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CDMX

Elecciones, discursos y terremotos

Probablemente ya haya ingresado un partido neonazi al Parlamento Federal Alemán, por primera vez desde la II guerra mundial; mientras tanto, la semana internacional ha sido dominada por los antes y los después de la Asamblea de la ONU y por los aciertos y desaciertos mediáticos que la han acompañado.

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Por Fulvio Vaglio

Para cuando se publique esta columna ya sabremos qué pasó con las elecciones federales en Alemania; el ganador de la elecciones no parece en duda: salvo sorpresas del todo inesperadas, será otra vez la aplanadora de centro-derecha (CDU/CSU) de Angela Merkel, que se preparará a estrenar su cuarto mandato consecutivo; su principal opositor, la socialdemocracia (SPD) de Martin Schultz,  se ha mantenido en las encuestas de opinión como un lejano segundo: tuvo un repunte, tan fuerte como breve, entre diciembre y marzo, cuando pareció capaz de contender por el primer lugar con la propia CDU, pero se desinfló rápidamente y sufrió derrotas regionales dolorosas en algunos de sus bastiones tradicionales del Noroeste.

En las declaraciones semioficiales de penúltima hora, también se da por descontado que se mantendrá la ideológicamente improbable, pero pragmáticamente funcional coalición, actualmente en el gobierno, del centro-derecha con la socialdemocracia; pero precisamente aquí puede modificarse el panorama post-electoral, dependiendo de un resultado que tiene a la opinión pública progresista con el jesús (o el mahoma) en la boca: ¿cuántos votos recolectará la ultraderecha (AfD, Alternativa para Alemania) bicéfala de Alexander Gauland y Alice Weidel, la cara vieja y la renovada del neo nazismo?

Parece no haber duda que, por primer vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, entrará al parlamento alemán un partido declaradamente revanchista, racista y con abiertas nostalgias neonazis (una de sus eurodiputadas es nieta del Ministro de Finanzas de Hitler): en los últimos cuatro años AfD se había mantenido alrededor de la línea de flotación (el 5% que, en el complicado sistema de distribución de escaños, separa quién entra al Bundestag de quién queda afuera); con las crisis migratorias  empezadas en el verano 2014, AfD llegó a estabilizarse en torno del 10% y, en todo 2016, no ha abandonado ese nivel: al contrario, pareció cerca de llegar al 15 por ciento y presentarse como un futuro aliado alternativo para el partido de Angela Merkel; luego las encuestas se polarizaron, la socialdemocracia subió y los partidos menores (la Izquierda, los Verdes, Alternativa y los Demócratas Libres) se han seguido moviendo poco abajo del 10 por ciento. Si la ultraderecha entra al Parlamento, quizás no impida que se mantenga la coalición CDU-SPD, pero seguramente debilitará la capacidad de negociación del partido de centro-izquierda.

Este panorama inquietante todavía no es seguro hoy, sábado 23 de septiembre: la juventud alemana aún puede abandonar su tradicional abstencionismo y responder a los llamados público (“vota a quien quieras, menos a Alternativa”, dicen los folletos distribuidos en los barrios populares con fuerte presencia musulmana). Muchos de estos jóvenes son desempleados: ¿cuántos de ellos estarán dispuestos a cerrar ojos y oídos cuando los jefes de Alternativa declaran que “habría que dispararles [a los inmigrantes ilegales] en las fronteras para que no entren a Alemania”, inclusive cuando “se trate de mujeres y niños” (estas últimas son palabras de la nieta del Ministro de Finanzas de Hitler)? Para cuando ustedes lean esta columna, ya se sabrá.

Una joya entre tantas declaraciones suena conocida: Frauke Petry, lideresa joven pero ya “histórica” de AfD, dijo “no a la reunificación de familias sirias [separadas en la diáspora hacia Europa]: deben quedarse en su país porque serán necesarios allí para reconstruirlo”. Sucedió una semana antes de que Trump dijera lo mismo en la Asamblea de la ONU: ¿casualidad? No: AfD utiliza Harris Media, la compañía internacional con base en Austin, Texas, experta en creación de sitios web, análisis de datos y campañas on-line, que ha tenido y tiene entre sus clientes el partido independentista británico (pro-Brexit, populista y derechista), la coordinación de campaña electoral de Trump (con el lema “Victoria hacia noviembre”) y la Likud de Netanyahu, entre muchos otros.

Lo que nos manda de rebote a la Asamblea de la ONU y, de paso, a su cobertura mediática por las cadenas norteamericanas. Con Angela Merkel ocupada en los últimos ajustes de su campaña electoral, se daba el escenario para que Emmanuel Macron, solo, ejerciera de contraparte al discurso de Trump. Podemos empezar por aquí. No me escandalizó lo de “rocket man”; sí me preocupó el “destruir totalmente a Corea del Norte”, pero no más de la cuenta considerando que Trump y Kim Jong Un se la pasan amenazándose recíprocamente.

Creyendo que yo era el único en recordar el zapatazo de Khruschchev aquel 12 de octubre de 1960, fui a revisitar las noticias de entonces y rencontré el “los vamos a enterrar” que les espetó el Premier soviético a los delegados del mundo capitalista. Encontré que hay varias versiones del zapatazo y que la única foto de aquella anécdota es una falsificación; también me quedó claro que el “we will bury you” no se refería a una amenaza de guerra nuclear, sino a la competencia socioeconómica entre bloque comunista y capitalista (que terminó, como todo el mundo ahora sabe, con el entierro del primero); y que Khruschchev, al tomar la palabra, tildó al delegado de Filipinas, Lorenzo Sumulong, de “patán, títere, lacayo y sapo del imperialismo”.

Reconfortado por esa prueba de que la confrontación retórica y el insulto en las asambleas de la ONU no son un invento de Trump ni de su contraparte oriental, me concentré en otros significados explícitos e implícitos: la denuncia del pacto antinuclear con Irán (“un error embarazoso” del binomio Obama-Hillary Clinton), el chantaje económico a la ONU (“siendo sólo uno de los 193 países miembros, somos el que más contribuye a sufragar los gastos”) y el autoelogio condicional (“los Estados Unidos tienen mucha fuerza y paciencia, pero…”). Después de sus 41 minutos y medios, dejó el terreno listo para la réplica de Macron.

Algunos comentaristas han hecho un análisis de contenido de los dos discursos, subrayando el énfasis y el silencio respectivo sobre conceptos y palabras-clave: remito al que aparece en la red, realizado por el periódico Cambio 16: nada de Trump sobre cambio climático, libertad de expresión y multilateralismo; casi iguales cuantitativamente, pero con signos a veces opuestos, las menciones de libertad, seguridad, refugiados y paz; mucho más énfasis de Trump sobre terrorismo y soberanía, también con signos opuestos a los de Macron; ninguna mención de Macron a la pobreza. Algunas de estas menciones y omisiones son significativas; otras no y sólo demuestran que, si se quiere hacer análisis de contenido, hay que hacerlo bien.

¿Y los medios norteamericanos, en particular FOX News y CNN que son los únicos disponibles en vivo y en directo para el público mexicano? Predecible la cobertura de Fox, sorpresiva (negativamente) la de CNN. Terminado Trump, Fox ni se molestó a trasmitir el discurso de Macron; en cuanto a CNN, trasmitió unos minutos y luego lo suspendió, con el pretexto endeble (o cínico, o interesado) de que esa misma noche se trasmitiría la entrevista que Christiane Amampour le había hecho a Macron el día anterior: como si una entrevista pudiera sustituir la expresión pública y directa de opiniones que, por la tribuna en que se manifiestan, asumen mucho más que el sentido de reflexiones y pensamientos en frío.

Le urgía más, a CNN, reunir a sus expertos para externar preocupación por el tono “inusitado” de Trump, y en particular por la amenaza de destruir totalmente a Corea del Norte. Aceptó a medias que el discurso de Trump, más que a los delegados de la ONU, estaba destinado a su propia base dura en Estados Unidos (de allí el “rocket man”, el tono apocalíptico y la insistencia sobre America first); pero le atribuyeron  precisamente el mérito que no tuvo, es decir, el de ser un discurso “muy bueno, claro, con agallas (bold) e inesperado (¿por quién?): olvidando convenientemente que el manejo que hizo Trump de la ONU (paternalista, chantajista, despótico) fue el mismo que le habían dado Truman y Eisenhower en los primeros años de vida de la organización, que las dos Coreas las crearon ellos cuando parecía conveniente dividir países para no dejárselos a la avanzada nacionalista y social comunista..

Algo más honesta (y me duele decirlo) fue FOX News: Juan Williams (en sustitución de Krauthammer, no sé si de vacaciones o – espero yo – en crisis ético-profesional) está saliendo del corral al que se había él mismo confinado y manifestando opiniones herejes: él también se acordó del zapatazo, verdadero o falso que fuera, de Khruschchev y no vaciló en compararlo con el discurso de Trump. Siempre es bueno saber que uno no es el únicos que envejece con vacíos ocasionales de memoria, pero no con Alzheimer ideológico.

Olvidaba mencionar que, la noche anterior, me había fletado enterito el discurso de Aung San Suu Kyi a la nación sobre la “limpieza étnica” de la minoría Rohingya, denunciada por Human Rights Watch. ¡Qué tristeza! Confirmó mi opinión de que los luchadores sociales, una vez ganada su guerra, deberían morirse o jubilarse, no volverse jefes de estado (es lo que Suu Kyi es ahora de facto). Después de su lucha valiente y de su victoria (después del Nobel por la Paz de 1991 y un merecido sinnúmero de otros premios, en el caso de Suu Kyi) pueden tener – tienen – a su disposición innumerables canales para seguir denunciando injusticias o recomendar cautela (o callarse si así lo prefieren, pues ya han cumplido con creces con su misión y su conciencia); pero hacer suya la posición de los militares birmanos para no comprometer la trastabillante Liga por la Democracia, es un pecado de orgullo imperdonable.

Regresemos, para terminar, a la sesión de la ONU del 19 de septiembre. Después de Macron y otros tres delegados, tomó la palabra el Premier israelí Benjamin Netanyahu; también su discurso era dirigido primariamente a sus secuaces en Israel, como lo demuestra el suspenso creado y mantenido hacia la audiencia en Israel, en espera de su intervención varias veces postergada; cuando por fin tomó la palabra, siguió al pie de la letra el guion preparado por Trump (¿o fue al revés?): denuncia de Irán, crítica a la ONU por no apoyar la política israelí en los asentamientos palestinos en Israel (¿o es al revés?). Estaba justo recordando que el apoyo de Estados Unidos al naciente estado de Israel fue una decisión fríamente adoptada por Harry Truman para asegurarse el apoyo de la poderosa maquinaria mediática judío-americana con vistas a las elecciones de 1948, que muchos demócratas ya daban por perdidas.  Llegué a escuchar que los Estados Unidos son un país “pacífico y generoso”: eran la 1:14 p.m., tembló y me quedé sin señal, con miedo como todos, y con asco.

* Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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