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Investigación

INTERSECCIONES / ¿Exit CSU, enter Albania?

¿Será cierto que, si el sur de Europa estornuda, el centro-norte empieza a tomarse antihistamínicos?

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Por Fulvio Vaglio

@vaglio_fulvio

En el medio de la marejada producida por el caso Aquarius, el presidente de la CSU bávara Horst Seehofer atacó a su aliada Angela Merkel con un ultimátum belicoso: o Alemania endurece su política migratoria o la CSU sale de la coalición, lo que implicaría nuevas elecciones anticipadas. De repente Merkel se encontró entre la espada dela CSU y la pared de la SPD de Martin Schulz; al momento de escribir estas líneas todavía no se sabe si la primer ministro logrará que le concedan un compás de espera de una semana, antes de la cumbre europea de jefes de estados prevista para el 28 y 29 de junio.

El Presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, ya ha empezado una intensa gira de sondeos con los jefes de estado de la UE, para llegar a la cumbre con una cobija parchada que más o menos oculte los jirones de los acuerdos de Dublín; novedad: ahora todos reconocen (por lo menos de dientes para afuera) que los países del sur de Europa (léase España, Italia y Grecia) han sido maltratados por Bruselas en cuanto al tema migratorio.

Pero el propio Tusk no puede descansar entre viajes y entrevistas: la presidencia rotatoria de la Comisión Europea le toca ahora a Bulgaria y su primer ministro Boko Borissov acaba de alinearse con las posiciones xenófobas del húngaro Viktor Orban, quien a su vez representa la punta de lanza ultraderechista del grupo de Visegrád. La contradicción implícita de ese monstruo bicéfalo que es la UE, entre Consejo y Comisión, está cobrando un precio muy alto en la lucha, ya no tan silenciosa y sumergida, por el poder decisional efectivo.

No es que Matteo Salvini sea un gran político y haya tenido el tino de provocar una crisis saludable en la UE: sigue pareciéndome que Salvini es como Trump, una mezcla de astucia inmediata y de necedad egomaníaca a mediano y largo plazo. Creo que más bien, lo que sucedió, es que Italia y España se han dividido el trabajo de estornudar (Grecia, ya en coma, ni eso hace) y Bruselas ha empezado a sentir escalofríos. Parece que hay acuerdos nuevos, que se oficializarían en la cumbre de final de mes.

El resultado, como siempre, es de más malas noticias para los migrantes: primero, serán concentrados en centros de acogidas, ubicados en Europa pero fuera de la Unión Europea (ya ni la burla se les perdona), mientras se aclara su situación. Parece que hay todo un país que podría desempeñar esa función: Albania, que tiene (se dice) la infraestructura y la experiencia adecuada, heredadas ambas de la crisis kosovar de hace veinte años. Albania está en Europa y no forma parte de la UE, pero ya pidió ser admitida; es decir, debe hacer méritos.

La segunda mala noticia es que la solución albanesa (si prospera) les dará a los burócratas europeos el respiro para separar los migrantes con credenciales válidas de refugiados políticos de los que “sólo” son migrantes económicos: como si la amenaza de morir de hambre fuera radicalmente distinta de la de ser asesinados por los cárteles o por los escuadrones de la muerte. ¡Y pensar que los líderes europeos, hace sólo unos días, se santiguaban horrorizados frente a la política de “tolerancia cero” de Trump!

En estos mismos días, hay un nuevo barco varado en el medio del Mediterráneo con a bordo 230 fugitivos, el buque Lifeline; podemos estar seguros que habrá más, muchos más, pero quizás arribarán a Durrës, en la hospitalaria costa albanesa, en vez que a Malta, Catania o Valencia. Para concluir, una nota apropiadamente polisémica: 28 de los menores del Aquarius, trasladados de Valencia a un centro de acogida de Alicante, saltaron la barda y se fueron; en un par de días fueron rastreados y regresados a su lugar.

La presidenta de la Generalitat valenciana dio la versión light: son adolescentes, Alicante está de fiesta, quisieron irse de parranda, les vamos a poner una buena regañiza para que aprendan a ser responsables.

Hay otra versión un poco más sombría, citada por algunos medios españoles: los menores fugados trataban de salir de Alicante para contactar la mafia del tráfico de indocumentados, para que los ayudara a llegar a su verdadero objetivo, Francia. No para ser terroristas: un par declararon que quieren ser futbolistas y los otros, que querían alejarse lo más posible de la costa y del peligro de ser repatriados; de todas maneras, los primeros síntomas del resfriado les han llegado a Macron que, junto con Pedro Sánchez, está apoyando la idea de un centro de concentración fuera de la Unión Europea. Por lo menos, es un consuelo saber que los traficantes de seres humanos y órganos, a diferencia de los burócratas de la UE, no hacen distinción entre refugiados políticos y migrantes económicos.

Al momento en que escribo esta nota todavía no se conoce el resultado de las elecciones presidenciales en Turquía (cuando ustedes la lean, sí lo sabrán). Vaya como vaya, merecerá un comentario más articulado, posiblemente la próxima semana si la chamarra de Melania no nos obligará a desviar la atención de esta columna hacia temas más importantes.

*Semiólogo, analista político, historiador y escritor.

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