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CRÓNICAS DE LA CIUDAD / Leyendas y tragedias de la avenida Juárez

Calles, restaurantes, bares y hoteles dieron renombre a esta vía llamada así en honor al ex presidente oaxaqeño.

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Pedro Flores

Han sido millones de personas las que han cruzado las viejas calles del Puente de San Francisco, Corpus Cristi, El Calvario y Patoni, en donde hoy se disfrutan de modernos edificios y se aprecian viejas construcciones, como la del Cine Versalles, de donde salían los cinéfilos para disfrutar de ese aromático elixir que se servía en el Café Tibet Hamz o acudían a los Centros de Salud del legendario hotel Regis. Sí, nos estamos refiriendo a la hoy avenida Juárez.

La leyenda dice que lo que alguna vez fue nominada calle de El Calvario, designada así porque en el siglo XVIII ahí terminaban los rezos de las estaciones del Vía Crucis que comenzaban en el templo de San Francisco, en donde había un puente.

Destacaba en esa época el Convento de Corpus Christi, que durante los años del México Colonial estuvo habitado por religiosas capuchinas indias. Su iglesia, sin embargo, tuvo un curioso destino en la década de 1920. El gobierno la puso a disposición del patriarca Eligio Pérez, máximo representante de la iglesia cismática mexicana que pretendía, con el apoyo de Calles, ser independiente de Roma.

Dicha zona tiene mucha historia, ya que, al llegar al periodo del Segundo Imperio Mexicano, la Alameda recibe a Carlota de México y Maximiliano de Habsburgo en muy mal estado, y esta pareja apadrina algunos arreglos con la intención de emular los parques parisinos, pero muchos quedaron sólo en buenos deseos.

Al término del Maximilianato, aquel 15 de julio de 1867, el presidente Juárez desfiló pausadamente frente a la Alameda Central, lo hizo sin ninguna prisa. La ciudad lo recibió con un banquete popular, flores y arcos triunfales. Así, las banderas saludaron al defensor de la república, y desde entonces se escribió su historia en la avenida Juárez.

Pero fue con el presidente Porfirio Díaz con quien dicha rúa tomó un gran auge, ya que las carretas tiradas por briosos caballos eran parte del gran paseo que terminaba en la calle de Plateros (Madero), zona que comenzaba en el jardín Guardiola, junto al edificio del Jockey Club (famoso centro de reunión para los porfiristas ricachones).

El proceso de remodelación de la zona inició en el siglo XIX y terminó en el XX, ya que muchas viejas construcciones virreinales fueron desplazadas, y de esta manera la ciudadanía pudo apreciar la construcción del nuevo Teatro Nacional, luego el Palacio de Bellas Artes y de las pérgolas, mientras que el Pabellón Morisco, que se había instalado en el lado sur de la Alameda, fue reemplazado por el Hemiciclo a Juárez, que el presidente Díaz ordenó edificar en homenaje a su paisano.

Las reconstrucciones de la Alameda Central y el establecimiento de nuevos atractivos hicieron que dicha rúa se convirtiera en el centro del corazón de los capitalinos, sobre todo cuando en 1936, en la avenida Juárez 8, durante la llamada Época de Oro, de los grandes cines, se construyó el Cine Alameda, que fue un derroche de lujo y comodidades. Tenía motivos virreinales en su decoración y el techo simulaba es- trellas brillantes en el cielo, éste fue cerrado en 1979 y demolido en 1985 (actual Plaza Juárez).

Pocas personas saben que dicho cine fue la casa-escuela de las voces más prestigiadas del radio, y después de la televisión, Raúl Contel, que era el productor de la XEQ, que estaba en José María Marroqui. Él era el encargado de evaluar a los aspirantes a locutores, y entre sus alumnos estuvieron Pedro “Mago” Septíen, Paco Malgesto, Pedro de Lille, Álvaro Gálvez y Fuentes, conocido después como “El Bachiller”, Manuel Bernal, David Silva y Arturo García, estos dos primeros se dedicaron al cine, el tercero fue conocido como Arturo de Córdova.

El cine variedades, originalmente Magerit, en la avenida Juárez, entre Revillagigedo y Luis Moya, fue de los cines favoritos de muchas décadas, incluso fue sede de una reunión plenaria del PRI suspendida cuando los dirigentes se fueron al viejo hotel Fiesta Palace, en donde Jesús Reyes Heroles, con la frase: ‘ahora tenemos que irnos con el pelón de hacienda’, destapó a José López Portillo.

Ahora sólo queda la gran fachada porfirista desde que cerró sus puertas en 1997. El resto es un lote baldío del que hasta la fecha no se sabe mucho de su destino.

Dentro de esa gran avenida estaba el Hotel Bamer, y junto a este ahora se encuentra el Museo de Memoria y Tolerancia, que comparte una plaza con la Secretaría de Relaciones Exteriores y los Tribunales de lo Familiar.

EL DEL PRADO Y EL REGIS, LOS GRANDES HOTELE

Hablar del Hotel del Prado es mencionar junto con El Regis los hoteles más emblemáticos del llamado México moderno, llenos de historia, en donde se cultivaron grandes leyendas, y cuya vida terminó con el sismo de 1985.

El Hotel del Prado, cuya construcción estuvo llena de decisiones polémicas, como fue la instalación de viviendas en la azotea (que originó un peso extra que tuvo su mayor consecuencia en el sismo de 1985), y que su entrada principal daba hacia la avenida Juárez, casi frente a la Alameda, es taba rodeado por las calles de avenida Independencia y las calles Revillagigedo y José Azueta.

Finalizada su construcción en el año de 1947, el hotel contaba con el Night Club Nicte Ha, el popular restaurante Versalles, donde Diego Rivera colocó en 1948 el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, el cual luego fue trasladado al lobby para cumplir el sueño del maestro Rivera de que todo el público pudiera observarlo.

En su época de gloria este hotel fue uno de los más elegantes, sitio favorito de artistas de la talla de Pérez Prado, Ray Antony y Sara Montiel, y una infinidad de dignatarios y mandatarios extranjeros. Este lugar fue testigo mudo de grandes hechos históricos, presenció la trifulca ocurrida en la Alameda Central durante la elección del presidente Miguel Henríquez Guzmán y Adolfo Ruiz Cortines.

Las marchas de los estudiantes y los gritos de: “Unete, pueblo, no seas sacón”, así como el patrullar de los tanques y soldados durante el Movimiento de 1968, aunque también en sus amplias terrazas sus huéspedes disfrutaban los desfiles deportivos y militares, el más destacado, quizá, fue el desfile en la avenida Juárez con motivo de la inauguración del Campeonato Mundial de Fútbol México 1970.

Cuentan las leyendas que dentro de los pasillos del mencionado hotel había un café denominado “Astorga,” en donde en sus últimos días era frecuentado por el poeta Felipe Camino Galicia de la Rosa, mejor conocido como León Felipe, sí, aquel que sus íntimos le decían “El León Dorado de la Barba Blanca, nacido en Tábara, España, un 11 de abril de 1884 (y muerto en la CDMX el 18 de septiembre de 1968, a los 84 años).

Por cierto, el sobre nombre de León Felipe lo utilizó por primera vez en 1919, cuando en Almonacid de Zorita concluyó la definitiva versión de su libro “Versos y oraciones de caminante”.

Escenario de múltiples películas, tal vez la última fue “Ni Chana ni Juana”, con la India María y Rubén “El Púas” Olivares, en 1985, el hotel se preparaba para recibir a huéspedes extranjeros y nacionales con motivo del Campeonato Mundial México 1986, pero el 19 de septiembre de 1985, un terremoto de 8.1 grados en la escala Richter se lo impidió.

Dicho sismo provocó serios daños en la estructura del hotel, hecho que orilló al inmueble a su completa demolición. Después del siniestro, el mural fue trasladado al actual Museo Diego Rivera, en la esquina de Balderas y Colón. Se emplearon las más avanzadas técnicas para que la obra no sufriera daños.

En el sitio donde se ubicaba el Hotel del Prado ahora se erige el lujoso Hotel Hilton, en el Centro Histórico.

PERSONAJES DEL REGIS

El hotel no siempre se llamó Regis, tiene su historia. Su construcción comenzó en 1908, y finalizó en 1910, sería sede del periódico “El Imparcial”, pero fue afectado por el terremoto de 1911. Se remodeló y se convirtió en un edificio de departamentos, pero nunca se ocupó hasta transformarse en el Hotel Berry, para luego ponerle el nombre de Ritz, y fue don Alejandro Montes, uno de sus dueños, quien le puso el nombre de Regis.

El hotel de estilo neoclásico, desde sus inicios estaba destinado a ser el refugio de destacados prohombres nacionales. Sinaloenses y sonorenses lo tenían como centro de actividades y conspiraciones.

En 1917, se aumentaron pisos y se añadió un reloj en la azotea. En 1919 se amplió el Regis, construyéndose el teatro “La Bombonera Regis”, años después, cine Regis, el restaurante Don Quijote y el bar Regis.

Para la primera mitad del siglo XX, el hotel fue comprado por Anacarsis Peralta “Carcho”, quien cambió la imagen del Hotel, haciendo múltiples remodelaciones en mármol y transformándolo en un hotel de lujo en la Ciudad de México, y uno de los favoritos para hospedarse en la década de los 40 y 50 de políticos y artistas.

Por esta época nació el famoso cabaret Capri, igual que el restaurante Paolo y la Taberna del Greco. Al ampliar la avenida Balderas, se tuvo que demoler una parte del edificio, donde se albergaba la farmacia Regis. Al reconstruirse esa sección, parte del Regis aumentó el número de sus habitaciones, lo que lo convirtió en el refugio de muchos políticos de todos niveles.

El apogeo del Cabaret “Capri” comenzó en 1951. Inaugurado a finales de los 40, por ahí pasaron Agustín Lara, Pedro Vargas, Carmen Amaya, Los Panchos, Lucho Gatica, José Alfredo Jiménez, Lola Flores, Andy Russell, Edith Piaf y Bobby Capó, quien estrenó ahí su canción “Piel canela”, y muchos, muchísimos artistas, quienes tuvieron como espectadores a personajes como Frank Sinatra, Gary Cooper, Ginger Rogers, Anthony Quinn, Gina Lollobrigida y María Félix, entre otros

Una de las anécdotas más espectaculares que cubrieron los diarios fue el reto que le hizo Luis Aguilar, en su mejor momento físico al boxeador José “Toluco” López. El artista dijo que no creía que fuera tan bueno, como res- puesta fue un derechazo de El Indio del Oro que mando a su rival a sentarse en un tambor de la batería.

Pero las historias no paran ahí, en la etapa más moderna hubo un bar llamado el ‘El pesebre’, refugio de muchos aporreadores de la tecla, en donde lucían unos cuernos largos con un título abajo: ‘si son suyos, reclámelos’. Ahí cantaban diversos artistas, entre ellos destacaba ‘El charro del misterio’, que cantaba encapuchado.

Pocos sabían la verdadera identidad de este artista, que respondía al nombre de Alfredo Ríos Camarena, ex comandante de un grupo de choque del Estado de México, denominado Barapen, y que se le nombró como líder de una banda de asaltantes de banco, dando lugar a que en su momento fuera catalogado como “El Enemigo Público Noúmero 1”

El 12 de septiembre de 1985 se habían celebrado los 71 años de servicio con el segundo “Día del huésped”, junto con el festejo por el ascenso de cuatro estrellas, y empezaron varios festejos con diversos patrocinadores. Cuentan que hubo uno el 18 de septiembre en el que encabezado por la artista Mora Escudero, a la que le decían “Las piernas del millón”, que terminó a altas horas de la madrugada, según cuentan los periodistas que asistieron.

Y vino la mañana del 19 de septiembre, las actividades prometían ser ordinarias; sin embargo, ese día sería el comienzo del triste final: el Hotel Regis no soportó el terremoto, el ala nueva colapsó y varios huéspedes y empleados fallecieron. Las gráficas del viejo hotel eran desgarradoras.

Para finales de noviembre de ese año, el Regis fue borrado. Hoy en día no sobrevive casi nada de lo que fue este majestuoso hotel, sólo las memorias y objetos que pertenecen a las personas que tuvieron la fortuna de conocerlo, en su lugar está la Plaza de la Solidaridad, llena de basura, de amantes del dominó y el ajedrez, y de gente que se duerme en las bancas cuando el exceso de aperitivos les provoca sueño, entre perros y basura maloliente.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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