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CRÓNICAS DE LA CIUDAD / Adiós a las ‘cuerdas’ de las Islas Marías

Ahora será el Centro de Educación Ambiental y Cultural Los Muros del Agua-José Revueltas.

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Pedro Flores

Se acabaron las cuerdas, sí, aquellas con que ataban inicialmente a los vagos, rateros, toxicómanos, traficantes, asesinos peligrosos y muchos disidentes políticos condenados a las Islas Marías, que después de 105 años haber sido considerada la prisión más cruel e inhumana de México, su fin llegó, y ahora se convertirá en un Centro de Educación Ambiental.

El archipiélago de las Islas Marías, que a finales de los años 70, bajo la dirección del licenciado Francisco Humberto Castellanos de la Garza cambió la vieja imagen al destruir las viejas barracas y convertirlas en casas, introducir el teléfono, el trabajo obligatorio y vivir con familias, labor que fue reconocida internacionalmente, fue declarado como Área Natural Protegida en el año 2000, con la categoría Reserva de la Biósfera.

Este lugar también cuenta con la declaratoria de Patrimonio Mundial de la Humanidad que otorgó la UNESCO en 2005.

Las Islas Marías han navegado en un mar de trámites por los distintos propietarios que han tenido. El señor Vicente Álvarez de la Rosa se las rentó al gobernador de la nación en octubre de 1857, pero el 12 de febrero de 1872 se las quitaron por incumplimiento del contrato.

El 5 de mayo del mismo año le fueron dadas en propiedad al señor José López Uranga, quién las había solicitado en recompensa de sus servicios, pero al servir éste al imperio, le fueron confiscadas, sólo que el astuto López Uranga se acogió a la ley de amnistía dictada por Juárez el 14 de octubre de 1870, y en agosto de 1878 se las devolvieron.

Por 45 mil pesos, él las vendió en junio de 1879 al señor Manuel Carpena, quien inició la explotación de las islas, trabajando las salinas y sacando maderas preciosas. En enero de 1905, la viuda del señor Carpena, la señora Gila Azcona, las vendió al gobierno federal en 150 mil pesos. Y el 12 de mayo de 1905, por decreto del presidente Porfirio Díaz, las Islas Marías se destinaron al establecimiento de una colonia penal.

La negra historia de las Islas Marías fue muy fuerte durante los primeros 50 años del siglo pasado. El cineasta Emilio el “Indio” Fernández, junto con Pedro Infante, retrataron en 1951 las intensas jornadas bajo el sol de los reclusos en las minas de sal, así como el ambiente hostil que se vive ahí.

Por cierto, el reparto de dicha película estuvo a cargo de Rocío Sagaón (María), Rosaura Revueltas (Rosa Suárez, viuda de Ortiz), Esther Luquín (Alejandra), Jaime Fernández (Ricardo),Tito Junco (General), Julio Villarreal (Rector), Arturo Soto Rangel (Miguel), Luis Aceves (Detective) y Rodolfo Acosta (El Silencio).

En su primera novela “Los muros de agua”, José Revueltas describió este lugar. Revueltas fue dos veces colono de las Islas Marías (1932 y 1934), acusado de activismo político y de procomunista, hasta que fue puesto en libertad por una amnistía general firmada por Lázaro Cárdenas. Ambos confinamientos se atribuyeron a su activismo político en las causas comunistas.

Dentro de los personajes que estuvieron en “Las Marías” hubo de todo, aunque algunos con más reflejo en medios noticiosos que otros, como es el caso de Concepción Acevedo de la Llata, mejor conocido como la ‘Madre Conchita’.

La monja católica fue acusada de ser la autora intelectual del asesinato del general Álvaro Obregón en 1928, en el marco de la Guerra Cristera. Fue condenada a prisión por 20 años, y fue liberada en 1940, ya casada con Carlos Castro Balda. Al salir del penal se fue a vivir, casualmente, a la entonces avenida Álvaro Obregón de la colonia Roma.

De José Valentín Vázquez Manrique, “Pancho Valentino”, podemos hablar mucho, un ídolo de la Lucha Libre, creador de la llave “el avioncito “, compadre del luchador Wof Rubinsky, a quien le encargó a su hija al ser condenado a vivir en las Islas Marías, tras ser hallado culpable por el homicidio del padre  Juan Fullana Taberber en la colonia Del parque, en 1957. A él se le quedó el apodo del “El Matacuras”.

Hubo otros personajes no menos famosos, como José Ortiz Muñoz, alias  “El sapo”, quien se jactaba de haber matado a más de 100 personas entre las décadas de los 20 y los 40. Él era un hombre de baja estatura y ojos saltones. Después de Lecumberri fue trasladado en marzo de 1960 al penal de las Islas Marías. Murió al poco tiempo a manos de otros prisioneros.

Un  personaje “sui generis” fue Rodolfo Castillo, quien parecía que no deseaba salir de las Islas Marías, ya que por mucho tiempo se echó la culpa de delitos que no cometía para quedarse. Conocido como “El guamas”, tuvo la distinción de ser el reo con más años recluido en Islas Marías. Acusado de homicidio, fue ingresado el 3 de julio de 1986, y no salió de ahí sino hasta de abril de 2015. Falleció a los pocos meses, el 13 de octubre de 2015.

 

Las dos caras de ‘El padre trampitas’

Uno de los personajes más emblemáticos de las Islas Marías, sin lugar a duda, fue Juan Manuel Martínez Macías, mejor conocido como “El padre trampitas, sí, aquel que se dice que estuvo 37 años como cualquier reo y cuya jaculatoria era habitualmente “nada te turbe, nada te espante, miéntales la madre y sigue adelante”.

Juan Manuel y varios de sus amigos eran conocidos por su actitud violenta, y la historia lo señala como anticlerical y violento. Se dice que llegó a golpear a Juan María Navarrete, quien llegaría a ser obispo de Sonora y que participaría en un intento de volar la Catedral de Aguascalientes.

Pero un “milagro“ lo evitó, la madre de Juan Manuel descubrió unos papeles que le comprometían y que detallaban lo que había planeado y, llorando, le dijo: “Te quiero mucho, hijo, pero al mismo tiempo te odio porque eres enemigo de Dios”. A lo que respondió que sabía lo que iba a hacer y que seguramente le costaría la vida. La mujer simplemente le respondió: “y ¿para qué quieres la vida si no la das por Cristo?”.

Después de esa plática, Juan Manuel decidió entregarse a Cristo, pero tuvo que irse a estudiar a Estados Unidos con los jesuitas, ya que por sus antecedentes no podría asistir a un seminario en México, luego de haberse ordenado como sacerdote en la Unión Americana, el padre Juan Manuel Martínez regresó a México.

No quiso profesar en un templo católico común, dijo que consagraría su vida a aquellos que estuvieran privados de su libertad y, voluntariamente, pidió ser uno más de los reos en las Islas Marías, sin distingos, sin diferencias, tan sólo un preso más, pero entregado a predicar la palabra de Dios.

Así, de pronto, Juan Manuel se vio ante hampones y delincuentes que decían haber sido olvidados por Dios, a ellos n podía dirigirse como lo hacía con los feligreses comunes. Aprendió que tenía que combinar las bendiciones con las mentadas de madre, las amenazas de ex comunión si no oían misa, si no se arrepentían, pero aun así, poco a poco fue imponiéndose a la singular grey.

Al referirse a sus compañeros de presidio decía: “Son un poco malitos, un poco ladroncitos, un poco matoncitos, pero también son hijos de Dios…”, y aclaraba que para convencerlos de ir a misa, tenía que recurrir a toda clase de estratagemas, de ahí que los presos comenzaron a llamarle: “El padre trampitas”.

Ahí se hizo muy amigo de “El sapo”, de quien dicen una vez lo confesó un domingo y, rompiendo el secreto de confesión, contó que cuando le hizo la pregunta “dime tus pecados”, “El Sapo” le contestó:  “Todos”.

“¿Qué oración sabes rezar?”. “Ninguna”, le respondió “El sapo. Y a “Trampitas” sólo le restó decirle: “oraré para que seas absuelto”.

Sin embargo, gente que estuvo en las Islas Marías y conoció la labor del mencionado personaje da una versión distinta a la que todo mundo conoce. Comenta que, aprovechando su popularidad, él promovía donaciones que llegaban a su nombre de diversos lugares, mismas de las que poco se sabía su destino.

Alguna de ellas, según dijo nuestro informante, primero las “pepenaba”, y lo que quedaba se los repartía a los colonos, y promovía dicha acción “para que todos la vieran y difundieran”.

Una muy sonada dentro del penal, y que exhibe la actuación del citado personaje, que nunca usaba ropa de sacerdote, y que muy pero muy contadas veces oficiaba, es cuando el elenco de “El Chavo del 8” con Chespirito al frente, donó tres camionetas con asientos para que sirvieran como microbuses dentro del penal. Él se transportaba en una y las demás nunca se supo su destino, pero sus restos reposan en las “Marías”.

En la historia va a quedar el corrido de las “cuerdas”:

El día quince de agosto,

no me quiero ni acordar,

no sacaron a toditos

en ese tren a embarcar.

Ferrocarril de cintura,

triste calle donde fue

mi más terrible amargura

luego que llame embarque.

Como a las once del día

nos comienzan a gritar.

¡Adiós, penitenciaría,

ya nos vamos a embarcar!

¡Adiós, penitenciaría!

y toditos las crujías,

nos llevan a Manzanillo

para las Islas Marías.

El protocolo debe hacerse, lo interesante será saber a quién le tocará el último toque de clarín de órdenes. Si aquel que anunciaba que la hora de pasar lista era a las cuatro y media, y a las ocho de la noche a dormir entre semana; sábado, a las cuatro y media y seis de la tarde; domingo a las siete y seis de la tarde; el del servicio del comedor general, a las cinco, a las 12:00, y a las 17:00 horas; y el del silencio para la reclusión por las noches de toda la población, a las 21:00 horas entre semana y los domingos, y sólo los sábados a las 23:00 horas por el baile semanal.

¿Quién será el corneta que dé el último toque de adiós a las Islas Marías?

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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