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Honorable Congreso de la Unión, ¿será?

La Real Academia define la palabra como un adjetivo para aludir a la persona que es honrada y merece el respeto o la estima de los demás…

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Casualmente encontré en el mundo del internet un documento muy ilustrativo que hoy me permite pedir a los integrantes de la nueva legislatura que, por dignidad, presen- ten un punto de acuerdo para quitar la palabra “Honorable” a las cámaras de Diputados y de Senadores, como un acto de constricción moral y ético debido a que dentro del Congreso hay personajes vinculados a la corrupción que hoy tiene en crisis a nuestro país.

El documento “Breve Historia de la Cámara de Diputados”, de Antonio Lomelí, que por cierto forma parte de los archivos de ese órgano legislativo, da cuenta de cómo, cuándo y por qué se creó esa representatividad, quiénes participaron en su concreción y quiénes han destacado en él; hombres con verdadero sentido patriótico, como el entonces senador Belisario Domínguez, debieron pagar con su vida.

La excelencia y honorabilidad de muchos de quienes han enaltecido al Legislativo palidece ante la oscuridad de políticos que utilizan las cámaras para burlarse de la justicia, corromperse, abusar de los más pobres y, lo peor, para violar una y otra vez nuestra Carta Magna, que nació manchada por la sangre derramada por verdaderos héroes de la patria.

Bien harían los coordinadores de los actuales y recientes grupos parlamen- tarios en las cámaras de Diputados y de Senadores en pedir este documento para leerlo detenidamente, analizarlo, reflexionar y ofrecer disculpas por aquello en lo que han convertido al Congreso: un circo romano, donde se impone la aplanadora del grupo mayoritario para darle gusto al Presidente de la República en turno, pisotear la dignidad de los trabajadores mexicanos y convertirse en costosos “chapulines” entre ambas cámaras.

Lejos quedaron los ideales y valores, lejos quedaron las sesiones que en el pasado dieron la autonomía a la ahora Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o aquellas donde se les reconoció a las mujeres sus derechos políticos.

¿Cómo llamar “honorables” a quienes ocultos en cajuelas de automóviles escapan del máximo recinto acusados de apoyar al crimen organizado o de atrincherarse en sus oficinas en espera de amparos para no ser detenidos por corrupción, o de golpeadores de mujeres y pederastas que se protegen detrás del fuero?

¿Qué dirían Francisco Zarco, voz crítica en el Constituyente de 1857, o Gabino Barreda, Ignacio Mariscal, Serapio Rendón, Gustavo Madero, Valentín Gómez Farías, José María Iglesias, Ezequiel Montes, Ponciano Arriaga, Santos Degollado o hasta el mismísimo Benito Juárez, si tuvieran a Napoleón Gómez Urrutia, Gerardo Fernández Noroña, Nestora Salgado o Sergio Mayer como compañeros de Cámara?

¿Qué dirían si estuvieran frente a la amenaza velada de que la aplastante mayoría de un partido abriera la posibilidad de una dictadura como la que combatieron contra Porfirio Díaz en la Presidencia?

La Real Academia define la palabra “honorable” como un adjetivo para aludir a la persona que es honrada y merece el respeto o la estima de los demás. ¿Es el caso de nuestros legisladores contemporáneos?

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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