Patricia Sotelo
José podrá afiliar al Seguro Social a su esposo Pablo para que reciba atención médica. Rosa podrá recibir pensión en caso de que su esposa Martha fallezca. Y el hijo de Axel y Alonso tendrá derecho a ser atendido en una guardería, y en caso de que el padre asegurado muera, podrá recibir pensión por orfandad. Estos son los derechos en materia de seguridad social que tiene cualquier pareja heterosexual pero que se les ha negado a los matrimonios entre personas del mismo sexo. Ahora, ya no habrá distinciones gracias a las reformas que aprobó el Senado de la República a las leyes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
Además, se permitirá también que Carlos, el esposo de Alicia, pueda recibir una pensión en caso de que ella fallezca, beneficio que hoy sólo se proporciona a las mujeres.
Esto es, las leyes del IMSS y del ISSSTE dejaron de ser discriminatorias, machistas y sexistas. Se trata de una reforma necesaria que corresponde a los principios de igualdad y no discriminación, y que es consecuente con el derecho de las personas del mismo sexo a contraer matrimonio o vivir en concubinato pero que en términos de seguridad social no recibían los beneficios que se les brinda a las parejas heterosexuales.
Para garantizar este derecho se determinó eliminar los términos “esposo” y “esposa” e incluir el de “cónyuge”, y acabar, así, con la discriminación.
Entre tanto barullo por las consecuencias de la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco, la turbulencia en los mercados financieros y el corte de agua en la Ciudad de México por la fallida reparación del sistema Cutzamala, en los medios de comunicación no se dio la relevancia que merecía esta histórica reforma.
Y es histórica por su trascendencia, pero también porque ningún partido votó en contra ni se abstuvo. El dictamen se aprobó por unanimidad, con 110 votos a favor de los senadores presentes en la sesión del martes 6 de noviembre. Y además, porque el nuevo Senado se estrenó en sus tareas legislativas con esta reforma de carácter social propuesta por la bancada de Morena, y apoyada plenamente por partidos conservadores como el PAN y el PES, así como el PRI, PRD, PT, PVEM y Movimiento Ciudadano.
La iniciativa fue presentada por Malú Mícher, luchadora social y defensora de los derechos de las mujeres, y por el ex panista Germán Martínez, que de conservador pasó a ser liberal y ferviente defensor de Andrés Manuel López Obrador y de Morena, y quien será el próximo director general del IMSS.
Pero esta reforma es producto de la lucha que ha tenido que dar la comunidad gay por el respeto a sus derechos, para ser tratados como personas sin importar sus preferencias sexuales. Porque como dijo Malú Mícher en una entrevista, “no se le pueden negar los derechos de salud a una persona por el hecho de cómo amar y a quien amar”.
Y es una lucha que se emprendió en la CDMX desde el 2006 a raíz de la aprobación, por la ALDF, de la Ley de Sociedad de Convivencia, y más aún en 2009, cuando se avaló el matrimonio entre personas del mismo sexo. Esto dio pie a que las parejas homosexuales exigieran servicios médicos que les eran negados en el IMSS o ISSSTE porque las leyes hacían referencia a la atención del esposo o esposa, del hombre y la mujer, y tuvieron que dar una batalla legal que, a la postre, ganaron.
Así, que estos cambios legislativos sólo responden a una realidad que los sectores más conservadores del país se negaban a reconocer. Sólo falta la aprobación de la Cámara de Diputados, pero sin duda tendrán el mismo destino que en el Senado.
Y cuando estas reformas se apliquen en la vida cotidiana de las parejas del mismo sexo, y en un hospital se les atienda sin discriminación, estaremos avanzando hacia una sociedad más amigable, más humana.
