Alberto Cuenca
En el Congreso capitalino, la consulta pública con la cual se decidirá la suerte del nuevo aeropuerto ha generado una efervescencia de foros, mesas técnicas y reuniones de diputados con especialistas.
Durante esos encuentros cada legislador ha dejado entrever su opinión respecto a la sede de la terminal aérea. Los diputados de oposición se inclinan por continuar con Texcoco, mientras que congresistas de Morena se muestran proclives a la opción de Santa Lucía con la operación simultánea del actual aeropuerto capitalino.
Cada diputado hace preguntas tratando de descalificar la opción a la que se opone y buscando poner en aprietos al expositor.
Sin embargo, el pasado viernes durante una de esas mesas técnicas, la argumentación que hacía uno de los especialistas dejó callados y reflexivos a propios y extraños, pues preguntó si en los 64 estudios que se han hecho respecto al proyecto de Texcoco alguien había considerado modificar las costumbres de los patos. Curiosamente nadie se rió ante la irónica observación.
El ingeniero Sergio Samaniego Huerta, coautor del libro “Sistema Aeroportuario Del Valle de México” acudió ante la Comisión Especial para el Desarrollo Aeroportuario que encabeza el diputado del PRD, Jorge Gaviño, para hablar sobre las bondades de la opción Santa Lucía.
De las muchas cosas que dijo a favor de usar la actual base militar y rechazar Texcoco, Samaniego se refirió al tema de las aves que suelen migrar y anidar en esa zona del oriente del valle y que representan un riesgo para el despegue y aterrizaje de aviones.
“Seguramente se tendrá que hacer una justificación que garantice que cuando aterricen entre cuatro y seis aviones simultáneos ningún pato que se haya quedado por ahí se les atraviese. Basta un ave que se atraviese para que eso sea una tragedia y eso es un nido natural de aves”, dijo en referencia al Lago Nabor Carrillo.
Fue entonces cuando soltó la frase: “Van a tener que modificar las costumbres de los patos”. Agregó que, por ejemplo, para que un pato condicione a sus descendientes el miedo a los aviones y eso lo obligue a modificar rutas de vuelo y anidación pasan decenas de generaciones.
A pesar de que se desequen charcas, humedales y cuerpos de agua, las aves que migran regresarán por años o décadas, y “no bastarán drones, ni halcones, ni con sonidos para ahuyentarlos”, alertó el especialista.
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), el ex Lago de Texcoco se ubica dentro del “Área de Importancia para la Conservación de Aves” (AICA), denominación que obtuvo por el número de especies identificadas, entre 144 y 250.
La Conabio y la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP) reportaron que en esa zona podrían congregarse hasta 150 mil aves durante el invierno.
La advertencia sobre el peligro que representan las aves para la opción Texcoco la secundó el capitán y ex piloto de la Fuerza Aérea Mexicana, Alan Luna, quien en la misma reunión con diputados pero de forma más gráfica proyecto un video sobre las consecuencias que tiene el impacto de aves con aviones al momento del despegue y aterrizaje.
En el video apareció uno de los incidentes más notorios, el del amerizaje en el Río Hudson de Nueva York de un Airbus 320 de la aerolínea US Airways, que en enero de 2009 despegaba del aeropuerto La Guardia con 155 personas a bordo, y cayó debido al choque de la aeronave con varias aves.
Alan Luna también respaldó la opinión del ingeniero Samaniego, en el sentido de que resultan peligrosas las operaciones aéreas en una pista que tiene orientación oriente-poniente, por la velocidad y trayectoria del viento y que podría dificultar el despegue y aterrizaje de naves.
Lamentó que el proyecto Texcoco no solo modificó las condiciones ambientales de la zona, también la orografía, pues han desaparecido cerros y creado socavones, con lo que se modificarán las corrientes de aire.
