Ha sabido ubicarse en el imaginario colectivo con temas y argucias verbales como la consulta del horario de verano, el Tsuru blanco, las gacelas, el gallito, las chachalacas, la mafia del poder, “lo que diga mi dedito”, el denme por muerto, “al diablo con sus instituciones”, el “presidente espurio”, la Universidad de la Ciudad de México, el desafuero que provocó y capitalizó hábilmente… Más recientemente acuñó la amnistía, abrazos, no balazos, los conservadores, los camajanes, Riqui Riquin Canayín, los ninis, el avión “que no tiene ni Obama”, el regreso a la petrolización de la economía, la austeridad disfuncional, la polarización entre buenos y malos, las consultas, el apelar al carácter popular del ejército (cuidado con la polarización), el uso indiscriminado de imágenes religiosas de todo tipo y de todo credo, las benditas redes sociales, el abandono de los Pinos, la constitución moral… Todo lo anterior le ha granjeado una popularidad facilona con sus simpatizantes.
Todo lo anterior fue coronado con el anuncio de la imagen oficial del gobierno en la que aparecen los prohombres más representativos de la historia patria…Tal parece que el Presidente quisiera revivir las jornadas setenteras desbordadas conceptos de nacionalismo revolucionario.
Nadie duda de que por instrumentos retóricos al tabasqueño no hay quien le gane, por lo menos hoy por hoy.
Honor a quien honor merece. Sin embargo, las funciones del presidente del país van mucho más allá de sus capacidades comunicativas.
Su elevado nivel de popularidad tarde o temprano se verá confrontado con la realidad, no la virtual, no la de las palabras, las imágenes y los mitos.
Ahí la historia es otra distinta. La realidad es terca y obcecada: nos habla de enormes pérdidas económicas derivadas de una mala instrumentación de decisiones, como el caso de la cancelación del NAICM, cuyo costo aún es incierto. Con reyertas y agresiones inútiles hacia algunos sectores vitales de la sociedad, como los juzgadores, los empresarios, los ahorradores en afores, los comunicadores, los miembros de la oposición, el titular del Ejecutivo más bien parece querer seguir alimentando su popularidad alejándose de su obligación de imparcialidad.
Poco tiempo ha transcurrido de su mandato pero al país le urge que se pase de las palabras a los hechos. Es momento de una conducción eficaz y toma de deci- siones basadas en diagnósticos técnicos .
Hasta ahora el Licenciado López Obrador sigue siendo un genial activista mientras que el país lo que requiere es un sobrio estadista.