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Investigación

Se vienen 6 años de confrontaciones

Si pensábamos que tras su victoria el tabasqueño entraría en una fase de concordia y de paz, que dejaría atrás su discurso de confrontación hacia las instituciones, fuimos ingenuos.

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Por Arturo Páramo

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La negativa de Andrés Manuel López Obrador de aceptar la multa impuesta por el Instituto Nacional Electoral (INE), debido al desvío de recursos hechos por Morena, es una muestra de que el tabasqueño sigue pensando que él está por encima de las instituciones.

Extraña que tras el reconocimiento de su victoria en las elecciones del pasado 1 de julio, ahora el ex Jefe de Gobierno acuse al Instituto de una venganza de la cual él mismo no tiene argumentos de peso para explicar en qué consiste.

Si pensábamos que tras su victoria el tabasqueño entraría en una fase de concordia y de paz, que dejaría atrás su discurso de confrontación hacia las instituciones, fuimos ingenuos.

El virtual candidato electo a la Presidencia de la República da muestras de que, incluso desde la primera magistratura del país, mantendrá su estrategia de confrontar a todos los actores políticos de este país que pongan en tela de duda su forma de actuar y la honestidad que él considera su principal virtud, y que se vio seriamente comprometida con la multa de 179 millones de pesos impuesta por el INE y su diferenciador frente al resto de los actores políticos.

AMLO quiso comenzar a gobernar antes de tener la declaratoria de validez de la elección que le debe otorgar el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, dictando agenda, nombrando futuros funcionarios que ya empiezan a trabajar en su nombre, y adelantando acciones que aún no quedan claras (por ejemplo, el Aeropuerto).

Era de esperar que un político de su nivel no cometiera un error de esa magnitud, sin embargo, deberá estar dispuesto a pagar el desgaste que esas medidas traerán consigo, pues intenta ejercer desde ahora un poder que podría tener en sus manos hasta dentro de cinco meses.

La trama del desvío de recursos del fideicomiso para damnificados abierto por Morena ya intentó ser explicado por los responsables y falta ver si sus mecanismos convencen al INE de que no hubo malos manejos.

En todo caso, la sospecha de que sí es corruptible el movimiento político más grande a nivel mundial, como a López Obrador le gusta referirse, siempre estará latente. Este episodio alcanza también a la contienda en la capital del país, donde Morena obtuvo una inobjetable victoria el 1 de julio.

Al menos 84 de las aportaciones efectuadas al fideicomiso se realizaron en la sucursal Afirme ubicada en el edificio del gobierno de la Ciudad de México. Esto confirma que la infiltración de Morena en el gobierno de la Capital alcanzó niveles importantes, pues el flujo de recursos estuvo a la mano para solamente cambiar de ventanilla o de oficina directamente a la sucursal o al cajero automático para realizar los depósitos de entre 50 mil y 200 mil pesos.

Con esto se explica la división que hubo entre el actual gobierno de la Ciudad de México y el Partido de la Revolución Democrática. Hay que recordar que mientras Miguel Ángel Mancera estuvo al frente de la administración capitalina, sus reuniones en sus oficinas con el dirigente local del PRD, Raúl Flores, eran al menos de una vez por semana, pero con la nueva administración la confianza parece haber decaído.

Flores ya no es tan frecuentemente visto en el Ayuntamiento, incluso sus reuniones con su personal de confianza se efectúan fuera de sus oficinas en la sede del PRD y de las que tiene en las instalaciones de la Asamblea Legislativa en el Zócalo. Esto, por la sospecha de que Morena infiltró a buena parte de la plantilla de trabajadores del PRD, tanto en el partido como en la Asamblea. De acuerdo con integrantes de ese partido, la confirmación se dio con la falta de movilización de la estructura perredista el día de la elección para apoyar a sus candidatos, y por el contrario sí lo hicieron en favor de los de Morena.

Por ello tampoco genera un mayor conflicto en la actual dirigencia del PRD la eventual desaparición del partido, toda vez que mediante una estrategia de Caballo de Troya, Morena sólo dejó un cascarón vacío del partido que gobernó a la capital durante 21 años.

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