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CDMX

Le mueven el piso a Mancera

Una vez es gracia; dos es coincidencia, pero ya tres hechos violentos de gran impacto mediático en una misma semana suena a campaña en contra de Miguel Ángel Mancera.

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Por La Mafia en el Poder

Una vez es casualidad, pero el fecho de que en la CDMX se desaten en cadena diverso hechos delictivos de alto alcance mediático, obvio tiene la intención de perjudicar la imagen de alguien y ese se llama Miguel Ángel Mancera.

La semana pasada, mientras el jefe de Gobierno andaba de lucido saludando con sombrero ajeno en Chihuahua, donde regaló patrullas que según él ya no sirven en la capital, el gobierno federal planeaba un doble golpe.

Primero descabezar al cartel de Tláhuac que comandaba el líder conocido como El Ojos, lo que dejaría muy mal parado a Mancera, pues quedaría demostrado que en materia de seguridad, donde se supone es experto, no ha hecho la tarea.

El golpe fue brutal, ya que el jefe de Gobierno fue tomado con la guardia baja y no solamente le corrigieron la plana al enviar a la Marina a aniquilar a un grupo de delincuentes que tenían asolado al oriente de la capital, sino lo hicieron trastabillar.

Y es que la querer negar la existencia de cárteles en la CDMX, Mancera se enredó con explicaciones semánticas en las que evidenció que, se llame como se llame, en las calles capitalinas al grupo de delincuencia organizada atacando a la ciudadanía.

No quedó bien parado y la cosecha de sus giritas por el interior del país se le pudrió.

Pero Tláhuac no fue todo

Cuando empezó a amainar el tema de Tláhuac y todo parecía volver a la normalidad, se arma una balacera en un mercado público de la popular delegación Iztapalapa, donde hubo muertos.

Cierto que esa demarcación se caracteriza justamente por ser violenta, pero no porque haya balaceras y muertos entre puestos de fruta y de comida a plena luz del día.

Y quizá no haya tenido nada que ver con una campaña de desprestigio en contra de Mancera o algo por el estilo, pero se presentó justamente en el contexto de la muerte de El Ojos y varios de sus secuaces en Tláhuac.

¿Coincidencia?, tal vez sí, pero abona a la sensación de que algo raro está ocurriendo.

Y si la cosa se empezaba a calmar, ayer estalló un artefacto explosivo en la sede del Episcopado Mexicano, que aunque fue pequeño y sólo causó daños menores, es otra mancha más al tigre.

A lo mejor tampoco tuvo nada que ver con perjudicar a Mancera, pero lo cierto es que su imagen se está yendo a pique.

La política del avestruz

Y como el jefe de Gobierno es intolerante a los reclamos, pues optó por hacer lo que más le gusta: esconderse un rato mientras pasa el temporal.

Es crónica la costumbre de Mancera de que cuando algo no le va bien en las plazas públicas, traslada su agenda al Patio Central del Antigua Palacio del Ayuntamiento donde se siente seguro.

Así pasó por ejemplo cuando huestes de René Bejarano lo increparon en un evento en Azcapotzalco, lo cual lo distanció del veterano profesor.

En el Patio Central el acceso es cada vez más controlado y sólo entran los que son invitados, además de que se tiene perfectamente identificado cualquier intento de manifestación contraria a sus intereses.

En ese lugar Mancera se da el lujo de tener esperando a los asistentes hasta que a se le ocurra bajar, además de controlar mediante cadenas -como en las sucursales bancarias- los accesos a otras partes del inmueble.

O sea, se refugia en esa odiosa política del avestruz.

*El Irreverente publica de lunes a viernes.

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