La luminosidad del sol capitalino impone un velo a los rostros de los habitantes de esta gran urbe; en plena faena, camino al trabajo, tomando cinco minutos de serenidad, la luz revela apenas una sombra, una silueta y un instante preciso, escenas cotidianas cuya belleza radica en su fugacidad.
Detrás de cada velo hay un rostro, una historia, un cúmulo de coincidencias y consecuencias, relatos para fabricar.