Por Arturo Páramo
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El sábado por la mañana, 100 elementos de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) de Chihuahua fueron destinados a Ciudad Juárez para participar en labores de vigilancia en esa ciudad fronteriza.
La acción, coincidente con la llegada a esa ciudad, la tarde del lunes, de Andrés Manuel López Obrador y de su futuro gabinete de seguridad y de gobernación, para comenzar con el primer foro rumbo a la creación de una Ley de Amnistía.
En la inauguración del primer foro también estaría presente el gobernador panista Javier Corral, quien decidió “fortalecer las tareas de prevención, vigilancia y combate a la delincuencia”, y “robustecer e intensificar las actividades en materia de seguridad pública”. Todo indica que es el único que todos los actores políticos de este país que está en el entendido de la gravedad que tiene la seguridad del próximo presidente de la República.
Tras su victoria del 1 de julio, del proceso de fiscalización de gastos de campaña de los candidatos, de que el análisis y resolución de impugnaciones a la elección presidencial concluyeron, López Obrador dejó de ser el líder de un partido, el férreo opositor, el dirigente de un movimiento social, y el constante candidato para convertirse en el presidente de todos los mexicanos y por ello ya no debe estar sujeto a caprichos, como el de poner en riesgo su seguridad personal.
Por ello, es de celebrar el reforzamiento de la seguridad en Ciudad Juárez por parte de las autoridades estatales.
López Obrador cosechará el miércoles el fruto a su perseverancia, y ahora deberá demostrar que toda la expectativa generada en torno a su proyecto podrá concretarse por el bien de todos los mexicanos.
Un mensaje que llamó poderosamente la atención fue su reunión del viernes con José Antonio Meade para desayunar y en la que probablemente se abordaron más temas que el simple intercambio de saludos.
De la elección a la fecha, la debacle económica que los adversarios del tabasqueño adelantaban no sucedió e incluso el costo del dólar ha bajado casi un peso desde el día de los comicios.
La eventual (hasta ahora sólo es una posibilidad) inclusión de Meade en el gabinete sería una señal que daría aún más tranquilidad a los mercados y nos colocaría en la inédita circunstancia de un cambio de partido en el gobierno federal sin contratiempos económicos.
El acercamiento con Meade lleva a abordar la estrategia de concordia del tabasqueño. El lenguaje es similar al utilizado en los años noventa por Nelson Mandela, donde pese a que el dirigente del Congreso Nacional Africano ascendió al poder tras un virtual estado de guerra civil, u pese a lo que esperaban sus partidarios, Mandela arropó un discurso de concordia, acercamiento y colaboración con la minoría blanca que había detentado el poder durante décadas y había estableciendo una política de discriminación hacia el resto de la población.
Las diferencias con aquel episodio en Sudáfrica son notables, sin embargo no es descabellada la idea de trabajar con los adversarios por aquellos puntos en que haya acuerdos y en lo que no lo haya seguir trabajando cada quien desde su trinchera.
Ese discurso es similar al que quiso impulsar la coalición Por México al Frente, pero que, como se expuso en estas páginas, sus promotores no supieron vender a los electores.
La realidad nacional comenzará a replantearse en Ciudad Juárez, cuando el propio López Obrador y su gabinete escuchen a víctimas de la violencia, cuando las organizaciones sociales expongan su visión de futuro sobre el tema y se comience a explorar la posibilidad de que haya comisiones que transparenten lo sucedido en episodios icónicos de la guerra contra el narco que ha desgastado al país en la última década.
López Obrador será presidente y, por el bien de todos, debe estar en un entorno seguro, y concretar todo aquello que prometió.
Todos nos merecemos que al país le vaya bien.
