Connect with us

Influyentes

Elecciones y déjà-vus

Después de las elecciones del 6 de noviembre, parece difícil negar que la tragedia se repite, si no en forma de farsa, al menos con el mismo final.

Published

on

Fulvio Vaglio

El New York Times del sábado pasado ha bautizado Florida “la tierra del déjà-vu electoral”: se refería al recuento de votos para el senado y la gubernatura del estado actualmente en curso en Florida, y aludía al otro recuento que decidió las presidenciales de 2000 entre Al Gore y George W. Bush; el gobernador de Florida era entonces Jeb Bush, el hermano del candidato republicano, y el recuento – plagado de acusaciones de irregularidad – le dio la victoria a Bush con un margen del 0.009 por ciento (537 votos); después de un mes de controversias legales, la Corte Suprema Federal invalidó una decisión de la Corte Suprema del Estado y le abrió la puerta al candidato republicano; a su vez la victoria en Florida, en el complicado sistema electoral indirecto norteamericano, decidió la entera contienda nacional: Bush fue el primer candidato, después de Grover Cleveland en 1888, que ganó la presidencia por los votos del colegio electoral, habiendo perdido el total de los votos populares.

Dentro de este déjà-vu general, hay otros más pequeños; como en 2000, el candidato demócrata primero aceptó la derrota y luego se desdijo (entonces fue Al Gore, ahora se trata del candidato a gobernador Andrew Gillum); como en 2000, la controversia abarca los condados más poblados de Florida: Broward, Palm Beach y Miami-Dade; y como en 2000, la nueva Corte Suprema después del nombramiento de Kavanaugh está lista y en sus marcas para invalidar el recuento, si eso llegara a la máxima instancia. Es cierto que este año no se ha elegido presidente, pero también lo es que el voto del martes pasado se planteaba como un refrendo en favor o en contra de Trump, quien hace dos años también ganó la presidencia habiendo perdido el voto popular.

El sábado por la noche, Sebastian Gorka (el halcón del gabinete Trump que renunció el año pasado a su puesto, acusando a los altos mandos de la administración de estar saboteando el proyecto del presidente) ha declarado, más o menos literalmente: “Gracias a Dios por haber inspirado a los Padres Fundadores la sabiduría del actual sistema electoral”: se refería precisamente al rol de los Colegios Electorales, encargados de vigilar que el populacho urbano, corruptible y prostituido al poder, no anihilara la sana, pero crecientemente minoritaria, voluntad de la población rural: como decir, Rousseau en América (y efecto ésa fue la narrativa que compartían los autores de la Constitución, terratenientes y esclavistas, cuando nadie pensaba siquiera en la posibilidad de unos Estados Unidos mayoritariamente urbanizados e industrializados).

Al escuchar los huéspedes del programa Watter’s World en FOX News, el sábado 10, no pude evitar tener otro déjà-vu: según ellos, las elecciones del pasado 6 de noviembre fueron un plebiscito entre dos sistemas: por un lado la alianza de las dos costas, el Este y el Oeste, Nueva York y Los Ángeles, plagados ambos por la inmigración ilegal y despojados ya de los valores auténticos del nacionalismo que hizo crecer América, en espera de que Trump la haga grande otra vez; por el otro lado, heroico jarrito de Tlaquepaque, el Midwest, las Rocallosas y el desierto. Poco importa que esta geopolítica fantástica no sea confirmada por los resultados electorales del martes: la propaganda populista no se preocupa de nimiedades como los hechos reales y una mentira se convierte en verdad si la escuchas el número suficiente de veces.

¿Dónde está, en este caso, el déjà-vu? Ya somos menos – desgraciadamente – los que nos acordamos de Kevin Phillips, el teórico detrás del triunfo de Nixon en 1968: según él, el dominio del partido demócrata se regía por una alianza perversa entre dos minorías: la élite multimillonaria y los desamparados de los slums urbanos; esa alianza excluía la clase media y la clase trabajadora, y las obligaba además a pagar el pato con gravámenes fiscales cada vez más insufribles; se imponía, y se acercaba, una reestructuración del tablero sociopolítico. Las elecciones de 1968, y también las de 1972, le dieron la razón a Phillips: si Nixon no se hubiera dejado arrastrar por su deseo de revancha contra los demócratas y los medios, y no hubiera metido la pata con el Watergate y sus secuelas, hoy (por mucho que nos duela) lo recordaríamos como uno de los grandes presidentes en vez que como un criminal de poca monta.

Es fácil reconocer que la ficción geopolítica de Watter’s World es una vulgarización banal de “la mayoría republicana emergente” de Phillips, y que Trump no es Nixon. Los dos partidos y sus altavoces mediáticos, ambos proclaman su victoria: es la vieja ambigüedad del vaso medio lleno o medio vacío, y ambos bandos están conscientes de que las elecciones del martes pasado son la prueba general para la presentación de 2020. También es cierto que este 6 de noviembre han votado masivamente, los millennials y las mujeres suburbanas; estas últimas presumiblemente votaron contra Trump: #MeToo y “grab ‘hem by the pussy” están para quedarse en la memoria colectiva. Es mucho menos seguro para quién votaron (y votarán en 2020) los millennials. Los republicanos buscan desesperadamente asideros en la tradición política norteamericana y, si siguen así, probablemente no los van a encontrar. Y ¿los demócratas?

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

Continue Reading
Advertisement Article ad code

Los influyentes

Twitter

Facebook

Advertisement Post/page sidebar widget area

Recientes