Pablo Trejo
Como lo hemos abordado en ocasiones anteriores, cuando nos referimos al fenómeno económico de la inflación, siempre acabamos llegando a la conclusión de que quienes terminan por resentir en mayor medida las consecuencias de sus efectos, son quienes menos tienen. La lógica es muy simple: en nuestro país, los deciles de la población con menores ingresos tienen la necesidad de ajustar los elementos de su canasta básica respecto a la fluctuación de los precios de los artículos que la integran, es decir, si la carne de res registra un aumento en su precio, es sustituida por el consumo de carne de cerdo o de pollo, si el tomate rojo incrementa su precio debido a que en el lugar en donde se cultiva se registraron intensas heladas que afectaron los cultivos y se registra escasez, entonces la gente optará por consumir tomate verde. La escena de la ama de casa recorriendo el mercado en busca de los mejores precios de cada día, no se encuentra alejada de la realidad cotidiana en nuestro país.
Pero ¿Qué sucede si de pronto no es uno si no todos los productos incrementan al mismo tiempo sus precios? en primer lugar, los patrones de consumo registrarán una sacudida mayor a la acostumbrada, ya que el recurrir a sustitutos de consumo, tampoco sería una opción factible por el aumento generalizado. Luego entonces, y con la claridad de que no podemos dejar de consumir, la opción lógica es la de reducir nuestros niveles de consumo, convirtiendo los kilos en medios kilos y los litros en medios litros.
¿Quiénes resentirán en menor medida un aumento súbito de precios? evidentemente los sectores de la población con ingresos mayores, cuya capacidad económica les permitirá absorber los incrementos sin la necesidad de cambiar sus patrones de consumo.
Ahora bien, la pregunta obvia es ¿Qué es lo que puede ocasionar que la gran mayoría de los productos registren un aumento generalizado de precios? pensemos en lo que está sucediendo estos días en nuestro país. Las medidas para combatir el huachicoleo están siendo criticadas no por el fondo, si no por su estrategia. La ciudadanía está padeciendo los efectos de la falta de disponibilidad de gasolina en las estaciones de servicio, lo que genera un malestar debido a que el automóvil es el principal medio de transporte en México, y si nuestros autos no tiene gasolina, nuestra vida cotidiana se afecta al grado de provocarnos una especie de irritación colectiva. El tema de moda en cualquier foro de discusión pública, de cualquier reunión entre amigos o los espacios de cualquier medio de comunicación es nuestra vida sin gasolina.
Sin embargo, pocos se han puesto a pensar que esa escasez de gasolina afecta gravemente el sistema de distribución de los productos que consumimos todos los días, y si los vehículos que transportan las mercancías no tienen acceso a la gasolina, evidentemente no podrán ser capaces de entregarlas en sus destinos. Aquí retomamos la lógica económica elemental: si la demanda supera a la oferta, el mercado impulsará los precios a la alza, o lo que es lo mismo, la escasez es inflacionaria.
Por otra parte, esta claro que los costos de transporte de las mercancías son uno de los elementos que determinan su precio y si consideramos que la gasolina juega un papel central en esta parte de la cadena de distribución, y que la escasez de combustibles también generará un aumento de precio en los mismos, es poco más que obvio que esos aumentos se reflejarán en el precio final de las mercancías. Otro factor inflacionario.
No necesitamos ser conspicuos economistas para darnos cuenta que la estrategia del combate al huachicoleo tendrá sus efectos inflacionarios que afectarán a quienes menos tienen. Los mexicanos creemos que sin sufrimiento no se pueden lograr que las cosas cambien y lo que está sucediendo ahora mismo será una prueba de cuanto sacrificio estaremos dispuestos a aportar por un cambio de fondo en nuestro país.
