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Investigación

Elección en plena modernidad

La oferta política que se ha desarrollado en este proceso electoral confirma la transformación de la fisonomía de nuestra sociedad y sus estructuras. Las tres grandes alianzas electorales se lanzaron de manera acrítica al vacío pragmático de una necesidad mercadológica para abarcar los mayores nichos posibles.

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Por Jorge Alberto Lara

La humanidad vive en la época de la posmodernidad. Largamente anunciada por filósofos, sociólogos y antropólogos en la década de los 50s y 60s, finalmente es posible afirmar que la nueva era ha sentado sus reales en el mundo.

La hiperfragmentación de la realidad y los valores, el post capitalismo, la post globalización, la erosión paulatina de las grandes corporaciones políticas, religiosas y económicas, y la dilución de los referentes ideológicos de la posguerra, son características que contextualizan el presente.

La oferta política que se ha desarrollado en este proceso electoral confirma la transformación de la fisonomía de nuestra sociedad y sus estructuras. Las tres grandes alianzas electorales se lanzaron de manera acrítica al vacío pragmático de una necesidad mercadológica para abarcar los mayores nichos posibles.

La fragmentación ideológica se ha hecho evidente. Sea cual sea el resultado electoral del próximo domingo, al día siguiente todos los partidos se hallarán en medio de una resaca generalizada, que abarcará desde cuestiones relacionadas con su identidad filosófico-política, la revisión de sus estrategias y los reacomodos internos, hasta futuros posibles.

Uno de los aspectos que debería suscitar una discusión mayúscula el día siguiente al domingo 1o. de julio deberá ser la inoperancia del actual régimen político.

El presidencialismo está agotado y es disfuncional. No será sencillo sustituirlo por alguna otra fórmula. En muchos sentidos fue un reflejo de la idiosincrasia nacional y un modo conveniente para administrar el conflicto y la lucha por el poder.

Lo que ocurra a partir del lunes 2 de julio podría incluso llegar a reconfigurar de manera drástica la estructura y los equilibrios tanto en las élites como en las franjas intermedias de la sociedad. El agotamiento del estado de las cosas es inocultable e innegable.

El nuevo (des)orden Trumpiano atiza el fuego del conflicto internacional y desarticula las pocas certezas con las que la globalización convocaba a un mundo abierto y multicultural. La dislocación global podría tener como correlato en México un proceso poselectoral plagado de incertidumbres y mensajes contradictorios por parte de quienes resulten triunfadores de la elección. El escenario aparece como caótico por el discurso, acción e historial de quien en apariencia tiene más posibilidades de ganar la elección.

Todo lo anterior justifica sobradamente la necesidad de votar por una opción consecuente, para superar los efectos del sexenio de la corrupción y la inseguridad, y de llegar a un puerto en el que México tenga certezas suficientes para navegar en las procelosas aguas de la incertidumbre.

Por esas razones votaré por todos los candidatos del PAN, empezando por Ricardo Anaya. De las muchas y muy arduas tareas que el PAN deba realizar en su interior, habrá que ocuparse enseguida de la elección.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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