Jorge del Villar
“Yo estuve casada con Alberto Gironella” 450 años, afirma la artista Carmen Parra en su casa- estudio- cede de la fundación Parra-Gironella. La casa, ubicada en el barrio de Tizapán, San Ángel, es donde vivió el gran artista mexicano Miguel Covarrubias; pasó a ser de Luis Barragán, a quien se la compró una tía de Carmen.
Hija del reconocido arquitecto, Manuel Parra, quien desarrolló San Ángel; Carmen explica que hace algunos años, dejó la casa de su padre, debido a que sus muros eran orgánicos y cóncavos; en donde no se pueden colgar cuadros. Un lugar poco idóneo para una pintora. El padre de Ricky, como la conocen sus amigos, fue parte de un movimiento artístico que “inventó” una imagen de México. Carmen recuerda a los amigos de su papá: Diego Rivera, Lupe Marín, Juan O’ Gorman, Frida Kahlo, Fernando Gamboa. A diferencia del padre de su hijo, Carmen se considera “la colita” de esa generación. Carmen se siente misteriosamente trasladada de una época de otro siglo. Su objetivo ha sido redimir la memoria de un periodo muy abandonado, el virreinato, repleto de arte. Además, Ricky se ha propuesto el rescate de especies en extinción como la mariposa monarca, el águila real y las ballenas.
A contracorriente de los Parra, el eterno marido de la pintora virreinal; Alberto Gironella fue miembro de la generación de la ruptura. Ellos iban en contra de la considerada tradicional escuela mexicana de arte. Sus cómplices, colegas y amigos eran Vicente Rojo, Luis Buñuel, Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Carlos Monsiváis, Pedro Coronel.
Carmen Parra es reconocida por sus pinturas de ángeles y seres celestiales. La artista está muy en contacto con la parte Divina que nos conforma. A los ángeles los explica como los intermediarios entre lo conocido y lo desconocido: entre el Cielo y la Tierra. Su misión es conectar. “Los ángeles, los seres alados, están presentes en todas las religiones: incluyendo las culturas prehispánicas”.
Para la artista que lleva el nombre del Convento de San Ángel, en donde se exhiben unas momias perfectamente preservadas; el ser humano está conformado por cuerpo y por espíritu. El espíritu es “trascendencia; energía que perdura; eternidad”. El ser humano es un misterio y un milagro, porque de haber iniciado como seres unicelulares; somos lo que somos, únicos e irrepetibles. Parra se entiende a sí misma, como resultado de su cultura judeo-cristiana.
Y para Carmen, el arte tiene una función universal pues es un vórtice dimensional. El arte obliga un tipo de entendimiento que no radica en el hemisferio izquierdo del cerebro. El arte convierte al ser humano en más energía y menos partícula. Por ello el arte, según Parra revoluciona la conciencia. Un tema recurrente en la obra de Ricky son los ángeles músicos, pues los respeta como los únicos artistas en el Cielo.
Al preguntarle sobre el arte conceptual, Ricky, cita la respuesta que utilizaba Juan Soriano: “Tengo una incapacidad para juzgar a mis contemporáneos.” Sí comenta que la función de las nuevas corrientes artísticas es inventar otro lenguaje para otra época que está brotando. Ella está convencida que estamos en los últimos momentos de la civilización como la conocemos y que se están abriendo los portones a nuevos paradigmas.
Debajo de un muro barraganesco, en un espejo de agua, se refleja toda una variedad de flores. En ese patio, que pudiese ser de un claustro, Carmen Parra recomienda recuperar el silencio. “Vivimos en una época de mucho ruido que no te deja estar contigo mismo”. Carmen recomienda la solitud para “escuchar tu voz interna”. Quizás se refiera a la voz del corazón, en donde habitan 40,000 neuronas que piensan, pues esa voz es la que nos puede transportar a la nueva civilización.
