Javier Ramírez
Esta ha sido una semana determinante para el Partido Acción Nacional, la primera que tendrán en este 2019, año en que cumplirá, en septiembre próximo, ocho décadas de existencia.
El domingo se habrá elegido, en una candidatura de unidad, a Óscar Vega Marín como abanderado para contender por la gubernatura de Baja California.
Y a principios de la semana, sino hubo sorpresas, se habrá designado en la Comisión Permanente del partido, quien será el bueno para la elección extraordinaria a la gubernatura de Puebla, luego de la súbita muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso y su esposo, el senador Rafael Moreno Valle.
El panorama, por mucho que los panitas lo pinten de optimismo, parece que en realidad es de harta preocupación hacia el interior del PAN.
Las encuestas en Puebla, -donde ya habían logrado mantener su triunfo y todo se vino abajo junto con la caída del helicóptero donde viajaban Alonso, Moreno Valle y tras personas más-, deben haber prendido las alarmas azules.
En ese estado la verdadera pelea electoral parece que se está dando ya, y es al interior de Morena, entre el senador con licencia Alejandro Armenta y el ex candidato perderdor en julio de hace un año, Miguel Barbosa, aunque también anda por ahí la senadora con licencia Nancy de la Sierra, pero tendrá una participación más bien testimonial en la interna de Morena.
Y por mucho que el PAN reniegue del intento de imposición de la lideresa de Morena, Yeidckol Polvensky, para que Barbosa repita en la elección de junio próximo, saben que si quieren ser competitivos, él debe ser su rival.
Por eso los insistentes pronunciamientos del líder panista, Marko Cortés, en torno al accidente aéreo en el que murieron la gobernadora, el senador, su ayudante y la tripulación del helicóptero.
Un día sí, y otro también, Cortés fustiga al gobierno federal por la falta de información sobre las causas del accidente y expresa que ello da motivos para pensar en quién es el beneficiario directo de la tragedia.
En cada declaración va subiendo el tono, la última fue que ante la “historia de hechos”, todo apunta a un evento planeado, y desliza, sugiere, pero nunca dice ni dirá, que en quien piensa es en Barbosa.
Sabe que si lo acusara directamente de inmediato la atención se trasladaría al pleito entre ambos y a los dimes y diretes entre quien acusa y el aludido, y esa ruta no es la que buscan en el PAN.
Apuestan por sembrar en la sociedad la sospecha de que Barbosa tuvo que ver con el percance de Alonso, y es con lo que están llenando el espacio que deja la falta de información oficial.
Por ello es que, por mucho que renieguen del nene consentido de Yeidckol, saben que la única oportunidad de no ser arrasados en la extraordinaria de Puebla, es que no llegue Armenta como candidato por Morena.
La otra aduana que tendrá este año Marko Cortés, y que no se ve nada fácil para el líder panista, es Baja California, donde ya deja la silla estatal Francisco de la Vega y es tal el descontento hacia él, que el PAN podría perder su histórico bastión.
De ocurrir, sería muy amargo, casi trágico, que al llegar el festejo octagenario en septiembre, tengan que hacerlo con la pérdida de Baja California, luego de tenerla durante 30 años y ser la primera entidad ganada por la oposición.
Será un semestre muy complicado para Cortés esta primera mitad del 2019, pero al mismo tiempo es una oportunidad, que si logra salir avante, entonces sí podrá comenzar a pensar con optimismo en las elecciones intermedias para renovar la cámara baja.
Piquete de ojos
Tremendo jalón de patilla se debió llevar el secretario de Turismo, Miguel Torruco de parte de López Obrador por la pifia que cometió con el video que presentó dizque de promoción turística del país.
Si no fuera porque resultó patético, sería divertidísimo, pero es el resultado del hiperpresidencialismo que está construyendo AMLO entorno no sólo a su cargo, sino a su persona.
Por lo que dejó ver Torruco, de quien resulta doblemente lamentable un error de ese tamaño pues domina el tema del turismo, es que al interior del gabinete pareciera que la competencia no es por obtener los mejores resultados, sino por agradar y enaltecer el jefe.
Hasta para el propio gabinete federal parece que le es difícil ver con claridad por dónde debe ir para cumplir los objetivos de la famosa 4T. ¿O será que Torruco sí lo entendió bien, pero demasiado pronto?
