Nashieli Ramírez
La discriminación hacia las mujeres es una más en la lista de las discriminaciones estructurales en el país. Lo anterior significa que existe una exclusión de hecho y de derechohacia las mujeres. En palabras de Roberto Saba, existen dos concepciones sobre la igualdad que están en debate: el de igualdad como no arbitrariedad y el de igualdad como contraria a la creación o perpetuación de grupos en situación de subordinación. El primero -señala- se refiere a igualdad como no discriminación y el segundo a igualdad como no sometimiento. [1]
Por lo anterior, la contienda contra la desigualdad corre por dos vías. En el caso de las mujeres en el ámbito del trabajo, los hechos siguen siendo el alto porcentaje de despidos por embarazo o con motivo de él, la existencia de una brecha salarial entre hombres y mujeres por el mismo trabajo es patente, así como la alta incidencia de acoso laboral y sexual en el ámbito laboral. A ello se suma la ausencia de medidas laborales suficientes para conciliar la vida laboral y familiar de las y los trabajadores a partir del reconocimiento de la sobrecarga de las mujeres en las labores domésticas y de cuidado.
Los varones también tienen derechos reproductivos, sin embargo, no es común que nuestros compañeros se cuestionen respecto a si ejercerlos afectará su vida laboral de alguna manera. El llamado es a que nadie tenga que hacerlo.
Estamos ante una coyuntura importante: las modificaciones legislativas posteriores a una reforma constitucional en materia laboral, la más significativa quizás desde la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. A la vez, en la CDMX, contamos con una Constitución Política nueva que implica toda una armonización legislativa en el ámbito local, misma que se está dando. Ambas situaciones requieren, necesariamente, la incorporación de la perspectiva de género en el trabajo legislativo, de otra forma se perpetuará la discriminación para las mujeres en el ámbito laboral. Para abonar a ello, se cuenta con las recomendaciones del Comité CEDAW y otros organismos internacionales para contribuir a la modificación legislativa. Existe el deber de redoblar esfuerzos para prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones persistentes a los derechos laborales de las mujeres.
En la vía de los hechos, en lo que toca a nosotras las mujeres como compañeras, apelo a la sororidad. La palabra sororidad proviene desor, en latín, soeur, en francés, cuyo significado es hermana. Los derechos laborales se han conquistado a base de colectivos, de unión, de hermandad.
En el contexto del Día Internacional de las Mujeres que acabamos de conmemorar, es importante retomar la idea de la unión en el contexto laboral para terminar con la desigualdad. El llamado es a no reproducir esas violencias entre nosotras, a no ser una compañera o jefa que violente y, más aún, a entender que los esquemas laborales deben modificarse para garantizar la igualdad.
Emprender lo anterior implica saber que hay un sistema que respalda y que secundará o acompañará las batallas, un marco de derechos suficiente que sienta las bases para la exigibilidad de los derechos e instituciones públicas fuertes que lo harán valer. Por esa razón el llamado es sobre todo a las instituciones, para evidenciar los actos de violencia, investigarlos, sancionarlos y prevenirlos.
[1]Saba, Roberto. Más allá de la igualdad formal ante la ley: ¿Qué le debe el Estado a los grupos desaventajados?1ª ed.-Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2016.
