Jorge Samuel Del Villar
Uno de los grandes aciertos políticos que llevó al Licenciado López Obrador a la presidencia fue con- vertirse en una especie de contra-presidente (él lo llamó “presidente legítimo”) desde el 3 de julio de 2006. No desperdició ni un sólo día.
Aunque parece muy innovador, esta figura ha existido durante siglos en las democracias parlamentarias. Allá, los liderazgos no se inventan durante una campaña. Hay una clara figura con nombre y apellido dedicada a criticar prácticamente todas las acciones del Jefe de Gobierno y presentar alternativas sustentadas a cada política pública.
Escuché a algún comentarista de radio decir que el gobierno de López Obrador se le ha hecho eterno, pese a que todavía no comienza; no hay ninguna figura pública que esté capitalizando políticamente este deterioro que ya empezó.
Desde el 2006, el tabasqueño conformó un equipo profesional (llamado “gabinete”) dedicado a coordinar la oposición al régimen calderonista y peñanietista.
Durante doce años, el Licenciado López Obrador coordinó una acción concertada con sectores y gremios muy influyentes de la vida nacional. No había apoyo menor, y quien quisiera ayudar, independientemente de su pasado o trayectoria, podía sumar. Entre los grupos que lo apoyaron estuvieron titulares en funciones del GDF; millenials en una acción de redes sociales perfectamente planeada por el próximo titular de Comunicación Social; empresarios; medios de comunicación; gremios y sindicatos.
Tan bien estaba estructurada la organización de López Obrador, incluso antes de que existiera Morena, que el presidente electo incluso sabía lo que ocurría en las juntas dentro de Los Pinos. Tan brillante fue su operación, que logró incorporar el apoyo desde agrupaciones cristianas de extrema derecha hasta organizaciones pro aborto; desde grupos empresariales hasta la CNTE. Y de lo que hacía su mano derecha, no lo sabía su mano izquierda.
La consulta del Nuevo Aeropuerto no me sorprendió. Con ese tipo de mecanismos se gobernó la Ciudad de México de 2000 a 2005. Lo que sí me asombró fue la falta de acción coordinada de los que se opusieron a este ejercicio que iba desde personas de izquierda extrema como Cristina Barros, hija de Javier Barros Sierra, quien lo calificó como un ejercicio “antidemocrático”, hasta el hombre (hasta hace poco) más rico del mundo.
Sobran las ideas que la oposición hubiese podido realizar, tomando en cuenta la capacidad monetaria, organizativa y mediática que tienen. Tan sólo ejemplos: coordinar una encuesta de encuestas incorporando a todas las casas encuestadoras del país y las más importantes del exterior; difundir la medida en los medios de comunicación más importantes del mundo; realizar manifestaciones multitudinarias (para empezar con los cientos de miles de funcionarios públicos que serán despedidos el próximo sexenio)…, pero faltó una cabeza que guiara esta acción organizada.
Enrique de la Madrid parece un perfil idóneo para encabezar la oposición al próximo gobierno. Al hijo del ex presidente no le ha temblado la voz durante la campaña ni a semanas de la toma de posesión, para externar los riesgos de un retroceso democrático.
Si alguna persona no toma las riendas para hacerle frente y organizar a todos los sectores que están en contra de decisiones autoritarias, no sabemos el alcance de las consecuencias de la inacción.
