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INTERSECCIONES/ Políticamente correcto ¿o no?

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Fulvio Vaglio

El domingo 28 de abril, el New York Times se disculpó por haber publicado, el jueves anterior, un cartón dizque antisemita de António Moreira Antunes. Lo reproduzco aquí, con algunos comentarios. Ofensivo, probablemente lo es, para Netanyahu, Trump y sus seguidores. Cáustico, seguramente: es lo que un cartonista político debe ser, si no, mejor cambia trabajo. Pero, ¿antisemita? 

¿Se puede criticar Israel sin ser tachados de antisemitismo? Ya nos hemos ocupado del tema en el pasado y no regresaríamos a ello de no ser por el prestigio de la parte involucrada (el NYT). Los críticos han señalado que ese dibujo reproducía la peor propaganda nazi. Un poco de análisis iconológico, para confirmarlo o negarlo. Trump es indudablemente reconocible:  un ciego guiado por un perro salchicha con el rostro de Netanyahu y una estrella de David colgando del collar.  

Efectivamente, la propaganda nazi utilizaba el estereotipo del “complot plutocrático internacional”, con el capital financiero en manos judías controlando los hilos de la política mundial. Sin embargo, en el cartón de Moreira, es Trump quien, correa en la mano, controla a Netanyahu; se deja guiar por su perro fiel, precisamente porque le tiene confianza: las comedias de Hollywood han repetido hasta el cansancio el gag en que el perro se sale de control y conduce a su dueño a la catástrofe. 

El cartón se publicó por vez primera en la edición internacional del NYT, el jueves 25; la marea de críticas indignadas subió por redes sociales desde el jueves al domingo. Voz concertante de esa ola, la de Alan Dershowitz, el abogado ultraconservador que, en el pasado, intentó boicotear la publicación del libro de Norman Finkelstein sobre la reconstrucción falaz y engañosa de la historia de Israel; ya hablé de ello en esta columna hace un año (11 de mayo 2018) 

Entonces no pude bloquear la publicación del libro porque el Gobernator (Schwarzenegger) no me apoyó; hoy, por lo menos, voy a levantar a las masas en contra del New York Times: eso debe haber pensado Dershowitz entre jueves y domingo. En parte, lo ha logrado. Con una manifestación de acarreados bajo sus ventanas, el NYT ha aceptado que se trataba de una imagen antisemita, ha pedido disculpa, ha atribuido el deslate al estado caótico de su edición internacional y ha prometido tomar medidas. Es decir, que ha perdido una buena ocasión para defender, contra viento y marea, la libertad de expresión de la que suele ser campeón, y se ha vuelto cómplice de sus acusadores.   

Me da vergüenza ajena, sí, pero también preocupación. Será la presión de los accionistas, será el sereno, pero no es la primera vez, en esta difícil contingencia de la política norteamericana, que los medios liberales doblan las manos. La carta de Barr sobre el reporte Mueller sólo es el último caso. Para CNN se está volviendo un escape frecuente, pata el NYT un poco menos. A veces porque no saben qué partido tomar: se vale, ya decía Wittgenstein que, si no sabes qué decir, mejor te callas. Otras veces no tienen perdón de Dios, como en este caso. 

¿Recorrer con coherencia el trayecto de la crítica irreverente (y correr el riesgo de perder lectores, suscriptores y anunciantes), o decidirse por lo “políticamente correcto”? La disyuntiva no afecta sólo los medios liberales, sino todo el partido demócrata. En 2016, con Hillary Clinton, los del burro escogieron la segunda opción y les fue como en feria: ganó el elefante, con el candidato “políticamente incorrecto”.  

Ya lo decía la psicología sistémica: el “doble vínculo” (hagas lo que hagas, pierdes), produce esquizofrenia; no sólo en los individuos y en las familias, sino en las organizaciones. La forma más común de esquizofrenia organizacional es la parálisis; una forma de parálisis es el exceso de movimientos caóticos. Con vista a 2020, el partido demócrata está dando rienda suelta a todo su abanico de opciones políticas e ideológicas, esperando que una de ellas sea la ganadora 

Nunca se habían visto tantos candidatos para la nominación: alrededor de veinte, más los que se sumen: feministas radicales o por conveniencia; políticamente correctos como Joe Biden, o provocativamente incorrectos como Kamala Harris; prudentes sobre el impeachment de Trump como Eric Swalwell y Bernie Sanders, o favorables desde la primera hora como Julian Castro y Elizabeth Warren; de acuerdo sobre seguridad social, pero divididos sobre control de armas de fuego; independientes (relativamente) de los grandes imperios financieros como Sanders, o aliados con ellos desde hace décadas, otra vez como Biden.   

Todos convencidos de que Trump tiene en la mano la carta ganadora (el auge económico actual); nadie dispuesto a poner en duda su realidad o a mencionar seriamente las señales de una nueva recesión (no sea que me vuelva impopular como la Casandra del siglo XXI). Todos decididos a apoyar el sindicalismo aporreado por cuarenta años de reacción corporativa, todos sin alternativas para regresar los puestos trabajo a Estados Unidos. Todos cazando segmentos nuevos de votantes (millennials, mujeres, minorías de todo tipo) y rezando para que esta cacería no produzca cortocircuitos fatales el momento del voto.  

Definitivamente, el cartón de Moreira pide a gritos una secuela: un perro flacucho con un distintivo del AFL-CIO guiando a un burro ciego hacia la catástrofe. 

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

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