Alejandra Martínez
Por décadas a los habitantes de la capital del país —y a los de muchos estados—se les acostumbró a entregarles una serie de dádivas, apoyos económicos y atención a sus necesidades, a cambio de muy poco, casi siempre de su voto y, tal vez, en alguna ocasión, de su presencia o alguna mínima forma de participación para solucionar un conflicto social. Ese fue el esquema que usó el PRI y posteriormente copió el PRD, haciendo del clientelismo una de las principales estrategias para mantener el control y la primacía en las urnas.
Ahora que los tiempos están cambiando y un nuevo partido gobierna, se anuncian transformaciones en la forma que operará la ciudad, así como en la manera de distribuir sus apoyos y echar a andar las acciones que se pedirán a la gente. En este sentido, el sábado pasado, la jefa de Gobierno puso en marcha el Tequio, mecanismo que entre otras cosas incluye una serie de actividades para el rescate de la ciudad.
El tequio consistirá principalmente en trabajo físico, realizado por los funcionarios del gobierno, que tiene como fin mejorar las condiciones de una comunidad.
El reto es que en los tequios participen también los ciudadanos, que, por supuesto, más allá de que serán los directamente beneficiados, deberán contar con la suficiente motivación para ir y recuperar un espacio de su colonia, para barrer su calle o simplemente cuidar que nadie la ensucie o destruya.
Tal reto no es pequeño, sobre todo en un momento como este, en que se ha logrado una alternancia pacífica de grupos en el poder y la gente en las urnas ha exigido un cambio, sin que paralelamente se haya organizado, movilizado o de alguna manera hecho manifiesto un cambio real y visible en su interés por las cosas que afectan a la comunidad. La apatía que hoy en general muestra la gente hacia la política sigue siendo la misma que antes de las elecciones.
Con esta sociedad, acostumbrada a pedir y exigir sin dar prácticamente nada a cambio, el nuevo gobierno puede que se enfrente con uno de sus principales obstáculos. Porque para muchos de esos ciudadanos resulta fácil exigir que el gobierno haga lo que ellos mismos muchas veces no practican ni siquiera en sus hogares.
Para solucionar los grandes problemas el gobierno entrante le apuesta a la corresponsabilidad, pero ¿qué va a hacer, cuál será la alternativa, si la gente no quiere realizar cambios en su propia vida como sí quiere que cambie el gobierno? ¿Hay acaso un “plan B” si es que la ciudadanía no tiene interés, no desea colaborar o simplemente no está lista para hacerlo?
Porque ya los funcionarios de otros gobiernos han salido a barrer las calles, a despegar los chicles de las aceras, a pintar enrejados y limpiar parques y jardines, y en tales ocasiones ha sido muy triste ver cómo, mientras tanto, los vecinos se mantienen al margen.
Otro aspecto que pondrá a prueba a la gente de la ciudad es la eliminación de las foto multas en radares de velocidad, no sólo por el tema de respetar los límites establecidos, sino por el trabajo comunitario que ahora se impondrá como castigo a los infractores. Aún no sabemos la reacción de la gente cuando deba cumplir con tales sanciones, pero en una ciudad donde la cultura cívica y la convivencia están en pañales será difícil lograr que los millones de capitalinos encuentren la motivación suficiente para cumplir con la dinámica en que el gobierno los quiere involucrar.
Por el bien de la ciudad y de su pacificación será bueno que el gobierno logre motivar a todos los ciudadanos a cumplir con sus responsabilidades cívicas, ya que, solo, sin la participación directa y activa de la gente, el gobierno no podrá realizar la transformación que todos deseamos.
