Una Claudia Sheinbaum desconocida fue la que se vio el miércoles en el último debate entre los siete candidatos a llegar a la Jefatura de Gobierno de la CDMX, pues se salió de su guión o, peor aún, interpretó otro que no le favoreció en nada.
Contraria a su costumbre de tener que estar respondiendo a ataques de sus oponentes, la exdelegada en Tlalpan no esperó nada y desde su primera intervención inició una embestida directa en contra de
Alejandra Barrales, su contendiente más peligrosa.
Aunque siempre presumió su ventaja en las encuestas, Claudia dejó a un lado las propuestas y arreció los ataques, lo que dejó entrever que algo en su rival le preocupaba; no contaba con la panalista Purificación Carpinteyro, quien, con una actuación histriónica, le robó el show y la exhibió.
Cuando recibió el primer revire de Barrales, la aspirante de Morena ratificó que no está preparada para las batallas discursivas, pues, además de descomponer su semblante, dejó salir la peor “cualidad” de un político: la soberbia y la prepotencia.
Quiso hacerse la simpática ante los ataques y se vio casi ridícula. Quiso ignorar los temas escabrosos y se vio sobrada, como si nadie de los presentes estuviera a su altura o la mereciera, y eso le hará mucho daño.
La audiencia en general captó esos desplantes y a todo el mundo le quedó muy claro que la única fortaleza que en realidad tiene es el apoyo de Andrés Manuel López Obrador; fuera de ello, sigue siendo una candidata muy limitada.
Enfocó su actuación hacia el voto duro —ese que ya tiene amarrado— y descuidó a los indecisos o a los inconformes. Su actuación los espantó, pues aún no llega y ya sacó sus rasgos de intolerancia y prepotencia.
Ése fue un grave error, pues muchos coinciden en que quienes no han manifestado su preferencia en las encuestas —que son muchos— pueden definir la elección; la cosa se puede complicar para la científica.
Y más aún porque no les dio importancia a casos de corrupción de candidatos de Morena como Francisco Chiguil en GAM: Layda Sansores en Álvaro Obregón, Rigoberto Salgado en Tláhuac o la Línea 12 del Metro, por ejemplo.
Los morenos están nerviosos porque en estos últimos días les han estallado diversos casos de corrupción —que les restarían apoyos—, además de que tienen miedo de la operación territorial que los caciques perredistas puedan hacer el día de la elección.
Lo que se juega es mucho y los amarillos no se detendrán para hacer lo que sea necesario —aunque pudiera estar en el filo de la ley— para impedir el triunfo de Morena y eso tiene nerviosa a Sheinbaum, que sabe que no la tiene segura.
En resumen, aunque indudablemente sigue adelante en las encuestas, Claudiafue la gran perdedora del tercer debate por su pésima actuación y habrá que ver hasta dónde puede salir perjudicada.
CENTAVITOS… Por cierto, quizá el ganador del debate haya sido el priista Mikel Arriola, quien llegó con una canasta de propuestas —algunos dirían populistas— que conectaron con la audiencia. Ofreció quitar la tenencia, las arañas, bajar a la mitad el costo de los trámites para taxistas y que serían gratis las licencias de conducir y la verificación; música para los oídos de los votantes… La más segura y conocedora de los temas fue, sin duda, Alejandra Barrales, que se ve más vivita que nunca y confiada en repuntar. Y quien tuvo una exposición muy estructurada de lo que sería su gobierno, que, además, cerró con una crítica muy sólida al lopezobradorismo, fue Marco Rascón, que, aunque no tiene posibilidad alguna de ganar, puede ayudar al Partido Humanista a conservar su registro.
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