Los principales partidos del país se han enfrascado en una guerra de cifras, como si fuera una subasta pública, a ver cuál de ellos da más dinero para la reconstrucción de las principales zonas afectadas a raíz de los últimos sismos.
Unos inician con una propuesta y de inmediato algún otro la supera, y por mucho, pero en todos los casos da la penosa casualidad que están apostando —todos— con dinero del pueblo, no de sus bolsillos.
Porque es muy fácil decir que se van a destinar tantos millones de parte del PRI, Frente Ciudadano por México o Morena, pero nadie ha explicado cuántos años de trabajo les costó, por ejemplo, juntar esas fortunas que hoy quieren regalar a los mexicanos.
Qué fácil repartir lo que no les cuesta, como si estuvieran haciendo el gran favor y sacrificio para deshacerse de los ahorros de su vida, o poniendo en juego alguna de sus empresas para mitigar, aunque sea un poco, la pena de los damnificados. Pero hasta entre los políticos hay razas, y los de Morena destacan por buitres, pues la decisión de su Consejo Nacional de abrir un fideicomiso de 103 millones de pesos, manejado por intelectuales afines a ellos, no tiene abuela.
Quieren que los manejen sus simpatizantes para entregarlos personalmente a los damnificados de todo el país, lo que en términos reales se convertiría en un descarado proselitismo de entregar a nombre de Morena dinero público a las familias afectadas.
Si en verdad quisieran ayudar desinteresadamente a los damnificados, se unirían a una gran causa general y no intentarían que la ayuda llevara su sello tan particular.
Su líder ya volvió a las cuentas alegres de juntar 300 mil millones de pesos para la reconstrucción del país, cancelando el aeropuerto, los seguros de gastos médicos y lo sueldos de los altos funcionarios.
Nadie sabe cómo llegó a esas cifras, pero el PRI también le entra al juego sucio al proponer que se deje sin financiamiento público ni lugares plurinominales a los partidos, lo cual seguramente rechazará el resto, porque la mayoría sería borrada del mapa. Los propios morenos se verían sin recursos para sus campañas y, en caso de perder las elecciones, sin muchos representantes en los congresos.
En cualquiera de los casos, todos hablan de millones de pesos del erario, pero nadie saca de su cuenta del banco; empieza el verdadero show de los partidos.
CENTAVITOS… Como gancho al hígado le cayó al panista Jorge Romero el tuit de su muchacho en Benito Juárez, el delegado Christian von Roehrich, en el que intenta exculparlo —aunque al final lo clava— del colapso del edificio de Rébsamen 241, en la Del Valle. Los vecinos mostraron una petición de 2014 en la que solicitaban al entonces delegado Romero revisar el inmueble mencionado por presuntas fallas, cosa que se atendió.
El problema es que mientras Christian asegura que en ese entonces su patrón advirtió que el edificio tenía daño estructural, el dictamen de la propia delegación —dado a conocer por el diario Reforma— afirma todo lo contrario.
Para las pulgas de Romero, sobre todo ahora que los vecinos andan queriendo culpar a autoridades de la tragedia… Por cierto, otra trágica coincidencia es el apellido Rébsamen, pues en el 241 de esa calle se vino abajo un edificio, dejando varias víctimas mortales, y en el colegio del mismo nombre, al sur de la ciudad, pasó lo mismo… Ya se supo por qué ningún político se presentó a ayudar en los edificios siniestrados: porque si se hubieran presentado como topos, seguro los hubieran confundido con ratas.
http://www.excelsior.com.mx/opinion/adrian-rueda/2017/09/26/1190701
