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CRÓNICAS DE LA CIUDAD / Tacubaya y la historia de la tradición mexica (1 de 2 partes)

Sede de muchas construcciones importantes y magníficas historias…

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Pedro Flores

Tacubaya, sí, ahí en donde hay una estación del Metro rodeada de puestos ambulantes, en donde los delincuentes escogen como víctimas a quienes están de paso por el paradero, sí, Tacubaya, que está catalogada como una de las cinco colonias más peligrosas de la Ciudad de México, fue el inicio de la mexicanidad en el lejano 1276, según el Códice Boturini.

Ahí, en donde alguna vez estuvo la Academia Militarizada México, fundada en 1942, en Parque Lira 100, entre cuyos maestros se encontraban el Lic. Alfonso Noriega Jr., el Lic. Fernando Sodi Pallares, Juan Sánchez Navarro, entre otros, llegaron los hombres de Aztlán precedidos por sus sacerdotes y su dios Huitzilopochtli en una escala previa a fundar su ciudad que asombraría al mundo.

La leyenda señala que el lugar se llamaba Atlacuihuayan, que en náhuatl significa lugar donde se toma el agua; sin embargo, algunas versiones señalan que el nombre original era Huayan, y que el Atlacui se lo pusieron los nativos porque ahí inventaron un arma en forma de ballesta y fue el lugar que abastecía de agua a la zona central proveniente de Santa Fe, en donde se puso la primera escuela para indígenas.

Tacubaya empezó a tener mucha popularidad después de la gran inundación que padeció la ciudad, el 21 de septiembre de 1629, porque a raíz de eso, virreyes, arzobispos y los ricos de la época empezaron a construir sus casas de descanso en esa zona, que estaba en lo alto, a salvo de inundaciones.

En dicha zona se establecieron los primeros molinos de trigo de América, entre los cuales destaca uno construido por judíos, que según la tradición, a su muerte, sus almas se veían por las calles, mismas que se llamaron de “Las ánimas” y después “Mártires de la Conquista”, además del de Nuño de Guzmán, subalterno de Hernán Cortés.

San Diego, de convento a cuartel
En los amplios llanos de esa época destacan dos grandes construcciones: la primera, que data del siglo XVIII, fue la capilla de San Diego, levantada por los frailes franciscanos, misma que se amplió a iglesia y a convento, posteriormente fue cerrado por las Leyes de Reforma para abrirlo después convertido en el Cuartel del 10/o. Regimientos de Caballería, el cual fue inaugurado el 12 de enero de 1900, por el entonces presidente Porfirio Díaz Mori.

Durante el Gobierno de Venustiano Carranza, las instalaciones fueron nuevamente modificadas para ubicar

los Establecimientos Fabriles Militares, que fueron inaugurados el 18 de marzo de 1917, y después se estableció la Cooperativa de Vestuario y Equipo, mejor conocida como la COVE, que dejó de funcionar en 1982 para volver a ser sede del Cuartel General de la 1/a. Zona Militar y del Centro de Estudios del Ejército y Fuerza Aérea.

La segunda gran construcción que ahí se fundó, a unos pasos de la COVE, en lo que era el Camino Real de Toluca, fue el Palacio del Arzobispado en 1727, por orden del Arzobispo Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarrieta, que después fue sede del colegio militar de 1863 a 1883 y en cuyos jardines posteriormente se levantó el Observatorio en 1885, mismos que perduran.

La historia de Tacubaya es muy extensa, basta recordar que el ejército realista comandado por el coronel Torcuato Trujillo salió de ahí para enfrentar en el Monte de la Cruces a los insurgentes comandados por Miguel Gregorio Antonio Francisco Ignacio Hidalgo-Costilla y Gallaga Mandarte Villaseñor, quien ganó la batalla y luego se replegó.

Por otro lado, el antiguo palacio del Arzobispado sirvió como cuartel del Ejército Trigarante durante los días previos a la entrada de la Ciudad de México y la consumación de la independencia. En ese mismo sitio, en 1825, se llevó a cabo la Asamblea Internacional para la Unidad Latinoamérica, cuyos resultados quedaron sólo en papel.

Y qué podemos decir del “Parque

Lira”, que perteneció al ilustre historiador José Justo de la Cortina, mejor conocido como el Conde de la Cortina, y de la Casa de la Bola, situado en la antigua Villa de San José Tacubaya, ahora convertida en espléndido Museo, y que la tradición oral nos dice que ahí vivió un tiempo la “Güera” Rodríguez, afamada “socialité” del siglo XIX.

No podemos dejar de mencionar la casa de la familia Mier y Terán, la magnífica casa en donde ahora se encuentra la embajada de la URSS y cuyos propietarios también fueron en su momento la familia Escandón, y en donde aseguran que vivió sus últimos años Guillermo Prieto. (Continuará…)

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