Por Patricia Sotelo
@paty_sotelo
El presidente Enrique Peña Nieto rechaza que se señale a su gobierno como corrupto. “No comparto que haya sido la administración más corrupta de la historia del país”, dijo en una de las tantas entrevistas que dio la semana pasada como preámbulo a su sexto y último Informe de Gobierno que presentará el próximo sábado.
Lo cierto es que existe la percepción en la mayoría de los mexicanos de que privó la impunidad durante el sexenio que está por concluir, no sólo en la esfera federal, sino en la estatal, en particular de gobernantes emanados del PRI.
Y fue eso lo que llevó a la mayoría de los votantes a decidir a favor de quien pudiera garantizarles la derrota del PRI y, con ello, dar un paso para terminar con la corrupción.
Así lo demuestran las encuestas que se realizaron antes y después de la elección presidencial, como la del periódico Reforma publicada el 27 de junio, cuatro días antes de la elección, en la que el mayor atributo que los entrevistados consideraban que tenía AMLO era que combatiría la corrupción.
Luego, 25 días después de la elección, el mismo diario publicó otra encuesta en la que al preguntarle a los entrevistados que de todas las propuestas de AMLO en cuál debería enfocarse el ya entonces candidato triunfador, el 35 por ciento consideró que en “acabar con la corrupción del Gobierno”. Mejorar la economía o la seguridad quedó en segundo plano.
En la memoria colectiva se registra información que alentó el hartazgo de la gente, quizá la más emblemática es la relacionada con la famosa Casa Blanca, esa residencia que el presidente y su esposa Angélica Rivera, pretendían comprar en 7 millones de dólares, y que había sido construida por Grupo Higa, una de las empresas privilegiadas por Peña Nieto desde que fue gobernador del Estado de México y que estaba por beneficiarse de una licitación para construir el tren México-Querétaro.
Pero hay otros escándalos que marcaron a este gobierno por la corrupción y la impunidad, como el presunto soborno de 10 millones de dólares recibidos por el ex director de Pemex, Emilio Lozoya, de parte de la constructora brasileña Odebrecht, cuando fue integrante de la campaña presidencial de Peña Nieto en 2012. Además, se documentó recientemente la participación de Lozoya y de la siderúrgica Altos Hornos de México S.A, (AHMSA) en el escándalo de Odebrecht. A pesar de contar con confesiones de ejecutivos de la empresa brasileña y documentos que demuestran la entrega del soborno a Emilio Lozoya mediante el uso de empresas offshore, el ex directivo de Pemex no ha sido encarcelado.
Y qué decir de la llamada Estafa Maestra, que evidenció el desvió de más de 3.4 mil millones de pesos del Gobierno a través de empresas fantasma. En esta operación estuvieron involucradas 11 dependencias, entre ellas la Secretaría de Desarrollo Social, que encabezaba Rosario Robles, así como la SEP, Pemex, Banobras y ocho universidades. Sólo hubo consecuencias para funcionarios menores. Además, están los escandalosos casos de corrupción de los ex gobernadores priistas Javier Duarte, de Veracruz; Roberto Borge, de Quintana Roo, y César Duarte, de Chihuahua.
En fin, es insuficiente este espacio para detallar todos los casos de corrupción durante el sexenio de Peña Nieto, pero aunque él lo niegue, su gobierno será recordado como el más corrupto de la historia de México.
