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Investigación

El miedo en los tiempos del sufragio

Estamos así, inmersos en espejos del miedo: miedo a que gane el populismo, la inexperiencia o la corrupción; miedo a otorgar el perdón a los delincuentes…

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Por Alejandra Martínez

Desde la antigüedad, el miedo ha sido un factor presente y de gran peso en la política. Homero, 800 años antes de Cristo, cuenta en el primer canto de la Ilíada cómo Aquiles usó el miedo de los jefes griegos para presionar a Agamenón, y Hobbes, 2,400 años después explica que el poder del monarca surge del miedo que los seres humanos se tienen los unos a los otros.

Hoy, el miedo es uno de los recursos más usados en las campañas políticas, independientemente si el escenario en que se realicen sea internacional o nacional, estatal o local. El miedo es una emoción altamente explotable porque contribuye a hacer más maleable la opinión de las personas.

El miedo, por lo mismo, es un mecanismo de control social y de administración del poder que han utilizado, por igual, líderes religiosos y políticos con el fin de alejar a sus seguidores de la indeseable atracción que sobre ellos pudiera ejercer una determinada actividad, un grupo extraño, una creencia exótica, una persona indeseable o, peor aún, otro líder con capacidad de manejar el miedo.

En México somos expertos en el tema, desde los tiempos prehispánicos hasta hoy, miedo a lo ajeno o a lo propio.

Todos podemos recordar cómo el miedo fue determinante en las elecciones del 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador fue objeto de una campaña que lo calificó, contundentemente, como “un peligro para México”. La campaña tuvo tal poder contundente, que al final del proceso el ex jefe de gobierno vio cómo la Presidencia se le escurrió de entre las manos.

De aquel mismo tiempo es también la idea que liga al tabasqueño con Hugo Chávez, el cual, según los asesores de Felipe Calderón, era la encarnación de la antidemocracia.

Hoy, López Obrador sigue siendo candidato y su relación con la dictadura venezolana sigue vigente, por ello mucha gente tiene miedo de que, con López Obrador en la Presidencia, México se transforme en un país pobre, con una economía en quiebra y gente viviendo en la miseria, imagen a la que no casualmente abonan los reportes internacionales respecto a que en el último año los venezolanos perdieron 11 kilos de peso debido a la falta de alimentos.

Pero esas no son las únicas campañas del miedo. Está también la que presenta a Ricardo Anaya como un político demasiado joven y totalmente carente de experiencia, como un elemento emanado del mismo partido de Calderón, quien con su guerra contra el narco convirtió a México en zona de muerte. Es el miedo a la violencia, a que no paren las ejecuciones, los decapitados, los feminicidios y las desapariciones de mujeres.

Está también el miedo justificado a permitir que el PRI sigua en el poder y con ello provocar que sigan las reformas que no llevan a ninguna parte, los bajos salarios, los aumentos a las gasolinas, a la luz, que la economía familiar no mejore y que la delincuencia, aun cuando ya no ocupe las primeras planas, tampoco encuentre un freno.

Estamos así, inmersos en espejos del miedo: miedo a que gane el populismo, la inexperiencia o la corrupción; miedo a otorgar el perdón a los delincuentes y, a la par, miedo a perseguir al crimen; miedo al narco, miedo a la violencia, miedo a la muerte, miedo a perder un programa social, miedo a tener en el gobierno a un caudillo, miedo de tener un “Riqui Ricón” en Los Pinos, miedo a que una mujer gobierne, miedo a perder nuestra pequeña cuota de poder, miedo a salir de la nómina, miedo a todo, miedo al cambio pero también miedo a seguir sin que nada se modifique.

Y ahí no termina la cuenta, ni la capacidad de sentir miedo. Ahora a todo lo anterior hay que sumar el miedo a la violencia política. Ya se han comenzado a ver trifulcas entre grupos antagónicos; se han emitido alertas respecto a que existen golpeadores que se infiltran en mítines y asambleas de colonias, barrios y hasta unidades habitacionales.

Con esta violencia, que los partidos ejercen contra la población, lo que se busca es frenar la participación, amedrentar al votante. Se busca inyectar en el ánimo de la gente, que de por sí muestra un desinterés crónico, el temor a ser violentado, a sufrir represalias y a perder un apoyo social. Si esta estrategia triunfa, el resultado de las elecciones no dependerá de la decisión ciudadana, sino de las estructuras de los partidos y de los acuerdos que entre ellas se tejan.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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