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CDMX

CRIANDO CUERVOS / De cromatógrafos, políticas públicas e ineptitudes

Muchos de esos convenios o colaboraciones que emprenden las autoridades con los investigadores y científicos se quedan, algunos, en puras buenas intenciones, y muestran la incapacidad de las autoridades.

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Por Javier Ramírez

Que los gobiernos se acerquen a los institutos de enseñanza superior o a centros de investigación serios, para buscar alternativas de solución a los problemas que enfrentan, suele ser una buena noticia.

Sin embargo, muchos de esos convenios o colaboraciones que emprenden las autoridades con los investigadores y científicos se quedan, algunos, en puras buenas intenciones, y muestran la incapacidad de las autoridades.

El gobierno capitalino anunció, la semana pasada, la adquisición de un sofisticado equipo de “cromatografía de gases con detector de masas, acoplado a un sistema de desorción térmica para aerosoles-gases”, que fue entregado al Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM para su operación y cuyo fin es el estudio de las partículas menores a 2.5 micras, mejor conocidas como PM 2.5.

Mezquino sería dudar del buen uso y la correcta interpretación de los resultados que obtengan los investigadores universitarios con esta dotación de instrumentos.

También es probable que de la Máxima Casa de Estudios salga alguna sugerencia o proyecto de política pública para prevenir, controlar y mitigar los efectos de las PM 2.5 en la salud de los capitalinos.

Seguramente se elaborará un detallado estudio que culminará con amplias y muy técnicas conclusiones.

A los funcionarios, por supuesto, les harán el favor de entregarles -para su mejor entender- un resumen ejecutivo de algunas cuartillas, que incluirán las propuestas de acción a corto, mediano y largo plazo, junto con la proyección de resultados y las consecuencias de no hacerlo.

¿Y después?

Después habrá que esperar que no ocurra lo mismo que en 2006, con el mega estudio que se hizo en el Valle de México y en el que participaron más de 450 investigadores provenientes de 150 instituciones repartidas en 30 países.

Se llamó proyecto MILAGRO, por sus siglas en inglés, y con base en él se elaboraron al menos 32 recomendaciones para el diseño de políticas públicas en busca de mejorar la calidad del aire, y que se incluyeron en el último Proaire.

Mucho antes, en 1986, el entonces Gobierno del Distrito Federal publicó las 21 Acciones para Disminuir la Contaminación Atmosférica; al año siguiente, científicos y ecologistas presentaron las 100 Medidas Necesarias, un catálogo de propuestas para reducir las emisiones contaminantes.

Es decir, ideas desde la academia sustentadas en estudios, análisis y proyecciones ha habido prácticamente desde antes que las autoridades se dieran cuenta que tenían que intervenir en el asunto.

Hace 12 años, el Centro Mario Molina presentó un proyecto para elaborar políticas y estrategias encaminadas a la mejora de la calidad del aire en la Zona Metropolitana del Valle de México y en él, de manera particular, se urgía a mejorar el transporte público.

Ese estudio establecía que era deseable una tasa de expansión anual de los sistemas de transporte colectivo de al menos 40 kilómetros durante los próximos diez años.

Y veían que el problema no era sólo del entonces Distrito Federal, sino que era y sigue siendo regional, pues subrayaba la necesidad de integrar las redes capitalinas de transporte y las del Estado de México.

¿Qué se logró a casi un lustro de que expertos pusieran sobre el escritorio de los funcionarios lo que se debía hacer para mejorar la calidad de aire en la ciudad?

Datos duros dan la respuesta.

El Sistema Metrobús tiene siete líneas que suman 140 kilómetros, la Línea 1 comenzó operaciones en 2005, lo que da una tasa de crecimiento anual de 10.7 kilómetros al año. Insuficiente.

En el Metro la cosa no pinta mejor, el sistema tiene 196 kilómetros, la Línea 1 se construyó hace 49 años, el promedio de construcción es de cuatro kilómetros anuales. Es, lo que le sigue de insuficiente.

Y ya ni hablar del agonizante sistema de trolebuses y la única línea de Tren Ligero.

Pero las malas noticias no acaban aquí, pues todavía habría que incluir el transporte público en el Estado de México, el cual hace ver al de la capital como uno de primer mundo.

La pregunta ahora es ¿aplicarán las autoridades a pie juntillas las políticas públicas que sugieran los investigadores luego de usar el cromatógrafo de gases o veremos cómo se repite la historia?

Ojalá la respuesta, que ya sabemos, sea la equivocada.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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