Connect with us

Influyentes

INTERSECCIONES / #TodosSomosAssange

Como directora de Difusión de la Dirección de Comunicación Social del GDF, Müller manejaba los millonarios recursos que se pagaban de publicidad a los periódicos, revistas, radio y televisión que cubrían las actividades del Jefe de Gobierno que en aquellos años era poco sociable, introvertido, difícil de entrevistar y, sobre todo, discreto. Su vida personal era más que sagrada.

Published

on

Fulvio Vaglio 

Dos lecciones vienen directo de la Casa Blanca, otras más se pueden recoger en la calle. La primera es conocida por todos: en occidente se hace lo que nosotros decimos: tenemos una ley (no escrita y a todas luces ilegal) de “extraterritorialidad”, que nos permite buscar a los presuntos responsables de presuntos crímenes donde sea que se encuentren: Vancouver, Londres o una embajada de Ecuador. La ONU, ya lo sabemos, pondrá su carita de Sheherazade violada por los cuarentas bandidos de la cueva, pero de allí no va a pasar. 

La segunda es: que no se crean seguros nuestros enemigos, sólo porque sus abogados fifís intentan desestimar las acusaciones principales: espionaje, alta traición y robo de información de propiedad del gobierno. En la estrategia de descreditar al acusado antes del proceso, el acoso sexual es un arma invaluable: ha funcionado contra Dominique Strauss Kahn mucho antes de #Me Too y hasta Netanyahu nos la acaba de copiar en contra de su tocayo Benny Gantz (torpemente: al día siguiente se reveló que la presunta víctima había sido contactada y asesorada por la directora de campaña del presidente); seguro la justicia sueca no tendrá reparo en reabrir el caso de presunta violación en contra de un criminal tan probadamente artero como Assange. Lo importante es que lo detengan y nos lo entreguen, nos encargaremos nosotros de que no salga de la cárcel en mucho, muchos años.  

Éste, a grosso modo, es el mensaje que viene de Washington. Los mensajes que surgen de la calle de Londres son otros: “¿Por qué no es el gobierno el que está en la cárcel?” y “Nosotros también somos Assange”. En la lógica elíptica de la protesta callejera, “somos” quiere decir “podríamos ser” si las circunstancias nos fueran adversas: consideración imprecisa en el detalle, cierta en el cuadro general. Imprecisa porque los personajes hoy en la mira del gobierno norteamericano no son “ciudadanos de a pie”: ni Meng Wanzhou (la directora financiera y heredera de Huawei detenida en Canadá el 1 de diciembre 2018), ni Julian Assange de Wikileaks, ni Edward Snowden (el ex funcionario de la CIA y la NSA quien en 2013 hizo pública la violación sistemática del derecho a la privacidad de los ciudadanos por parte del gobierno). 

¿Nada que ver con el ciudadano de a pie? Cuidado: Assange expuso la mentira sistemática en la que se fundó la intervención militar norteamericana en Afganistán y en Irak; Snowden reveló el espionaje, igual de sistemático, de e-mails, redes sociales y whatsapp de virtualmente cualquier ciudadano; ambas situaciones estribaron en el clima de terror que siguió al 11 de septiembre, iniciado con George W. Bush y no terminado con Barack Obama (por lo menos no en su primer mandato). Cierto, entonces: los márgenes de seguridad y protección para el ciudadano de a pie se acotan y restringen. Los manifestantes de Londres lucen máscaras de “V for Vendetta” o se amordazan con banderas norteamericanas, y tienen razón: todos somos Assange, más de lo que quisiéramos creer. 

Assange pasó poco menos de siete años en un cuarto de la embajada ecuatoriana en Londres: unos días antes de su detención, Wikileaks había filtrado información sobre lavado de dinero del actual presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, a través de su hermano. Esto sí es “malportarse”, no las ridículas afirmaciones del presidente y de su secretario de relaciones exteriores sobre el comportamiento indigno de Assange en la embajada que le había abierto fraternalmente los brazos.  

Snowden ha estado en Rusia desde junio de 2013, aparentemente con mayor libertad que Assange para moverse, comunicarse y mantenerse gracias a las conferencias impartidas; sus solicitudes de asilo político a países de la Unión Europea han sido negadas con varios pretextos y algo de vergüenza; las que en su momento consideró hacer a países latinoamericanos tampoco han prosperado (entre ellos estaba Ecuador: supongo que ahora Snowden debe felicitarse por su buena suerte).  

Antes de la toma de posesión de Trump en enero 2017, en Moscú corrieron rumores de que Rusia entregaría a Snowden a Estados Unidos para congraciarse el nuevo presidente. Nada de eso tuvo consecuencia: o el servilismo de Putin hacia Washington es menos de lo que la propaganda de Trump quisiera hacer creer, o simplemente los dados cayeron de otra manera en la alfombra verde del casino político: la polémica sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016 alcanzó dimensiones nuevas, que quitaron por un momento a Snowden de las candilejas públicas y volvieron a poner allí a Assange.  

El escándalo no acaba de refluir: mientras el Congreso espera el reporte Mueller edulcorado, la noticia más reciente viene de Moscú: quietamente, sin tanto alboroto, un tribunal ruso acaba de condenar a la friolera de 22 años de prisión al ex subdirector de la agencia de ciberespionaje, Sergei Mikhailov, y a 14 años a su cómplice Ruslán Stoyanov: acusación: haber filtrado a agencias de contraespionaje norteamericana las operaciones para  influir en las elecciones de 2016. Putin no sabía nada y Trump tenía, y tiene, razón en confiar en él.  

Por suerte existe la cultura del cómic: en las calles de las metrópolis son da esperarse más manifestantes con la máscara de “V for Vendetta”. 

Lo nuestro es la #política en la #CDMX; si en verdad te late la grilla chilanga en las redes, visita nuestra página: https://elinfluyente.mx

Continue Reading
Advertisement Article ad code

Los influyentes

Twitter

Facebook

Advertisement Post/page sidebar widget area

Recientes