Fernando Mercado Guaida
La semana pasada en el zócalo capitalino, ante decenas de miles de personas, se conmemoró el primer año del triunfo electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador. Esta fecha, sin duda, es una de las más importantes para la historia reciente de nuestro país toda vez que constituye un hito en la construcción de una sociedad más justa e incluyente en México.
El proyecto de gobierno del presidente López Obrador es profundamente social y está basado en un plan de reajustes económicos que nacen con el reordenamiento de la administración pública Federal, pasan por la reestructuración de la política económica del país y aterrizan con políticas públicas de carácter social.
Es un gran acierto que desde el Gobierno Federal se tenga claro que el desarrollo económico no puede ni debe disociarse del bienestar social. Precisamente, para alcanzar la principal meta de esta administración como lo es el bienestar, el crecimiento económico es la piedra angular y en este sentido el presidente ha sido claro en plantear que la economía debe crecer 4% durante este sexenio.
El informe presentado el pasado 1 de julio es alentador ya que destacan elementos importantes en la materia como son el aumento de las exportaciones en un 9%, el repunte de la bolsa de valores en un 3%, el aumento en el índice de confianza del consumidor que se ubica en 110 puntos, la apreciación del peso frente al dólar y el incremento de las reservas internacionales del país.
Estos logros han sido posibles por una disciplina y claridad en las políticas fiscales y comerciales de la presente administración que han dado por resultado no sólo una tendencia al alza en la recaudación fiscal, alrededor de 2.5 billones de pesos, sino la garantía para los inversionistas de apostarle al desarrollo del país como una prioridad.
Contrario a lo que muchos piensan, el sector empresarial ha manifestado claramente su apoyo para llegar a la meta reconociendo que para lograr un crecimiento del 4% los empresarios deben invertir entre el 25 y 27% del PIB. Incluso Carlos Salazar Lomelín fue enfático en su compromiso con el presidente López Obrador al decir que los empresarios mexicanos deben hacer de la inversión una obsesión para erradicar de una vez por toda la pobreza en nuestro país.
Con este panorama podemos apreciar durante los primeros 7 meses la construcción de un andamiaje que va desde la renovación de las instituciones y leyes de nuestro país hasta la reformulación de acuerdos con el sector productivo, y si bien constituyen logros importantes no son suficientes, también es necesario reconocer y fortalecer la aportación económica de las entidades federativas.
En este sentido, la Ciudad de México es clave al constituir uno de los principales motores de crecimiento y desarrollo económico de nuestro país ya que representa casi el 17% del PIB nacional. Sin lugar a dudas, la presencia de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, en el informe del primer mandatario es fundamental como mensaje de la unidad que se manifiesta en torno al proyecto económico y social de la 4T. La Dra. Sheinbaum y su equipo están claros en que el éxito económico de la capital es clave para alcanzar las metas propuestas por el gobierno federal tanto en la parte económica como en la social.
En palabras del titular de SEDECO, Jose Luis Beato, “si el país aspira a crecer al 4% la CDMX debe hacerlo por lo menos al 8%” apreciación que es correcta y lo tal y demuestran las tablas de crecimiento elaboradas por instituciones públicas y privadas que en 2015 daban cuenta de una relación intrínseca puesto que mientras el país creció 2.7% la ciudad tenía un ritmo que la ubicó en 4.6 %, es decir, la metrópoli supera en 2 a uno la tendencia nacional.
La capacidad de la metrópoli de generar esta dinámica radica no sólo en su fuerza laboral y capacidad instalada sino en la diversificación de las fuentes de inversión pero sobre esta dinámica y el quehacer del Gobierno de la Ciudad de México en materia económica hablaremos en la siguiente entrega.
