Patricia Sotelo
Son las 10 de la noche. Suena en la ciudad una alarma a través de una bocina. Todas las mujeres que se encuentran en la calle corren a sus casas a encerrarse y las que no pueden hacerlo se quedan en sus sitios de trabajo o donde estén. Es el toque de queda para las mujeres a fin de evitar que las maten.
Podría ser ésta la imagen de una película, sin embargo es lo que seguramente nos imaginamos cuando escuchamos la propuesta de la diputada local por Morena, de Veracruz, Ana Miriam Ferráez Centeno, de dictar un toque de queda para que las mujeres no salgan de noche y evitar, así, los feminicidios.
Por supuesto, la legisladora, quien por cierto forma parte de la Comisión de Igualdad de Género del Congreso veracruzano, recibió una ola de críticas por su comentario absurdo y retrógrada, por lo que terminó ofreciendo disculpas.
Y es que para matar a una mujer no hace falta que caiga la noche. Recordemos a Valeria, la niña de 11 años que viajaba en bicicleta con su padre, en el municipio de Nezahualcóyotl, Estado de México, cuando comenzó a llover, por lo que éste decidió parar una combi y subir a su hija para que no se mojara. El siguió en la bicicleta y se reencontrarían en la parada cercana a su casa. Ella ya no llegó. Fue violada y asesinada por el chofer.
O recordemos, también, el lamentable caso del llamado Monstruo de Ecatepec, que mató a varias mujeres y lo hizo en pleno día, de acuerdo con sus testimonios.
Además, no todos los feminicidios que suceden al oscurecer son contra mayores de edad, como lo vimos en el caso de Camila, la niña de 9 años de edad que la noche del pasado 31 de diciembre salió de su casa, en Valle de Chalco, a tronar cuetes y desapareció. Su cuerpo fue encontrado un día después en un lugar cercano a su casa.
Los feminicidios no ocurren porque las mujeres salen en la noche a divertirse, o pasean o viajan solas, o porque toman un taxi. Ocurren porque falta educación y valores que promuevan el respeto hacia las mujeres y modifiquen el lenguaje de una sociedad machista, pero también por la falta de políticas públicas que brinden mayor seguridad.
Como sociedad, ha costado –aún cuesta- trabajo cambiar la mentalidad y el lenguaje que se usa para culpar a las mujeres de sus propias tragedias, como decir “es que estaba tomada”, “llevaba escote y minifalda”, “ella lo provocó”, “iba sola”. Un lenguaje que, lamentablemente, sigue siendo usado por quienes creen que los hombres son seres irracionales que responden sólo a sus instintos y que no ven a una mujer como un ser humano a quien hay que respetar.
El cambio de esa mentalidad y ese lenguaje debe comenzar desde los hogares, donde se fomentan los valores en los hijos, pero también en las escuelas, en los lugares de trabajo, en las iglesias, donde seguimos escuchando a sacerdotes decir que a las mujeres las matan “porque no van a misa” o “porque ellas provocan a los hombres”. Es inaceptable que desde el púlpito se adoctrine victimizando a las mujeres.
El gobierno, en tanto, debe diseñar políticas públicas que permitan prevenir, atender, investigar y sancionar la violencia contra las mujeres, pues de acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios (OCNF), éstas han sido ineficientes y sin perspectiva de género; además de que las procuradurías o fiscalías, en lugar de garantizar el acceso a la justicia, la obstruyen, son negligentes y omisas.
A las mujeres nos corresponde seguir luchando por nuestros espacios y por nuestros derechos. No encerrarnos. Tomar acciones para decir #LaCalleEsNuestra #YlaNocheTambién, como lo planteó la convocatoria para que las mujeres se tomaran selfies en la noche, en lugares públicos, y las subieran a sus redes sociales en defensa de su libertad para caminar por las calles a la hora que quieran.
Las mujeres debemoss sentirnos seguras en nuestras calles y en nuestras noches.
