Fulvio Vaglio
Hasta – digamos – 2017, los que buscábamos en la tele información relevante sobre política internacional la teníamos relativamente simple: era CNN o era FOX NEWS: es cierto que también existía NBC, pero sólo su subsidiaria CNBC (especializada, 23 horas de 24, en noticias financieras) estaba en las plataformas de la TV de paga mexicana; la otra, MSNBC, la que no persigue la noticia política sabrosa, no estaba. Así que, era el fake news liberal o el “faker news” republicano.
Desde entonces mucha agua ha pasado bajo los puentes electrónicos; antes de todo, FOX ha empezado, a cuentagotas y con arrepentimientos, a deslindarse de las declaraciones más desmañanadas de Donald J. senior; se ha profundizado la separación entre los noticieros de la mañana, más proclives al distanciamiento crítico, y el prime time de la tarde-noche, que se queda básicamente fiel al trumpismo más empedernido.
También CNN ha tratado de reciclar su propio prime time, aunque sin mucho éxito y, a veces, disparándose en ambos pies: exactamente como lo ha hecho el partido demócrata que, asustado por el triunfo electoral de sus candidat@s más jóvenes y combativ@s, ha vuelto a nombrar la cariátida Nancy Pelosi para la presidencia de la Cámara. Y, como el partido del burro, CNN sigue sobreviviendo por la sorprendente capacidad de Trump de ponerse en jaque a sí mismo en el interminable ajedrez que juega en su cabeza. Es la hybris de CNN: creer que puede seguir descansando sobre el posicionamiento que conquistó hace treinta años, como si no tuviera rivales nuevos.
Por nuestra suerte, sí hay nuevos rivales. Si uno se dedica concienzudamente al zapping entre noticieros internacionales, puede bajar desde Euronews a RTVE (que desgraciadamente parecen el clon el uno del otro: se siente la falta de algún canal francés y alemán) y llegar a BBC: con la obvia ventaja de que acompañan tu café de la mañana con noticias frescas y no con refritos de la noche anterior como las cadenas norteamericanas. Y la cobertura de BBC es bastante hábil como para darles un tono inteligente y hasta divertido a los debates parlamentarios sobre el Brexit: con la esmerada retórica de Jeremy Corbin,que hasta podría convencernos si no llegara, aguafiestas como ella sola, Rosa Massagué de El Periódico de Catalunya a recordarnos que Corbin ha sido un partidario de la salida de Gran Bretaña de la Comunidad Europea desde 1975, es decir, dos años después de entrarle.
Hay que entender que el humor británico es precisamente eso, británico: difícil para quienes no estamos acostumbrados a ello. Y el manejo británico del melodrama es precisamente eso, británico, insular, lejano: cuando Emily Brontë publicó “Cumbres Borrascosas”, en 1847, quizás no sabía que estaba escribiendo un melodrama (tuvo que llegar nuestro Guillermo Del Toro, con “Cumbres Escarlatas”, para aclarárselo paternalmente); y el miércoles pasado Jeremy Corbin manejó superbamente el melodrama cuando, como ejemplo de la insensibilidad de Theresa May, citó a la parlamentaria que tuvo que posponer su cesárea ya programada para asistir a la sesión en que se echó para atrás la propuesta de un Brexit negociado. Posiblemente Corbin pensaba que estaba haciendo política; nosotros, más cínicos, lo vemos como un gran melodrama, como la búsqueda de Frida Sofía que nos mantuvo en vilo un día y una noche, ese 20 de septiembre de 2017.
Seguramente no tan inteligente, pero igual de divertido o más, es el canal que encontramos en nuestra bajada por el tobogán del zapping. Antes se llamaba Russia Today; ahora, oportunamente camuflado, sólo se llama RT. Cortinillas, colores y anchorman son los mismos: por cierto, a Max Keiser el gobierno húngaro debería tomarlo como ejemplo para su “ley de esclavos”: a cualquier hora allí está, al pie del cañón y frente a la cámara, limpio, rasurado y sonriente (no sé si le estén pagando horas extra o si se las deben). La línea editorial es clara: puedes criticar todo de la política internacional y sus líderes; sólo no te metas con Putin; critica a Trump, pero niega de la manera más absoluta que hubo colusión para impulsarlo a la presidencia en 2016; habla de la lucha entre popes ucranianos y rusos, o de la crisis en el estrecho de Kerch, pero que quede claro que la culpa la tiene Poroshenko; y si de paso se te ocurre algún “scoop” en favor de Visegrád y en contra de Bruselas, puestambién se vale.
Con RT hemos alcanzado fondo, como sucedía (y sucede, aunque un poco menos) con FOX News. Pero luego empezamos a emerger otra vez y a respirar aire limpio: encontramos Al-Jazeera. No es broma; esa cadena, que hasta hace una década se traía a costa el estigma de ser la voz mediática del fundamentalismo terrorista islámico, hoy es objetiva, imparcial (en el sentido que le da al término Christiane Amampour de CNN: “objetiva, no neutral”); no está irremediablemente anclada al américo-centrismo ni al eurocentrismo, y sin embargo les dedica espacios largos y bien documentados a las noticias sobre Europa (Brexit, Pedro Sánchez y migrantes incluidos) y Estados Unidos (impeachment, Nancy Pelosi y migrantes incluidos). Tampoco olvida de dónde viene: reportea constantemente sobre lo que sucede en el Oriente Medio, en África y en la franja de Gaza. Al Jazeera es hoy lo que CNN fue hace treinta años. Que tenga una larga y provechosa vida.
