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Investigación

CRÓNICAS DE LA CIUDAD / Secretos de  la avenida Álvaro Obregón

El antiguo camino a la hacienda de la Condesa se le cambió en su momento a Avenida Jalisco

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Por Pedro Flores

Si bien la avenida Jalisco ha desaparecido de la memoria de las nuevas generaciones, la Avenida Álvaro Obregón es conocida actualmente por hileras de árboles a la manera de los bulevares parisinos, por sus fuentes rematadas con esculturas en bronce inspirados en temas mitológicos, por sus casas, bares y el tianguis que semanalmente se ubica en ducha rúa.

La historia de esta avenida es muy antigua, se remonta a al siglo XVIII cuando la señora María Magdalena Dávalos y Orozco, mejor conocida como la Condesa de Miravalle, adquirió uno de los terrenos más prósperos para establecer su futura residencia, necesitaba de un “camino particular a la Hacienda de la Condesa.”

De acuerdo a las instrucciones de la Condesa de Miravalle, los arquitectos encargados de dicho proyecto se enfocaron en diseñar un camino que fuera delimitado por árboles, tal y como lo marcaba la moda francesa de aquella época estructura que hasta la fecha prevalece y es característica de la avenida.

La zona era exclusiva de la gente adinerada que ahí se instalaba, su evolución obligó al Porfiriato a iniciar los trazos delimitantes de lo que hoy conocemos como las colonias Roma y Condesa.

Mucha de esa labor fue encargada a la Compañía de Terrenos de Calzada de Chapultepec, empresa había comprado diversas extensiones y de la que era propietario nada menos que Edward Walter Orrín, dueño de uno de los primero circos que se establecieron en México, y a quien se le otorgaron los permisos para fraccionar el Potrero de la Romita y la Hacienda de la Condesa de Miravalle.

Walter Orrín, en conjunto con sus hermanos y el ingeniero estadounidense Clay Lamm, sí, el que le dio origen al nombre de la residencia en donde ahora está la casa que lleva su apellido, iniciaron las construcciones de calles y casas que para un futuro serían la colonia Roma, nombre que se le puso por la admiración que el dueño sentía por la cultura romana.

De esta forma, el antiguo camino a la hacienda de la Condesa se le cambió en su momento a Avenida Jalisco, y mantuvo su característica de la doble hilera de árboles, estilo parisino y un camellón central, nombre que tuvo hasta 1929, cuando fue rebautizada con el nombre de Avenida Álvaro Obregón en honor del presidente y revolucionario sonorense.

Uno de los atractivos de dicha avenida son sus farolas importadas con detalles art nouveau, y a partir de 1976, el arquitecto Joaquín Álvarez Ordóñez, entonces director de Obras Públicas del Departamento del Distrito Federal decidió colocar 12 esculturas de la antigüedad. De oriente a poniente las esculturas son:

  • Réplica del Gladiador borghese, de Agasio de Éfeso.
  • San Sebastián de Felipe Valero.
  • Mercurio y Argos, de Felipe Sojo.
  • Doríforo de Policleto, de Argos.
  • Sátiro y amor, de Miguel Noreña.
  • Réplica del Discóbolo, de Mirón.
  • Pescador, de Agustín Franco.
  • Fuente con el Pescador arrojando las redes, de Gabriel Guerra.
  • Réplica de la Venus, de Médici.
  • Réplica de la Venus, de Milo.
  • Venus y el amor, de Gabriel Guerra.
  • Isaac, de Epitacio Calvo.
  • Réplica del Baco, de Miguel Ángel.

Personajes y leyendas

Esta avenida se extiende de la calle de Oaxaca, muy cerca del Parque España de la colonia Condesa hasta la avenida Cuauhtémoc, en ella se establecieron grandes mansiones y se avecindaron personajes como Adamo Boari (cruce con Monterrey), Clay Lamm, fundador de la Casa Lamm (hoy centro cultural), y el general Álvaro Obregón, en el número 185 de la ahora vieja avenida Jalisco.

En el número 73 está la “Casa del Poeta”, el inmueble que la alberga data de la época del Porfiriato, y fue el lugar que habitó durante tres años hasta su muerte Ramón López Velarde, el poeta mexicano autor de “La suave Patria”.

En 1982 fue declarado monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, y en 1989 fue expropiado y restaurado por el entonces Departamento del Distrito Federal. En la actualidad, es sede de numerosos encuentros literarios y editoriales, y alberga los acervos bibliográficos particulares de los escritores Salvador Novo y Efraín Huerta. Se habla de que en el número 83 vivía Concepción Acevedo de la LLata, la “Madre Conchita” acusada de ser la autora intelectual del asesinato de Álvaro Obregón.

En el cruce de esta calle con la Avenida Orizaba se encuentra el que se podría llamar el corazón de la colonia Roma, al ubicarse en esta esquina la Casa Lamm, un destacado palacete ecléctico que fue residencia de la familia García Collantes y que está considerado como una de las más bellas residencias de la zona. Actualmente, este espacio es ocupado por un importante centro cultural con interesantes exposiciones temporales, una librería y un restaurante.

Muy cerca de ahí, también sobre Avenida Álvaro Obregón se localiza El Parián, un agradable pasaje comercial recientemente restaurado que ofrece una amplia variedad de artículos que van desde mobiliario hasta lo más vanguardista de la moda mexicana.

El Edificio Balmori, está ubicado en la calle Orizaba número 102, esquina con la avenida Álvaro Obregón, fue construido en 1933 por el ingeniero Alberto Capetillo Servín. Es un elegante edificio de cantera que posee un hermoso patio con una esbelta fuente.

Asimismo, en la planta baja cuenta con varios comercios especializados en artículos de lujo, y constituye una de las construcciones más representativas de esta colonia.

La colonia Roma cuenta con ejemplos de arquitectura de la Belle Époque, Art Nouveau e incluso Art decó; el edificio contaba con un cine en su interior llamado Cine Balmori, con capacidad para mil 878 espectadores, en lunetario, anfiteatro y galería.

No se sabe a ciencia cierta el porqué del nombre Balmori, algunos señalan que fue en honor a Santos Balmori, un pintor mexicano de origen aragonés, y otros señalan que fue en homenaje a un pintoresco personaje Carlos Balmori. Era en realidad Concepción Jurado, una pequeña mujer que nació en 1865 a la que le encantaba disfrazarse para hacerle bromas a sus parientes.

Carlos Balmori aparentaba ser un hombre inmensamente rico y poderoso, su monopolio industrial contaba con fábricas, ferrocarriles, bosques, minas, flotas mercantes, petróleo, café de Brasil, nitrato de Chile, carne de Argentina, pesquerías balleneras, tungsteno de Bolivia, hierro de Durango, maderas de Canadá y de Yucatán, y muchas cosas más.

Alardeaba con sus chequeras de bancos estadounidenses y europeos, y decía que había sido coronel del ejército español, compadre del general Porfirio Díaz, Álvaro Obregón y del Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles. En su gabardina portaba un fistol con un enorme diamante que le había regalado su buen amigo el zar Nicolás II; entre sus “balmoreados” hubo generales, industriales y hasta caricaturitas como el “Chango” García Cabral.

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