. Incluso hay un cuarto para meditar, incorporando así las enseñanzas de Siddhartha, quien a diferencia de Jesús nunca afirmó ser hijo de Dios, sino que habló de una transformación interna que cualquier persona puede alcanzar.
No tengo el gusto de conocer a la curadora, que según los créditos se llama Karina Romero Blanco. A decir de su trabajo, una excelente funcionaria pública. El mérito de esta exposición no sólo es artístico sino también económico. Los responsables tuvieron el acierto de conformar una exposición inigualable a muy bajo costo.
Quienes hemos estudiado el arte asiático, tenemos conocimiento de que las grandes colecciones se encuentran en museos como el de Shanghai, el Nacional de Tokio y la Freer-Sackler Gallery en Washington DC. Traer las colecciones completas de esos afamados museos es no sólo costosísimo sino prácticamente imposible.
Haber descubierto que el Museo del Condado de Los Ángeles, ciudad muy cercana, santuario y amiga de México, había adquirido una de las grandes colecciones de arte budista, fue la primer hazaña de los funcionarios del INAH.
Los elementos didácticos como los cortometrajes animados, utilizando marionetas de papel, son una verdadera obra artística y monetaria. O sea, nos ahorraron decenas de millones a los mexicanos.
Gracias a que tenemos funcionarios preparados en la Secretaría de Cultura, las posibilidades de que suceda una tragedia como lo ocurrido en el Museo Nacional de Brasil son muy bajas.
Uno de los grandes logros de nuestro país es haber formado, durante décadas, a funcionarios públicos profesionales en diversas ramas del servicio público como lo son la diplomacia, la cultura, la política monetaria y hacendaria, con gran experiencia y posgrados de las mejores universidades del mundo.
Tendemos a confundir a los funcionarios públicos profesionales con los políticos corruptos que no tienen llenadera, como los “góberes preciosos” que han desfalcado a sus estados.
¿Qué sucederá con la curadora Karina Romero Blanco en la próxima administración? ¿Se le bajará el sueldo? ¿La despedirán? ¿Cuáles serían sus alternativas? ¿En vez de dedicarle su talento al país, trabajaría para algún multimillonario que tiene una colección privada secreta en su casa o en bodegas? ¿Sería contratada por la Freer Sackler Foundation?
Me gustaría saber un poco mejor cómo va a aplicar el ejecutivo la ley de despidos masivos a funcionarios públicos no sindicalizados. Me preocupa que devenga en una fuga masiva de cerebros.
Me tranquilizan los últimos detalles que la guapa futura secretaria del Trabajo anunció con respecto al apoyo a los “ninis”. En realidad, el programa será un programa de becarios. Para sacarle el mayor provecho, la rizada funcionaria debería de vislumbrar cuál es la realidad laboral del futuro.
Si a los dos millones y medio de “ninis” a quienes se les apoyará se les entrena por ejemplo a programar tecnología; entonces SÍ estaríamos hablando de una cuarta transformación.
Resulta que la fuerza laboral de origen mexicano es de las menos preparadas en mecatrónica, que es el oficio del futuro. Mientras tanto estaremos vigilantes de las especificaciones de la política de despidos masivos a funcionarios públicos.
