Javier Ramírez
Desde el inicio de la LXIV Legislatura, los diputados federales de Morena, salvo honrosas excepciones, han dejado muy en claro el origen de sus candidaturas, -una tómbola-, y con ello el poco o nulo conocimiento que tienen de leyes, normatividad y procesos legislativos, incluso, hasta de la propia Constitución.
A muchos les molesta que los tachen de levantadedos, o de borregos que siguen sin chistar las instrucciones que le hace llegar desde su oficina su ¿líder?, Mario Delgado.
Pero cada vez que se vota una ley que sea del interés de su jefe supremo para que avance su cuarta transformación, entonces presionan el botón que les instruyen, y se olvidan por completo del análisis, del debate, y por supuesto, ni idea tienen de las aberraciones jurídicas que aprueban.
Una de las más grandes fue cuando se aprobó la ampliación del catálogo de delitos con presión preventiva oficiosa, que no impactará en la disminución de delitos, porque simple y llanamente no se impartirá justicia.
Las modificaciones atiborrarán las cárceles y saturarán de trabajo, todavía más, a los jueces y juzgados, y sin que tengan posibilidades de desahogar, ya no se diga los nuevos casos, sino todo el retraso que tienen.
Pero eso sí, los números de capturas y encarcelamientos servirán como base para los otros datos que tanto gusta exhibir López Obrador, pero lo inefectivo de las reformas se lo cargará al Poder Judicial, cuando la realidad es que no se les da ni las herramientas, ni el presupuesto para que puedan ser efectivos.
Y ahora, la semana pasada, los diputados de Morena la volvieron a hacer, esta vez con la aprobación de la Ley de Extinción de Dominio.
Dos diputadas de Morena, Lorena Villavencio y Tatiana Clouthier, y ésta última además vice coordinadora de los legisladores de ese partido, presentaron un par de reservas a esa ley, y que les fue rechazadas por sus propios compañeros.
Y eso que se les advirtió, con todas sus letras y de manera textual, que lo que se estaba haciendo no era más que un engaño al pueblo. Al bueno y al malo.
Clouthier les explicó, desde la tribuna, que el riesgo que corrían de aprobar el dictamen como estaba, era que la ley, al final, fuese inoperante al recurrirse a la figura de venta anticipada en los tribunales.
La Constitución, les dijo, establece claramente en sus artículos 14 y 16 que ninguna persona puede ser privada de sus bienes sino mediante un juicio, es decir, debe imperar la presunción de inocencia.
“Lo que estamos aprobando”, les dijo Clouthier, “es dar al Estado una carta abierta para disponer de los bienes de una persona incluso sin que exista sentencia firme que muestre que el bien decomisado fue obtenido por actos ilícitos. Esto podría ser discrecional, y digo podría porque pudiese ponerlo como un acto de no justicia”.
Y les explicó que no hacer los cambios pertinentes, hará que la extinción de dominio cambie de una herramienta para hacer justicia, a un modo de hacer negocio de los poderosos, justo la esencia de lo que busca acabar la cuarta transformación.
Clouthier cerró su discurso de ese jueves con un llamado a sus compañeros legisladores, y aunque no los nombró directamente, estaba implícito que lo hizo principalmente para los suyos, los de Morena.
“Les pido que no olviden la razón que nos llevó a ocupar nuestras curules en esta Cámara, representar los intereses de los y las mexicanas como mayorías, y legislar para el beneficio de todos, pero en especial, de quienes tienen menos ventajas de conocer en muchos momentos la ley o de pagar a alguien que nos defienda. Cerremos la puerta a la arbitrariedad y a la injusticia”, pero el voto mayoritario de los morenistas decidió abrirle la puerta a ambas.
Piquete de ojos
Aunque en realidad tiene pocas oportunidades de quitarle la dirigencia a Bertha Luján como próxima presidenta nacional de Morena, a Mario Moreno le encanta andar jugando a tapado.
Desde hace semanas anda en gira nacional con el pretexto de ser invitado a los informes de gobierno de los diputados federales representantes de distintos estados.
Su grupo presume el apoyo de al menos 200 legisladores del corral moreno, y la mitad de los gobernadores emanados de esas siglas o las alianzas que los llevaron al poder. Pero lo cierto es que Mario, anticlimático como es, no logra convocar más allá de los ingenuos que se dejan encantar por su labia.
