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CDMX

ECONOMÍA PARA PRINCIPIANTES / La obsoleta idea de crecer por crecer

Dice un adagio mexicano que “según el sapo es la pedrada”, y tomaremos ese ejemplo para tratar de dimensionar de qué manera impacta el crecimiento a los diferentes sectores de la población.

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Pablo Trejo

Hace días leí un artículo de Paul Krugman, un destacado economista norteamericano que entre otras cosas ha sido galardonado con el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas y que últimamente se ha coinvertido en un gran detractor de las políticas auspiciadas por Donald Trump.

En el artículo, Krugman cuestionaba un asunto fundamental de todo sistema económico: la distribución de la riqueza como elemento central para el desarrollo social y eje principal de cualquier sociedad que pretenda considerarse como moderna y justa.

El postulado es de gran importancia, porque en los últimos años los análisis económicos se han focalizado en la medición del crecimiento como principal finalidad de cualquier modelo económico. La premisa entonces sería: crezcamos a como dé lugar, porque para poder repartir el pastel lo que tenemos que hacer primero es que éste sea más grande. Y, como si se tratara de la teoría de la mano invisible de Adam Smith, luego de que el pastel haya crecido, de alguna manera las propias fuerzas y resortes ocultos de nuestro modelo económico se encargarían de repartir entre todos los actores sociales esa riqueza generada.

Si bien es cierto que la lógica simple del crecimiento ofrece argumentos razonables, también es cierto que el crecimiento per se no garantiza de ninguna manera una justa distribución de la riqueza generada.

Un estudio de OXFAM, un organismo no gubernamental con presencia en más de 90 países dedicado a la búsqueda de alternativas para reducir la pobreza, nos devela que, en casi dos décadas, los mexicanos más ricos han incrementado sus fortunas, y los pobres se quedaron en la miseria. Tan es así, que a finales del año pasado el 1% de los mexicanos más ricos concentró el 28% de la riqueza del país, cuatro puntos porcentuales más que la riqueza que tenían en el año 2000. Mientras, los niveles de pobreza por ingresos se mantuvieron igual en el mismo periodo. Más allá, la brecha entre ricos y pobres en nuestro país es tan dramática que los 10 mexicanos más acaudalados tienen la misma riqueza, equivalente a 108 mil millones de dólares que el 50% más pobre en el país.

Dice un adagio mexicano que “según el sapo es la pedrada”, y tomaremos ese ejemplo para tratar de dimensionar de qué manera impacta el crecimiento a los diferentes sectores de la población.

El discurso del presidente saliente hace referencia a que durante el sexenio a su cargo el ingreso promedio del 10% de la población que menos gana creció en poco más del 15%. Si consideramos el factor inflacionario, ese ingreso se podría traducir en algo así como 10 pesos al día. En contraparte, el ingreso promedio aumentó 5.9% entre el 10% de los que más ganan, lo que se traduce en algo así como 100 pesos más al día.

Si bien es cierto que quien tiene menos aumentó porcentualmente sus ingresos en mayor medida que quien tiene más, la brecha de desigualdad sigue aumentando de manera dramática.

La alternancia política en nuestro país abre la posibilidad de que el nuevo gobierno, apoyado por su gran mayoría en las cámaras, pueda centrar sus esfuerzos en generar mecanismos redistributivos de la riqueza mucho más justos y equilibrados, pero está claro que de ninguna manera tendremos viabilidad como país si los ricos se vuelven más ricos y los pobres cada vez más pobres. La obsoleta y rústica idea de que el crecimiento nos llevará a la felicidad debe ser erradicada del diccionario lopezobradorista, así logremos crecer a tasas del 20% anual.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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