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INTERSECCIONES / Benjamín vs. Benjamín

¿Duelo a sangre o maquillaje pre-electoral en Israel?

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Fulvio Vaglio

¿Quién es y en qué punto del espectro político se ubica Benjamín Gantz, el ex general que parece en condición de retar a Benjamín Netanyahu en las elecciones de este martes 9 de abril? Alfredo Jalife considera de centro-izquierda su coalición, recién creada con el nombre poco comprometedor de Kachol Laban (Azul y Blanco); en cambio, Carmen Rengel de Huffington Post lo tilda de centro-derecha: un ejemplo más de cuán trastocadas estén hoy día las geografías parlamentarias del mundo occidental.

Netanyahu cree tener buenas razones para considerar “izquierdista” a su tocayo: Gantz se ha mostrado tibio frente a la “Ley de Estado-Nación del Estado Judío” y en su plataforma electoral se ha dicho partidario de una negociación con los palestinos; para el viejo zorro que se ganó a puño sucio el liderazgo del Likud en 1996, lo perdió en 2000, volvió a recuperarlo en diciembre 2005 y lo ha mantenido desde entonces entre vientos y mareas electorales, la amenaza de que alguien intente rebasarlo por la izquierda resulta irónica: máxime cuando el reto viene de un general retirado, ex jefe de Estado Mayor, ex jefe de operaciones especiales, quien estuvo a cargo de la represión contra la segunda Intifada entre 2000 y 2004 y de las masacres de 2300 palestinos en Gaza en 2014.

Así que: ¿dónde juega Benny Gantz, el halcón convertido, de un día para otro, en paloma? No en la relación entre Israel y la Autoridad Palestina: prometer una negociación, lo han hecho todos los líderes de Israel desde su fundación; llevarla a cabo en buena fe es otro asunto: Yitzhak Rabin lo hizo y pagó con su vida, Ariel Sharon lo intentó y fue forzado al retiro. Gantz conoce de historia política (tiene un BA en Historia por la Universidad de Tel Aviv, además de una maestría en Ciencia Política por la de Haifa), y sabe qué se puede prometer y hasta qué punto.

Más bien, sus verdaderos puntos de conflicto con Netanyahu son la política social y la lucha anticorrupción. El primer renglón es un motivo recurrente de crisis en la carrera de Netanyahu como Ministro de Economía y Finanzas y como Primer Ministro: ferviente neoliberal, ha patrocinado hasta ahora la desregulación a ultranza de la economía, cueste lo que cueste y a quién le cueste; en su defensa de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados (en contra de los mediadores de Barack Obama), usó el argumento de que “los judíos y los árabes de Israel pueden comprar tierra dónde se les pegue la gana”. Cínico, pero neoliberal: el precio a pagar es la inflación y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios reales; por ende, el enfrentamiento con la temida central sindical, el Histadrut, según Netanyahu abrigo de pereza y sinónimo de ineficiencia.

La ética neoliberal, es bien consabido, solapa la corrupción. Las acusaciones en contra de la familia de Netanyahu se remontan a los años noventa y él respondió nombrando a un fiscal general empático para que les diera carpetazo (el William Barr de Netanyahu, diría Caroline Fredrickson); en los últimos dos años, con la protesta callejera emergente, las acusaciones se han intensificado y han revelado más datos sabrosos: Netanyahu ha prosperado gracias a la empresa de su primo, Nathan Milikowski, a su vez asociada con una acerera de Texas, cuya participación el Primer Ministro habría comprado con el nada frijolero descuento del 95%.

A guerra sucia, respuesta igual; la campaña pro-Netanyahu ha respondido sacando acusaciones en contra de Gantz: ¿adivinen de qué? Primero, haber sido responsable de la muerte de un soldado druso: uno contra 2300, dirán ustedes; sí, pero ése era parte del ejército israelí. La segunda acusación es de un escándalo sexual: una chica que aparentemente fue violada por Gantz cuando ella tenía 14 años y él 17. Y luego hay gente que no cree en el valor heurístico del #MeToo políticamente aplicado.

De repente nos sentimos tele-transportados de Tel Aviv a Mar-y-Lago. Pero quizás tampoco esta impresión sea casual. En esquemas de corrupción multinacional, puede que aparezcan yernos incómodos: en el caso de Netanyahu, se trata de Daniel Roth, esposo de Noa Netanyahu-Roth; según el artículo de Alfredo Jalife, Daniel sería el artífice, por parte israelí, del China Israel Exchange, una oficina encargada de limar asperezas entre Israel y China en plena crisis arancelaria. Dicho sea de paso: China es la principal beneficiaria de la privatización de la industria portuaria israelí (realizada por Netanyahu como parte de su campaña contra Histadrut), ya que consiguió las concesiones de los puertos de Haifa y Ashdod.

Es difícil imaginar que el clan Trump se haya escandalizado por el desparpajo de su aliado israelí; pero los sectores de la defensa y los servicios secretos norteamericanos pueden no haberlo tomado con igual ligereza; y Benny Gantz es uno de los suyos.

¿Y si Gantz ganara? Israel no es el único país donde se pone a prueba la diferencia entre prometer y cumplir. Los Gilets Jaunes ya se lo han demostrado a Macron y el Parlamento británico está haciendo lo propio con Theresa May. Por lo pronto, el Likud hace un recuento anticipado de escaños parlamentarios: las encuestas fluctúan y arrojan un empate virtual entre Netanyahu y Gantz: por si las moscas, Netanyahu se ha asegurado el apoyo del partido ultraderechista “Fuerza Judía” del rabino Meir Kahane, que bien podría volverse el fiel de la balanza al momento de decidir la mayoría parlamentaria.

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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